¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

PUBLICIDAD

“Alfonsín vivía la política como algo ético y la democracia como diálogo”

Por El Litoral

Domingo, 27 de noviembre de 2022 a las 01:11

La película Argentina, 1985 abrió la posibilidad de volver a poner en discusión la trágica realidad de los años de la dictadura militar (1976-1983), nos recordó la importancia del presidente Raúl Alfonsín en esos años, el valioso trabajo de la Conadep y la tarea de la Cámara Federal de Apelaciones en el juzgamiento de las violaciones a los derechos humanos cometido por las fuerzas armadas.
La película está inspirada en la historia real de Julio Strassera, Luis Moreno Ocampo y su joven equipo jurídico que se atrevieron a acusar a los integrantes de la cúpula de la dictadura militar argentina.
Una de las polémicas que posibilitó la obra pasa por el punto de vista, por el abordaje del tema: ¿es una ficción o una película que debe ser fiel a los hechos históricos cuyo resultado es un film cercano al documental?
Sus autores sostienen que se trata de una ficción, es decir, la película realiza un recorte histórico a los fines narrativos del cine, pero por otro lado están quienes ven un film plagado de imprecisiones sobre un hecho central en la vida institucional, no cuenta desde el rigor de los datos y piden un film más cercano al documental.
Quizá el momento más alto en ese debate lo dio un intercambio de notas entre Santiago Mitre, director del film, y Roberto Gargarella, un especialista en derecho y parte del equipo de Carlos Santiago Nino, cerebro del diseño legal del juicio (https://bit.ly/3gy1YJn).
Goyo Pomar tuvo un rol importante durante el periodo que va desde los momentos previos al golpe del 76 por su pedido de baja el 22 de marzo de 1976 materializado en un texto que preanuncia del horror por venir.
Lo que vino después sabemos fue un quiebre en la cultura política nacional, ya que desde el Estado se llevaron adelante secuestros, torturas y asesinatos perpetrados en centros clandestinos de detención. Estos antros del horror fueron lugares donde se estableció la burocratización de la muerte, como lo vio Hannah Arendt con su concepto de “banalidad del mal”, allí se realizó “la fría racionalidad de la muerte”.
El presidente Alfonsín entendió que esto no podía quedar impune y llevó adelante el juicio a las Juntas.
Aquí presentamos la opinión de Pomar, persona muy cercana el presidente Alfonsín, y que además reflexiona sobre la política y la democracia.

