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El cambiado paso de las Paso: antropofagia de la legalidad

Por Mario Midón*

Especial para El Litoral

En los últimos días cobra voltaje propio el tema de la no realización de las Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (Paso), modalidad que contemplada en la legislación vigente debiera realizarse en el curso del año que viene para que cada partido político elija a los candidatos que ofrecerá a la sociedad en los comicios nacionales que deben celebrarse en 2023.

Primero fue un rumor, ahora aparece la iniciativa de un legislador afín al oficialismo gobernante propiciando en lo inmediato el fin de la práctica electoral que venía rigiendo, en forma ininterrumpida, desde 2011 hasta la fecha.

No discuto el sentido del proyecto en lo tocante al derecho que tiene todo Estado a darse el programa electoral que juzgue apropiado, sino su oportunidad.

Recuerdo que de todos los temas políticos, el de la materia electoral, tiene una relación directa con el tema de la representación política. Ello porque, como se ha dicho, las reformas electorales no son neutrales en sus efectos. Implican siempre  ganadores y perdedores. Nunca pueden ser el resultado de la imposición unilateral de un gobierno o siquiera de un pacto entre dos o tres partidos con mayoría suficiente. Requieren unanimidad o consensos muy amplios, tanto entre los partidos como en el seno de la propia sociedad. Se trata de cuestiones de Estado que trascienden el nivel de los temas ordinarios  de gobierno, de las diferencias programáticas o de las conveniencias transitorias de los partidos.

La identificación de la problemática podría sugerir que la adopción de determinaciones unilaterales en la materia, es cuestión que escapa al pulso de los derechos del hombre de carne y hueso. Nada más alejado de la realidad. En el fondo de este asunto lo que se discute no es otra cosa que la aptitud electoral de la sociedad para seleccionar a sus representantes a través de un mecanismo preestablecido. Elegir y ser electo. Vaya derechos.

Un modelo inspirado en los patrones del Estado de Derecho recuerda que es antítesis de sus prácticas alterar las reglas del juego luego de que fueran aceptadas por todas las partes. Es decir, suprimir las convenciones que hacen a la seguridad, certeza, generalidad y certidumbre que una materia reglada admite.

Superando cualquier atisbo de consenso, a caballo de la ley del número, se puede hacer todo. Incluso deslegitimar lo que puede lucir como lícito. Ese es el caso, porque todo indica que al actual oficialismo hoy no quiere participar en esos comicios.

Si el modus operandi del Gobierno pasa por inaplicar las normas que, según su lectura, no le vienen a gusto, cualquier exceso podría darse en el devenir. Hoy con las Paso, mañana toqueteando el Código Electoral, en otro momento —como ya ocurriera— apadrinando candidaturas testimoniales y porqué no, instaurando el sistema de lemas como lo han establecido en varias provincias. Si con esto no basta, hay un apetitoso menú de absurdidades para el vicioso objeto. En tren de ellas que al intento derogativo no escapen la ley de acefalía, la de coparticipación federal y la que organiza el Poder Judicial (!) al fin y al cabo, tramita por cuerda de estas desventuras el incremento de miembros de la Corte.

Mucho me temo que el paso de las Paso viene cambiado. Es una muestra del fenómeno de antropofagia de la legalidad. Vernácula creación que auspicia devorar la ley con otra ley,   generando  inconsecuencia y la mayor discreción posible para el poder. Al fin y al cabo, las reglas son para los demás. No para los propios.

* Constitucionalista.

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