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Cuando cantaba Morán nadie bailaba

Sabado, 06 de mayo de 2023 a las 00:41

Alguna vez, el maestro Osvaldo Pugliese dijo en sorna: “Cuando cantaba Morán murió el bailongo porque las damas querían verlo y escucharlo”.
Es que Alberto Morán tenía una pinta bárbara que con su sola presencia en el escenario bastaba para que ellas decidieran estacionarse en la pista mientras desgranaba “Pasional” de Jorge Caldara, o “El abrojito” de Berstein y el propio Morán. 
Remo Andrea Doménico Recagno nació en Strevi, un  pueblito próximo a Milán, Italia, venido con sus padres a la Argentina a los 4 años de edad, recalando en pleno barrio de Pompeya, Buenos Aires.
De adolescente comenzó a configurar una apolínea figura de casi 1,90 de estatura, buen mozo, de un raro cantar casi como un quejido que sufriendo expresa el canto con peculiar estilo.
Alberto Morán, cantó con la Orquesta de Cristóbal Herreros en el Café “El Nacional”. Buscando voces para la orquesta de Osvaldo Pugliese, los músicos Enríque Camerano, Osvaldo Ruggiero y Jorge Caldara, una noche se llegaron hasta allí para escucharlo y le anoticiaron a Don Osvaldo que andaba buscando un cantor
La aceptación fue inmediata, porque en su estilo particular venía espectacular como contracara de la mítica voz de Roberto Chanel, el mismo que hizo una verdadera creación del tango de J.Canet, “La abandoné y no sabía”.
Cabe acotar que la prueba que le tomó personalmente Pugliese a Morán, se llevó a cabo en los estudios de LR1 Radio El Mundo, llegando a sumar a partir de allí 9 años de desempeño profesional en la orquesta.
Con Pugliese, Alberto Morán registró 54 temas entre los años 1945 a 1954. Como solista forma parte de la agrupación de Armando Cupo, grabando con él 46 veces, entre los años 54 al 59.
Cuentan sus biógrafos, que no estudió canto ni música, dándole con todo a la voz, esforzándose más de la cuenta, lo que deterioró prematuramente sus cuerdas vocales, no obstante aconsejarle Pugliese más de una vez que lo haga a media voz 
Tenía un ídolo al cual admiraba profundamente: Francisco Fiorentino, la voz de Troilo, que al igual que Rubén Juárez, ejecutaba el bandoneón.
Con el primer grupo de músicos no profesional que cantó, fue de Alberto Las Heras, en Palermo Palace”. En total dejó registrados 152 temas. Alberto Morán también ha sido autor, con un importante legado musical: “No quiero perderte” con Camerano. Con Mario Soto “Mientras quede un solo fueye”. Con Reynaldo Yiso “Un tormento”.
Cuenta su abundante historia, que estando en un bar, una noche un borracho le acercó una poesía de un tango mientras le silbaba la melodía para que él lo cante. El tema “Frente a una copa” de Elías Wainer, quien era el portador del tema que Osvaldo Pugliese incorporó a su repertorio.

Preferían no bailar sino escucharlo, verlo, compartir sus penas que en cada tango dejaba su alma.


Muchos fueron los tangos que distinguen el paso de Alberto Morán, pero los más notorios son “Quiero verte una vez más”, “La mentirosa”, “Desvelo”, “El abrojito”, “San José de Flores”, “Bailemos”, “Pasional”, “Mientras quede un solo fuelle”. 
Contaba Alberto Morán referente a su entrega total en cada interpretación: “Lo que le gustaba al público era mi interpretación, vivir cada historia, yo sufría, temblaba, transpiraba, cantaba mejor en el escenario que cuando grabab”.
En estudio todo es perfecto, pero la emoción de sentir al público frente a uno, celebrar cada interpretación, está ausente, sin calor humano. Son dos instantes que llevan la misma partitura, sin embargo al calor de ambos el vivo no se parangona.
Confesó alguna vez, que en sus años mozo cantaba junto a sus amigos con una guitarra amiga, el repertorio tanguero de las letras que traía el Cancionero del “Canta claro”, algo similar al “Alma que canta.”
Escuchaba por radio a Carlos Gardel, Agustín Magaldi, pero su ídolo era Francisco Fiorentino, voz que dejó su impronta a su paso por Aníbal Troilo, y luego conformando la primera Orquesta Tipica de Astor Piazzolla, después de dejar ambos la orquesta de Pichuco.
Alberto Morán con su estilo, que más que cantor era el intérprete de una historia que se baila, constituyó la bisagra que consagra dos estilos diametralmente opuestos: el cantor propiamente dicho de los años 40, y el solista de los 50. 
Ocurre con Raúl Lavié, Jorge Sobral y muchos más que potenciaron al solista dada sus virtudes de expresar más allá de la letra ese algo más que lo consagraron.
Era cierto nomás, como dijo alguna vez Osvaldo Pugliese, cuando cantaba Alberto Morán, preferían no bailar, sino escucharlo, verlo, compartir sus penas que en cada tango dejaba su alma.
 

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