—¿Fuiste secretario de Alfonsín?
—No. Yo fui secretario del Comité Nacional de Alfonsín presidente, y después lo acompañé en muchos viajes, en muchas giras. Antes de asumir también estuve acompañándolo, aunque en ninguna función específica, sino como acompañante para organizar las reuniones en los lugares donde llegábamos. En las provincias se veía mucho entusiasmo, afecto, la emoción de la gente cuando llegaba Alfonsín, era impresionante. 
—Sé que viste Argentina, 1985. ¿Qué te pareció?
—Bueno, es contradictorio, lo que uno siente primero o que le nace inmediatamente es la mezquindad que tuvieron, cuánta cosa no dicha, cuánta cosa oculta, olvidada o salteada. ¿Podemos mencionarlas?
—Sí, por favor.
—Por lo pronto, a Luder no acompañando la decisión de no aceptar la autoamnistía; el peronismo no acompañando la formación de la Conadep. Se trataba de un archivo del país, que usara como base, y eso lo dice Strassera, del juicio.
—Alfonsín promovía justamente no olvidar, realizar un juicio y sobre todo no aceptar la ley de autoamnistía y Luder se opuso a eso.
—Y Luder se opone y consiente la Ley de Amnistías. Pero vuelvo a la importancia de la Conadep porque creo que es una de las cosas más importantes de ese momento. El mismo Strassera dice que lo que pudieron hacer, lo que hicieron, fue por el trabajo previo de la Conadep, si no, no hubiesen podido argumentar y documentar todas las cosas que probaron. Por lo tanto, la acusación se hizo a partir de lo hecho en la Conadep. 
—¿Qué te pareció como trató la película a Tróccoli?
—Realmente es una mezquindad, te diría que es un cretinismo, porque es una barbaridad. Yo lo conocí mucho a Tróccoli y era un hombre íntegro, es un hombre que, independientemente de su posición, fue absolutamente consecuente con Alfonsín, absolutamente leal porque era su forma de ser. Era ministro del Interior y su gestión posibilitó la formación de la Conadep dando todo el apoyo estructural a la Comisión. Facilitó el acercamiento de testigos que había que llevar desde todo el país para el juicio en Buenos Aires, de manera que es una barbaridad lo que dice la película.
—Los hijos ahora están reclamando judicialmente a los productores y guionistas.
—Sí, y me parece muy bien. Todo lo que tiene la película, a uno le produce esa primera sensación cuando la ve, es que parece muy barato que se haya hecho intencionalmente. 
Creo que se focalizó en una cosa de ficción sobre la figura de Strassera, un tipo que era hasta ese momento anónimo, en fin.  Porque si quisieran ocultar a propósito la responsabilidad del peronismo y algunas otras cosas o lo de la Conadep y lo de Tróccoli, la verdad que le salió muy mal, porque a partir de la película estamos discutiendo de la película y lo que pasó.
Además se ha aportado información detallada de todo lo que vino, lo que había pasado antes, durante y después. Entonces, si lo que se quería era que el juicio de la junta quedase como un episodio protagonizado por un fiscal y su ayudante, donde ni siquiera tienen mucho protagonismo los camaristas que fueron los que terminaron escribiendo la condena, la verdad que salió muy mal y felizmente estamos discutiendo esta película, porque si no hubiesen hecho la película no estaríamos hablando de esto.
—Y la figura de Alfonsín, queda desdibujada, es representada apenas en una voz.
—Sí, pero Alfonsín no necesita eso. Alfonsín no necesita aparecer en la película para que se lo reconozca. Fijate el punto de inflexión en la historia argentina: ganó Alfonsín, ganó el radicalismo, pasó lo que pasó, fue el juicio de la Junta, pasó lo que pasó. Ganaba Luder, se aceptaba la autoamnistía, no había juicio a la junta, quedaba impune, absolutamente impune ese gobierno militar. Pero, además, quien te dice, si no hubiésemos tenido otros golpes militares. Lo que pasó en ese juicio fue que los responsables de las interrupciones institucionales con las consecuencias sangrientas, en este caso, pagasen su culpa. A partir de ahí, no es más gratis un golpe de Estado en Argentina. Además del repudio a la sociedad, la movilización popular, de todos los partidos a la plaza de Mayo en Semana Santa. Todas esas cosas pasaron a partir de ese juicio.
—El 15 de diciembre del 83, Alfonsín como jefe de Estado ordena el juicio de los integrantes.
—Y el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas no actúa y se lo reemplaza.
—Va de la justicia militar a la civil; este es un gran paso de Alfonsín.
—Sí, Alfonsín había determinado que la instancia de apelación del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas fuese la Cámara Federal de Apelaciones. Al no actuar la primera instancia, al no hacerse cargo del juzgamiento de sus pares, que hubiese significado la limpieza moral para las fuerzas armadas en forma inmediata, que ellos se juzguen y que ellos condenen, que las mismas fuerzas digan “hicimos una barbaridad”, “esto que hicimos no se puede repetir”. A raíz de eso es que no es arbitrario que pase a la Cámara.
