Por José Luis Zampa
Más de 60 años han transcurrido desde la época de gloria de los juguetes Duravit, aquellos modelos de automóviles a escala confeccionados en goma vulcanizada que fueron parte inolvidable de la infancia nacional. Hoy, convertidos en leyenda, muchos de ellos se conservan en manos de coleccionistas y nostálgicos niños del ayer que los atesoran por razones afectivas, aunque también poseen un alto valor económico.
Los Duravit, marca que resurgió de sus propias cenizas después de varias crisis económicas y políticas de la Argentina, marcaron a fuego la niñez de los argentinos desde 1945, cuando su creador, el militar retirado Ricardo Machiavello tuvo la idea de fabricar modelos a escala que resistieran el uso intensivo. Su receta: la goma vulcanizada que, vertida a altas temperaturas en moldes de aluminio, transformaba en realidad el sueño de miles de chicos.
El material de los Duravit conservaba una cuota de elasticidad vital para soportar golpes, pisotones y choques entre los mismos autitos, que muchas veces eran atados con un cordel para ser arrastrados por sus dueños en carreras que podían ir desde el patio doméstico a una vuelta a la manzana. El máximo daño que podían sufrir estos juguetes eran peladuras leves en sus zonas más expuestas, pero su fortaleza les permitía incluso conservar la pintura.
Con colores básicos y acabados metalizados, la pintura era hornada y reproducía los cristales en tonos aluminio, con lo cual el juguete podía mantener su apariencia original durante años. Según los cálculos del fabricante, un Duravit podía durar un promedio de diez años en manos de un niño, proyección que lo convertía en un compañero de toda la infancia y más allá.
La fábrica, instalada en provincia de Buenos Aires, llegó a tener 100 empleados en la década del 60 y produjo más de 40 modelos basados en vehículos reales de la industria automotriz argentina, incluidos camiones, bólidos del Turismo Carretera como el famoso Trueno Naranja campeón con Carlos Paireti, y también maquinaria agrícola y vial, ya que el catálogo contemplaba motoniveladoras, excavadoras y tractores.
A fines de los años 70 la política económica de la dictadura militar condujo a Macchiavelo a una dura crisis de la que solo pudo sobreponerse entrados los años 80. En esos tiempos, la importación de juguetes de bajo costo planteó una competencia despareja que obligó a Duravit a sobrevivir con capitales propios e incluso bienes personales de su propietario.
Recién en el retorno democrático, mediante nuevas reglas de juego, la marca de juguetes más famosa de la Argentina recuperó competitividad con una renovación de modelos que incluyeron reproducciones del Renault Fuego, el Ford Sierra y la nueva serie de las pick ups Ford F100, con una pátina de colores pastel y ruedas más anchas que se adecuaban los cánones estéticos del momento.
La empresa fundada por Ricardo Macchiavelo estuvo a punto de naufragar en otras ocasiones, pero sus hijos y los colaboradores más cercanos condujeron el negocio por los caminos adecuados y en la actualidad la marca Duravit sigue existiendo como un clásico del mercado de los juguetes. Eso sí, ya no se fabrican en la añorada goma vulcanizada.
Un juguete, un tesoro
La cotización de los juguetes Duravit se encuentra en alza permanente desde hace por lo menos 20 años. Un ejemplar en buenas condiciones, aún con detalles de pintura por el uso, oscila en la actualidad entre los 20.000 y 80.000 pesos, según el modelo del que se trate.
Los hay de todas épocas y colores, desde Renault 12 hasta Chevrolet Brava, pasando por Torino, Falcon, Chevy, maquinarias rurales e incluso autos de carrera que fueron famosos en los años 60 y 70. Entre ellos, los más apreciados son las versiones “Liebre” de Turismo Carretera, los Falcon “Angostados” de la misma época y el “Trueno Naranja”, un prototipo con motor Chevrolet que sorprendió al país en 1969, cuando Carlos Pairetti ganó el campeonato de TC con ese vehículo que había nacido como Ford, pero que se convirtió en Chevrolet gracias a la flexibilidad de los reglamentos de aquel entonces. Un “Trueno” del 69 en regular estado se halla a la venta en la página web más famosa, a unos “módicos” 89.000 pesos. Así que los niños de ayer que aún conservan sus Duravit en algún estante, sépanlo: son dueños de incunables cuyo valor supera la carrera inflacionaria.