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Laguna Brava, sus misterios

Domingo, 16 de abril de 2023 a las 01:00

Por Enrique Eduardo Galiana
Moglia Ediciones
Del libro “Aparecidos, tesoros y leyendas”

Vieja y antigua conocida de todos la laguna Brava, camino a San Luis del Palmar. Ubicada en la franja roja que va a morir en la desembocadura del Riachuelo, vestigio de antiguas rocas ferruginosas que miles de años atrás cayeron de los volcanes que formaron la cordillera de los Andes. Se alza orgullosa con sus aguas cristalinas, ha sido testigo de batallas y tantos secretos que aún hoy siguen sorprendiendo a los que pasan en las cercanías, con temor, conocedores de los dimes y diretes populares. 
En otros tiempos, poblada de yacarés, aves acuáticas y juncales, sabía hacerse temer ante los atrevidos que intentaban adentrarse en sus entrañas. Pero el tiempo es desgastante y su resistencia fue poco a poco quebrada. Fueron desapareciendo, con la extensión de la ciudad, sus yacarés primero, luego sus aves. Eso sí, nunca pudieron desentrañar sus secretos. Hasta ahora, que se sepa, las incursiones para explorar su lecho han fracasado; y no es que no lo hayan intentado. La laguna y sus espíritus defienden el secreto de su profundidad: silbidos, sonidos extraños y hasta gritos hacen retroceder hasta al más valiente. Tiemblan los hombres y mujeres cuando los aullidos de la laguna son transmitidos por el viento que encrespa sus aguas. 
Sus misterios comenzaron en el siglo XIX. Cuentan los primeros pobladores del lugar que, entre 1826 y 1833, había una gran chacra perteneciente a un francés de apellido Breard, quien relató lo ocurrido a su compatriota que visitaba la zona. Un carretero que transitaba el camino frente a la laguna observó con asombro que sus bueyes no obedecían a la pica. Arrastrados por una fuerza irresistible, ante la sorpresa del carretero y sus ayudantes, gritos de por medio llamando a los animales por sus nombres como era habitual, no logró detenerlos. Una fuerza endemoniada los llevaba a lo profundo, con su carga de objetos de valor, dirigiéndola hacia el medio de la laguna encantada. Ante el hecho consumado, el hombre y sus empleados se dirigieron a la ciudad de Corrientes en busca de ayuda, pidiendo amparo a la religión. El cura de la ciudad acudió en procesión a conjurar al espíritu maligno, pero fue imposible aún después de rezos y más rezos, recuperar la carreta y su contenido. Desde entonces los habitantes temen pasar por allí de noche y se escuchan todavía el mugir de los bueyes y el ruido de las carretas en sus ejes.
El carretero jura y rejura que vio salir de las aguas un brillante y rojo que entonaba una melodía extraña, triste y melancólica, que lo obligó a taparse los oídos con fuerza para evitar dirigirse a las profundidades. 
La forma de la laguna Brava favorece un poco semejantes cuentos, a los que se suma las supersticiones de los pobladores de Corrientes. Es muy vasta, bastante profunda y toda cubierta de juncos o largas plantas acuáticas. En el medio se alza un islote al que nadie puede entrar, circunstancias que generan mayor fantasía o realidad, según se tome.
Pasaron los años, pero nadie olvida el hecho inicial. Siguen los intentos de desentrañar el secreto de la laguna, algunos más osados incluso, aprovechando la claridad de sus aguas, intentaron sumergirse con equipos de buceo. Salieron huyendo espantados por las palometas.
La laguna cómplice comienza a provocar oleaje fuerte y agresivo, los intrusos se ven rodeados de peces violentos y la marejada extraña provoca terror en los concurrentes. Afirman que ven una luz rojiza que cobra formas grotescas dirigiéndose al osado que intenta llegar al fondo de sus entrañas. 
Por algo, el lugar ha sido elegido por los practicantes de lo oculto para realizar sus aquelarres o reuniones. Como sea, no es extraño ver cuando se transita el camino en los atardeceres, personas sentadas en círculos, con raras vestimentas invocando a demonios, dioses o espíritus. 
Algunos de los concurrentes debieron ser asistidos por profesionales después de las experiencias. Sostienen con firmeza que vieron fantasmas emerger de la laguna y en lo que todos concuerdan es en el color rojo de la aparición, su forma varía en cada relato. 

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