—La mente jurídica fue de Carlos Santiago Nino y la decisión política de Alfonsín permitió el juicio a las Juntas.
Lo que permitió que eso pase y tantas otras cosas que fueron pasando.
—¿Cuándo pediste la baja y por qué?
—El 22 de marzo de 76, y el 24 se produjo el golpe. La noche del 23 al 24 se produce la toma del poder, pero el 22 había habido muchas reuniones con oficiales que no estábamos de acuerdo con que se produzca eso. Esos días previos vimos qué se podía hacer para inhibirlo, imposibilitarlo, además con la limitación de que no debían producirse episodios de violencia, teniendo ya destruida, casi desarmado el accionar de la guerrilla. Estas cosas resonaban en ese momento. Y llegó el momento y no había más, estaba yo solo, tenía una compañía grande con muchos suboficiales, mucha tropa.
—¿Qué grado tenías? ¿En qué términos pedís la baja?
—Teniente primero. Pido en términos críticos a lo que estaba haciendo el ejército. Este hecho determinó y justifico una sanción disciplinaria más que nada para sacarme de circulación, sacarme de los cuarteles en ese momento. El 22 de marzo pido la baja y la justificación fundamental es que no era necesario un golpe, una intervención de las fuerzas armadas haciéndose cargo del Poder Ejecutivo interrumpiendo las instituciones del país con una guerrilla que ya estaba, por el mismo accionar de las Fuerzas Armadas, prácticamente desarticulada.
Sobre las fiestas del año de ‘75 intentaron el copamiento del arsenal “Domingo Viejobueno” y ahí comprometieron el 100 % de las tropas que tenían.
(Nota del editor: El 23 de diciembre de 1975, el Ejército Revolucionario del Pueblo fracasaba en el intento de copamiento del Batallón de Arsenales 601 Domingo Viejobueno. La acción arrojó el mayor número de bajas en la historia de la guerrilla argentina).
Hubo una filtración y los estaban esperando, por esto la organización irregular quedó desarticulada. Había, por supuesto, posibilidades de hacer atentado, había posibilidades de generar perturbaciones pero de ninguna manera hacerse cargo del poder, que era el objetivo original de estas fuerzas irregulares. Entonces, no era necesario (el golpe), pero además las fuerzas armadas, rompiendo el sistema institucional, pasaban a ser una fuerza tan sin derecho como las fuerzas que estaban enfrentando.
—Esto es premonitorio, ¿no?
—Bueno, en realidad adelantan un escenario porque, además, fíjate que se utiliza como justificación para perseguir a adversarios políticos, para perseguir sindicalistas, algunos tendrían algo que ver otros no, pero nunca sabremos, nunca sabremos. Pero lo cierto es que lo dije y a la vez no podía evitar esto, lo que pude fue evitar es ser parte de esto.
—¿Y qué hiciste después?
—Salí del ejército con 29 años siendo muy formado en lo profesional. Me pongo a trabajar en Buenos Aires en una empresa arrocera (de Corrientes) que se llamaba Plinar, de Hidalgo, Castillo, Branchi, a quienes estoy eternamente agradecido porque la verdad es que se me abrió una puerta luminosa frente a mí. Después seguí trabajando en Corrientes. Mi viejo no tenía fortuna, ni posibilidad de ayudarnos económicamente, mis suegros tampoco, de manera que o yo inventaba qué hacer con una cantidad de aptitudes militares, pero ninguna otra. Ni título, ni formación, nada. Así que, bueno, estuve trabajando hasta fin de ese año en Buenos Aires en una distribución de arroz que ellos tenían.
Después me vine a Corrientes y estuve trabajando en una cantidad de cosas, hicimos una arrocera con mi amigo Ernesto Buscaglia, plantamos arroz en dos años, con suerte de regular para abajo, estuve administrando el campo de un familiar que había comprado en Scorza Cue y demás, tuve actividad inmobiliaria, varias cosas, en lo que podía, lo que se iba presentando; una empresa de transporte de mudanzas.
—¿Y cuándo llega la política?
—Cuando vine a Corrientes lo fui a ver a Armando Romero que era el presidente de Renovación y Cambio, el movimiento de Alfonsín en todo el país, para decirle me estaba radicando en Corrientes y que quería trabajar y aportar en el movimiento que él estaba conduciendo en ese momento, de manera que ahí empezamos a trabajar cuando empezó a abrirse la actividad política en el 81, muy clandestinamente. Después empezamos a hacer reuniones de la multipartidaria en distintos lugares. Viajaba a veces en grupo, a veces nos separábamos para ir uno a Bella Vista, otro Saladas por ejemplo, hacíamos reuniones con dirigentes de los otros partidos. Cuando se convocó a las elecciones hubo un proceso de elección interna primero, de modo que hubo un trabajo de afiliación muy intenso. Con Alfonsín afiliábamos con mucha facilidad, porque venía con una imagen muy levantada.
—¿Qué crees que queda de ese tiempo? ¿Cuáles son los valores que estaban en juego? ¿Qué valores quedaron?
