Hoy hace más de un año que la señora ya no está en el palacio de Mayo y Mendoza pero el asunto sigue vigente. Es más, su figura sufrió en los últimos días una especie de reivindicación increíble. Sucede que los actores de la misma administración que antes la reprimieron con todas las herramientas imaginables, ahora reconocen que supo sortear con habilidad todos los dardos mortales lanzados desde la entonces principal trinchera ricardista: el Banco de Corrientes.
Erik Martínez, ex concejal y actual subsecretario de Finanzas, en su momento acérrimo opositor de la figura y gestión de la esposa de “Tato” Romero Feris, la mencionó en carácter de patrón para medir la potencialidad de un correligionario suyo...
“Carlos Vignolo debe demostrar que con la misma plata es mejor que Nora Nazar”, dijo antes de ayer, y así desafió al actual intendente a ahorrar, o por lo menos a gastar mejor el dinero que recibe. “Si Nora pudo llegar hasta el final, la cosa no parece imposible”, también sería el razonamiento.
Sabe Martínez, como cualquiera que analice la política correntina, no obstante, que la gráfica es tendenciosa. Nora Nazar ni su equipo salieron indemnes de aquella pelea sin cuartel con Ricardo, enemigo público número uno de Tato y primo de Arturo, aliado público numero uno del mismo personaje.
Quedaron marcas indelebles en las espaldas de los funcionarios nuevistas y eso es lo que debe mirar Vignolo. Si se hace lo mismo, como diría Einstein, no pueden esperarse resultados diferentes. Y Vignolo hoy transita el camino que nunca pudo abandonar Nora, aunque lo intentó.
El médico veterinario salió ofuscado a tildar de antidemocrático, anticapitalino y discrecional al Gobierno de su propio partido y al gobernador con el que en campaña prometió cambiar la confrontación por acuerdos. Hoy la cosa sigue igual y es aún peor. Que Nora y Ricardo se hayan peleado, hasta puede entenderse por ideología y por el tiempo histórico. Que Vignolo y Arturo hagan lo propio, además de ser nocivo para la institucionalidad, no hace más que blanquear un desprecio que estriba en lo político.
En la Municipalidad lo entienden así y en el Gobierno no lo desmienten, aunque cuidan las formas escudados en atendibles razones técnicas.
Capital debe dinero (más de 310 millones de pesos), y el Gobierno es su principal acreedor. Capital disfruta de algunas obras que hay que pagar, pues no es, en este caso, como dice el intendente, que pide flexibilidad porque los empréstitos se realizaron en gestiones anteriores. El caso, vale recordar, es que la mayor parte de la deuda capitalina se generó durante la intervención federal que era radical y no de otro signo.
Hacienda aprovecha esta situación y disciplina como Ricardo: cortando el flujo de coparticipación. En su momento, Vignolo, ministro de Educación, aplaudió la medida. Ahora se desangra por una herida causada con la misma daga.
En tanto, rigen descuentos importantes que podrían terminar en marzo. Para entonces, la campaña por la reforma habrá terminado, y ya no será necesario dinero extra que pueda ser utilizado para “ayudar” a una lista en la que se distinguen muchos amigos de la ciudad. Y no es esa la nómina oficial.