Rubén Bareiro Saguier o “la paloma de humo que levanta vuelo desde la mano”
Por Rodrigo Galarza
Especial para El Litoral
Ni más de la mitad de una vida transcurrida fuera del país donde nació, bastó para que nuestro asaltante de hoy dejara de escribir desde/sobre su amado Paraguay. Podría afirmarse sin temor a equivocarse que Bareiro Saguier siguió respirando los aires de su tierra (“…roja y agrietada / mis innumerables sangres enterradas”), aunque los de París le permitieran vivir y forjar su propio destino literario; aunque Francia le diera la oportunidad, paradójicamente, de reconocer desde otra mirada a su país.
Su doble experiencia de exilio, la primera voluntaria, de 1962 a 1971; y la segunda forzosa tras dos meses de cárcel en 1972, que le costó la expulsión por parte de la dictadura de Stroessner, le llevó a escribir poemas de diferentes hallazgos pero todos atravesados por el dolor de la persona avasallada, la nostalgia de la tierra natal, las mudanzas interiores y exteriores, lejos de los incendios amorosos de las composiciones de los años cincuenta.
Rubén Bareiro Saguier pertenece a la generación de escritores paraguayos posteriores a la de Hérib Campos Cervera, Gabriel Casaccia, Hugo Rodríguez Alcalá, José María Rivarola Matto y Augusto Roa Bastos. El autor de “Ojo por diente” se integra, generacionalmente, en el grupo de escritores hispanoamericanos formado por los mexicanos Salvador Elizondo y Fernando del Paso; los argentinos David Viñas y Manuel Puig; los peruanos Enrique Congrains Martín y Alfredo Bryce Echenique, el venezolano Adriano González León y el chileno Jorge Edwards.
Nuestro asaltante de hoy fue un gran defensor de la lengua guaraní, de la cual dirá lo siguiente: “Yo lamento no poder escribir en guaraní porque fui formado en la cultura colonialista; no tengo capacidad para escribir en esa lengua, pero apoyo con todo fervor a quienes lo hacen porque es la lengua propia del Paraguay”. Palabras sustentadas con la publicación en 1984 del libro “Literatura guaraní del Paraguay”, en el que realizó una exhaustiva aproximación al “Ayvu Rapyta” de León Cadogan.
La breve pero significativa obra poética de Bareiro Saguier se resume en tres poemarios centrales: Biografía de ausente (1964), A la víbora de la mar (1974) y Estancias, errancias y querencias (1982).
A la víbora de la mar presenta una llamativa modalidad cercana al haiku japonés. Al respecto, el propio autor declarará lo siguiente: “La estructura que vertebra los poemas está más próxima a una construcción propia al guaraní que al español. En vez de obedecer a una trayectoria lógico-discursiva, propia a las lenguas occidentales, opera por un sistema de síntesis, tal como hace el idioma aborigen. Un lexema semántico es modificado por ‘afijos’ indiciales, no como resultado de un proceso reflexivo, sino en un movimiento concéntrico que presupone nociones insertas en un contexto expresivo. No existen, por lo general, los elementos de enlace que trazan el itinerario de la consecución lógica. El paso de una proposición a otra —como en el guaraní— no se realiza por progresión dialéctica, sino que presupone un mecanismo interno de sugestiones acumuladas”…
¡Salud, poesía y libaciones!
Muestrario mínimo
Carta filial
Tu palabra borbota
Junto a la sal y el papel
Tu corazón de música
Crepita entre la leña
De entre las brasas brota
Crece del fuego, llega
Este río de pasto
Una canción dormida en tu regazo
El guardapolvo de agua
La lengua del azúcar
Al fondo
Los mismos campesinos
Bordan los mismos surcos
En una tierra vieja
Cansada de semillas
Más atrás
El retrato de abuelo en marco oval
El de papá en el marco de la puerta
En el patio
En los muros
En el cielo
Y en su caballo zaino
Pero has vuelto a tu carta
Con aroma de leño
Al íntimo registro civil afectuoso
(Que ha nacido
Que ha muerto
Que ha casado
La fiesta del bautismo)
La historia en miga fresca
Yo pienso en tus palabras
Yo pienso en el follaje
Constelado de pájaros
Los labios del cariño
[han escrito mi piel
Lo sé
Pero me gusta oírtelo de nuevo
Entre el fogón y el día
Una paloma de humo
Levanta vuelo
Desde tu mano
Tríptico con otoño
I. Se me caen las calles amarillas
Me transitan las hojas amarillas
Y en un vaso de aguas amarillas
Lentos peces de asfalto me navegan
Una lluvia intimísima
Ennegrece mis ramas
Inaugura mi mano
Una cuerda rascada
Un puerto sin asilo
II. El vuelo de la noche
Me devuelve los ojos
Y hay un trino de casas
y hay un río de cielos
En esta mi provincia de mis huesos
Valle del aire triste
Y el azul imposible
III. Veleta para el sueño
Una cigarra estática
Carne tibia y solar
Granero del tiempo más plomizo
Cuando el cielo se achica
Y se achican los días
Tu tibieza me busca
Y una espiga te encuentra
No la cápsula hidrópica
IV. Sino el cántaro henchido
O la pulpa cuajada
La ráfaga del beso
La lengua azul
Y el vino tan reciente
Tú en la cima del viento
En musical resina
Desnuda de cenizas
Inminencia
Las diamelas rebotan contra
[los lapachos
Está la primavera llegando.
Ancestral
La tierra roja y agrietada
Mis innumerables sangres
[enterradas.
En medio del camino
Higo del mediodía, ¡cómo huele!
Río del mediodía, ¡cómo duele!
Infancia
El tren y el viento pasan debajo
[de tus ojos
El río por dentro.
Descampado
Bajo las estrellas, con un
[ojo apagaba el cielo
Con el otro soñaba.
Devenir
Las vacas con ojos alimonados
surcen el día con sus mugidos.
Las vacas rumian la memoria.
Tristeza
El ojo se llena de sombras
La marea baja.
Separación
Qué cosa más extraña
estar vivo bajo el árbol oscuro
[de la distancia.
Biografía
Y cuando llegue al corazón de la cebolla / no me quedará sino la
[humedad en los ojos.
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