—Pasados los primeros momentos, los de mayor dificultad, la gente naturalmente pretende un poco más, pero el objetivo principal que se planteaba Alfonsín y todos éramos conscientes de eso, era consolidar la democracia. Papá era muy allegado a Borrás, Alfonsín, Carranza, Germán López, toda esa camada de dirigentes radicales; entonces, participé en reuniones que se hicieron después de elegido Alfonsín, en un departamento de Jaunarena, cerca de la Recoleta, cerca de la avenida Quintana, un departamento grande, vacío y donde hacían reuniones con la gente que iba a trabajar en el equipo de defensa. Papá iba a ser secretario de asuntos castrenses, estaba Jaunarena, y “Pepe” Lladós. Allí trabajaban un montón de gente que asesoraba, muchos juristas sobre todo, sobre cómo proceder este asunto de los juicio a la junta que lo tenía decidido Alfonsín, y hasta donde se llegaba. Alfonsín decía “tenemos que llegar hasta dónde podamos, esto que estamos por hacer ya es un riesgo para la democracia”. 
—¡Qué debate ese!
—Un debate tremendo, porque era lo que éticamente se sentía como necesario, pero absolutamente inconveniente avanzar un milímetro más de lo posible, por lo que significaba como riesgo a perder la democracia que estaba todavía naciendo. Se hizo juicio a la junta, se avanzó, y se juzgó simultáneamente —cosa que tampoco aparece en la película— a todas las cúpulas guerrilleras, se los condenó, y esto es “mala leche”, porque al final de la película en unas letritas muy efímeras dice, “después vinieron las leyes del perdón”. Después no vinieron las leyes del perdón, después vino el indulto de Menem, que indultó a todo el mundo y después Kirchner suspende los indultos, anula los indultos de las fuerzas armadas, pero no de los guerrilleros. Así que, todo eso que es una cosa amañada, de difícil explicación, por lo menos desde el punto de vista democrático.
—En Alfonsín podemos pensar a la política como algo ético, me parece.
—La política como algo ético y la democracia como diálogo, fíjate cuánto estaríamos necesitando ahora eso.  Cuando tenemos esta avalancha de denuncias y cosas que tienen que ver con la corrupción, con intereses absolutamente marginales de los intereses realmente nacionales, de la gente, las deudas de una democracia que está por cumplir 40 años. Es realmente muy poco justificable que no consigamos entender una forma de superación que no es otra que el diálogo.
—El juicio a la Juntas fue posible con un liderazgo como el de Alfonsín.
—Con un liderazgo, consignas claras y con una sociedad que acompañó. Después tuvimos problemas con lo económico, pero ese no era el objetivo, el objetivo original era entregar el gobierno a otro presidente constitucional después de tanto tiempo.
—¿Cuándo dejaste de hacer política? ¿Sos afiliado?
—Claro que soy afiliado y dejé la política hace unos años, pero acompaño y participo cuando puedo en algunas cosas. 
—¿Cómo viviste la entrega anticipada del poder?
—En primer lugar, desde el año, desde que me fui a Buenos Aires convocado por Alfonsín, se estaba debatiendo en la sociedad y en todos lados si Alfonsín entregaba o no anticipadamente el gobierno.
Fui a la quinta presidencial y le dije: “Presidente, yo preferiría que usted no entregue el poder hasta que no termine el mandato”. “Pero vos sabés lo difícil que es, no podemos ver sufrir la gente, vamos a tener problemas, va a haber daños mayores, me está pidiendo la CGT, el presidente (entrante) me dice que estoy listo para gobernar”. 
“Entonces sepa que, decida lo que decida, el radicalismo de Corrientes lo va a acompañar en la decisión que tome”. Me dio un abrazo, quedó contento. Entregó el gobierno, se fue de la Casa de Gobierno y empezó a hacer política en un local de la calle Ayacucho 132, un lugar que había sido un viejo comité. Entonces me convoca a que vaya a trabajar y me fui. Y me aparté mucho de la actividad política en Corrientes, entonces. Por supuesto que acá seguíamos teniendo un movimiento que funcionaba, gente que trabajaba en coordinación, pero yo cada vez menos. Entonces cumplí esa función que para mí era, en primer lugar, una caricia para el alma, acompañar Alfonsín en la intimidad, durmiendo en habitaciones de hotel, o cuando llegábamos a una provincia o en la casa de algún amigo también juntos resultó inolvidable. 
—¿Cuál fue el momento más duro que tuviste con Alfonsín? 
—Y, la verdad que nunca pensé esto.
—¿Y el más feliz?
—Todos, porque estaba conviviendo con un tipo que ya había hecho historia, seguramente hay un montón de gente que no comprende lo que sentía en este momento, pero la verdad que fui su amigo, estuvimos conversando de igual a igual, contando todas sus cosas. Imaginate, además no era contemporáneo mío, Alfonsín era mucho mayor que yo obviamente, exactamente veinte años.

Últimas noticias

PUBLICIDAD