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Matar al monstruo

Domingo, 09 de julio de 2023 a las 01:00

Por Emilio Zola
Especial
Para El Litoral

El monstruo vive en tanto resulta útil para usufructuar del miedo inoculado a la aldea, pero cuando los paletos toman conciencia de que por numerosidad, estrategia o simple convicción autorresponsable pueden cambiar su destino sin tributar al tirano, la misma maquinaria que sirvió para diseñar la criatura se pondrá en marcha para destruirla.
Con Javier Milei está ocurriendo un proceso equivalente a ese ciclo de concepción, utilización y destrucción de los fenómenos sociales creados para inducir a las masas hacia la toma de una posición determinada, con la singularidad de que el líder libertario todavía puede dar batalla porque logró cierta autonomía que le permite mantenerse en un nivel expectante de captación de electores aunque ya no goce de los espacios mediáticos que en su momento coadyuvaron a entronizarlo.
El candidato presidencial de La Libertad Avanza se había tirado varios balazos en los empeines en los últimos meses, pero su propuesta de dolarización logró instalar un debate ciudadano sobre los métodos más eficaces para erradicar la inflación, mérito que lo destacó entre los demás aspirantes por la simple razón de haber esbozado una propuesta con visos de viabilidad, quiméricamente conectada a los recuerdos remotos de aquel 1 a 1 de la convertibilidad menemista.
Ahora no se trata de legalizar la venta de órganos o de hablar con perros fantasmas. El hombre de la melena ensortijada quedó en el centro de todas las sospechas luego de que Juan Carlos Blumberg, el referente de derecha que ganó fama a partir del secuestro y muerte de su hijo Axel, reveló sin pelos en la lengua que el espacio libertario vendía candidaturas a razón de 50.000 dólares por espacio en las listas que se presentarán en las elecciones Paso.
A caballo de la denuncia mediática lanzada por el falso ingeniero Blumberg (en su momento de mayor popularidad hizo gala de un título inexistente) se viralizaron chismes sobre un supuesto acuerdo de Milei con Sergio Massa por medio del cual el primero colocaba en sus listas a delegados encubiertos del actual ministro de Economía para que, en caso de llegar al poder, el tigrense aumente su base de sustentación política en los distritos de bonaerenses.
De inmediato comenzaron a cerrarse las puertas para el “León” libertario en los canales de televisión donde hasta hace muy poco era recibido con brazos abiertos para dirigir enfáticas diatribas contra la clase política tradicional, esa construcción simplista y fútil llamada casta, dentro de la cual supo englobar a los referentes de la partidocracia nacional. Ni Viviana Canosa, la conductora de la eterna impostación indignada, quedó de su lado para arrojarle un cabo salvador en medio del tembladeral.
El viento de cola que venía disfrutando el porrudo (término que vale para referirse a la apariencia capilar del personaje como a su tozudez para insistir en la sinrazón) cambió de cuadrante en un abrir y cerrar de ojos porque así lo quisieron tres o cuatro caporales de los poderes corporativos cuyos negocios prosperan en función de medidas gubernamentales adoptadas por vicarios que ellos mismos ayudan a instalar en los espacios de decisión.
¿Milei no conformaba al establishment? Podría decirse que no. Nunca fue confiable. Simplemente ofició de instrumento para extremar las doctrinas libremercadistas con una posición que, por salirse de los cabales lógicos de un estado de derecho (eso de andar quemando el Banco Central no cuaja en ningún modelo, cualquiera sea su matriz ideológica), permitió que lo que antes era resistido por configurar una receta de alto costo social hoy sea aceptado como una alternativa razonable en comparación con ideas dislocadas como la supresión de la educación pública.
Producido el efecto de aceptación generalizada de que no hay más remedio que el ajuste impulsado por el Fondo Monetario, el candidato de La Libertad Avanza dejó de ser necesario y comenzó a ser un problema para los sectores que apadrinan la precandidatura de Patricia Bullrich, pues tanto el pelirrojo como la exministra delarruista minan votos en la misma cantera ideológica. Y ante la canibalización entre ambos, comenzó a recobrar fuerzas el discurso del liberalismo socialdemócrata que patentizó la proyección política de Horacio Rodríguez Larreta.
En elecciones primarias un Milei (aun devaluado por las denuncias en su contra) podría hacer mella en las posibilidades de Bullrich, lo que significaría una ventaja para Larreta. De esa forma, las presidenciales habrían de dirimirse entre el actual jefe de Gobierno porteño y el actual ministro de Economía, dos figuras de la misma categoría política con posibilidades equivalentes si no fuera por lastre que para el segundo implica pertenecer a la irresoluta administración albertista.
En el olimpo del poder detrás del poder, un duelo mano a mano entre Massa y Rodríguez Larreta es visto como un riesgo innecesario para las corporaciones interesadas en los yacimientos de gas y de litio. Esos círculos del capital concentrado tienen a Massa como su favorito por cuando garantiza algo que otros presidenciables no: el crédito intrínseco que permite a un ajustador peronista aplicar medidas poco ortodoxas sin padecer la implacable resistencia que el arco sindical y los movimientos populares desplegarían contra un ajustador no peronista (mírese la pueblada que sufrió Gerardo Morales en Jujuy).
En ese contexto, mantener con chances a la contrafigura de Patricia Bullrich podría catapultar a Rodríguez Larreta directamente a la Presidencia, con el agravante de que el jefe porteño ya demostró que es perfectamente capaz de emanciparse de su antiguo líder Mauricio Macri. Y como dijo ese lúcido analista de la realidad solapada que es Jorge Asís: “Si Pato Bullrich le gana a Larreta, Massa es presidente”.
¿Qué conviene hacer entonces? Hay que matar al monstruo.

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