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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

Dorian Milei presidente y un punto a favor para Corrientes

Por Emilio Zola

Especial

Para El Litoral

Dorian Gray se mira al espejo y se ve poderoso, bello, un portento de la raza humana encumbrado por miles de admiradores. Este escriba comparó en su columna de ayer la obra de Oscar Wilde con el ascenso de Javier Milei al olimpo de los elegidos, motorizado por un deseo de cambio que no se basó en las propuestas, sino en la repulsión que el gobierno saliente produjo en el grueso de una ciudadanía decepcionada, enojada y embaucada.

Los “sin futuro” que corren en moto llevando manjares ajenos votaron por Milei, los antiperonistas votaron por Milei, los estudiantes que no pueden pagar sus pensiones votaron por Milei, los negacionistas de la dictadura votaron por Milei, los inversionistas de la informalidad votaron por Milei, los cosplayers (por definir de alguna manera a una heterogénea masa de electores en la que confluyen freakies y antisistemas) votaron por Milei.

Pero por sobre todo, el 55 por ciento de los argentinos no votó a favor de algo o de alguien, sino en contra. En contra de Cristina, en contra de Alberto, en contra de los “gordos” del sindicalismo rancio, en contra de un Estado mórbido y, por supuesto, en contra de la inflación que nunca pudo controlar el ministro de Economía Sergio Massa, el mejor de los candidatos que pudo presentar el oficialismo pero, al mismo tiempo, el menos creíble de los peronistas competitivos.

Por algo el Gringo Schiaretti se había cuidado tanto de inclinar el fiel de la balanza a favor del tigrense. Por algo su heredero, Martín Llaryora, se negó a pronunciarse claramente por una opción que, ideológicamente, era considerada compatible con la filosofía centroderechista del peronismo clásico que gobierna la Docta.

Solamente tres distritos del país le dieron la espalda al presidente electo, Javier Milei, quien ahora se mira al espejo frente a la disyuntiva existencial de caminar hacia la oscuridad de sus propuestas distópicas o moderarse para evitar una confrontación con los sectores que podrían reaccionar frente a sus medidas de gobierno. Los docentes enrolados en la escuela pública, los científicos del Conicet, los realizadores del Inca, la industria nacional, los liderazgos territoriales, los sindicatos más legitimados por una representación genuina como es el caso de los metalmecánicos. Todos ellos engloban a los ciudadanos que se aferraron hasta último momento a la ilusión de un Estado proteccionista, aunque la caja pública no diera para más, con las reservas en rojo.

Atrás quedan los errores de la soberbia K, las vacilaciones del presidente que nunca fue, Alberto Fernández, la corrupción de Hotesur y de Lázaro Báez, la educación pública en crisis, los hospitales sin insumos y una sucesión de errores cometidos por la clase política que había tenido el control de los mandos públicos hasta el histórico balotaje de un domingo bisagra, para bien o para mal, inolvidable.

¿Elegirá Milei el rostro de la bondad del Dorian Gray admirado por la sociedad londinense del siglo XIX? ¿O se animará a descubrir el retrato de la decrepitud, símbolo de una involución que podría significar la pérdida de derechos sociales conquistados a lo largo de décadas por el pueblo argentino, desde el voto secreto de Sáenz Peña, pasando por las universidades gratuitas de Yrigoyen, hasta el aguinaldo de Perón?

El tiempo dirá. La gente se pronunció y no queda más que respetar el pronunciamiento cívico. Aunque hayan cobrado verosimilitud las hipótesis del autoritarismo, la escalada represiva y la tendencia a cerrar la brecha de las libertades públicas que permitieron logros como la igualdad de género, el matrimonio entre personas del mismo sexo, la educación sexual integral, entre otros. 

Queda claro que cuando la economía asfixia, los valores espirituales caen derrotados en el ranking de las urgencias. Y en esa escala de prioridades, lo que la gente más quiere es llegar a fin de mes, ganar su dinero sin que suban los precios a cada rato y dejar de pagar tantos impuestos por cada factura emitida. Lo quieren ya y ciegamente, aunque eso implique apagar el espíritu solidario de un sistema institucional inspirado en la justicia social consagrada por la Constitución.

Los fantasmas del ajuste salvaje, de las privatizaciones y de los despidos de agentes estatales ahora andan sueltos y no porque los haya liberado Milei. Sino porque los que se van cometieron tantos desatinos que abrieron la caja de Pandora para la instalación de una opción de ultraderecha que se compara con Trump, Bolsonaro y Georgia Meloni, entre otros líderes manoduristas.

Para cerrar, punto a favor para el gobernador Gustavo Valdés por la posición asumida frente al escenario electoral. El mandatario se cuidó de no emitir opiniones apresuradas y, como buen tiempista, dejó que otros correligionarios (tanto locales como nacionales) movieran las piezas del tablero con una anticipación innecesaria. Dio señales como el reclamo de coparticipación retenida, interpuesto ante la Corte días antes de la segunda vuelta. Y conservó los estribos a pesar de las expresiones condenatorias que el jefe del radicalismo, Gerardo Morales, proclamó en contra de la alianza del “león” con el “gato” y con la “pato”.

Valdés acertó al ubicarse sutilmente en el andarivel del cambio. Aunque el cambio sea una incógnita, a Corrientes siempre le convendrá estar en el lado ganador de la compulsa. Una ventaja que es mérito de un mandatario perteneciente a la nueva generación de políticos, que creció, se consolidó y se mantuvo en altísimos niveles de consenso porque (además de llevar adelante una gestión eficiente) supo entender desde el principio el lenguaje de las redes sociales, del streaming, de los videos shorts y de códigos de interacción que comparte con el ganador del balotaje, quien llegó al poder sin haber pegado un solo cartel con su rostro en los muros del país.

 

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