Se cumplieron ayer 200 años del Tratado del Cuadrilátero, firmado el 25 de enero de 1822 en la ciudad de Santa Fe, por las provincias de Santa Fe, Buenos Aires, Entre Ríos y Corrientes.
En este bicentenario, y en medio de tanta desunión, discordia y enemistad política que, incluso, contamina las relaciones sociales y familiares, bueno es recordar el tratado de las cuatro provincias y valorarlo como un paso fundamental en el progreso institucional de la Argentina, que se llevó a cabo transitando un camino que no fue ni breve ni sencillo.
Con esas palabras, un lector del diario La Nación, Manuel R. Trueba, recordó en las últimas horas un paso clave dado por nuestra región para avanzar en acuerdos superadores y que definitivamente hacen falta ahora para reforzar los cimientos institucionales de la Argentina.
En un contexto difícil de nuestro proceso histórico, el Cuadrilátero (que aun con las limitaciones que se le pueden adjudicar —por ejemplo, su parcialidad geográfica— es uno de los pactos preexistentes aludidos genéricamente por el Preámbulo constitucional) contribuyó a la unión y a la paz, así como a la conformación del Estado argentino y la sanción de la Constitución nacional. Ello fue posible sobre la base de la concordia y de grandes acuerdos nacionales dirigidos a un proyecto de país democrático, republicano y federal.
El Tratado del Cuadrilátero fue un pacto firmado el 25 de enero de 1822 entre representantes de las provincias argentinas de Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes. El tratado buscaba ser un pacto ofensivo-defensivo entre las provincias firmantes ante un ataque luso-brasileño desde la Banda Oriental, lo cual era visto como muy probable. También quería establecer la paz luego de la derrota del caudillo entrerriano Francisco Ramírez, que en 1821 había invadido Santa Fe y Córdoba, sin éxito.
Fue firmado por Francisco Fernández de la Cruz, por Buenos Aires; Juan Francisco Seguí, por Santa Fe; Casiano Calderón, por Entre Ríos y Juan Nepomuceno Goitía, por Corrientes.
El pacto establecía:
La paz y unión de las cuatro provincias y una alianza ante una posible agresión extranjera, de españoles o portugueses (y brasileños).
La libre navegación de los ríos para las provincias firmantes.
El retiro de los diputados del diminuto congreso de Córdoba.
Cualquiera de las provincias contratantes podía convocar un congreso cuando creyese llegada la oportunidad conveniente.
La alianza de Buenos Aires con las provincias del Litoral, asegurada mediante subsidios a los gobiernos, también —hay que decirlo— le dio oportunidad a Buenos Aires de neutralizar al gobernador cordobés Juan Bautista Bustos.
Pero es muy importante subrayar que el Cuadrilátero es muestra cabal de que cuando se lograron consensos superadores de diferencias la Argentina fue para adelante, no retrocedió.
Los países que no conocen su historia no crecen ni tienen futuro.