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Suplemento de fósforo con ceniza de huesos

La Mesopotamia Argentina se caracteriza por una marcada deficiencia de fósforo en el suelo que se traduce en una baja concentración del mismo en el forraje, la que no alcanza a cubrir los requerimientos de los animales que pastorean en ellos. Por ello, profesionales de la Estación Experimental Agropecuaria del Inta Mercedes recomiendan el uso de cenizas de huesos para suplementar la falta de este nutriente. 
Diego Rochinotti y Jorgelina Flores elaboraron un estudio en el cual explicaron que la región Centro-Sur de Corrientes y Norte de Entre Ríos son las que poseen menores niveles de fósforo con concentraciones promedio de 0,08 gramos P/100. Estos valores se consideran deficientes si se tiene en cuenta que una vaca lactando requiere consumir un forraje con al menos 0,20 g/100 g MS para tener un balance fosfórico equilibrado. 
Argentina no posee reservas de fósforo en su territorio, por lo que todo aquel destinado a fertilización de cultivos y pastizales debe ser importado, así como también lo deben ser las fuentes inorgánicas destinadas a la suplementación mineral del ganado. Dada esta situación se han usado tradicionalmente subproductos derivados del hueso para realizar los programas de suplementación fosfórica, dado que estos tenían un origen nacional y su comercio no estaba ligado a vaivenes de precios internacionales y variaciones en el tipo de cambio. 
Originalmente en el mundo se utilizó harina de huesos como fuente de fósforo para la suplementación fosfórica. Investigaciones relevan que la suplementación con harina de huesos administrada individual y diariamente a bovinos en pastoreo mejora la producción de los rodeos en lo que se refiere a ganancia de peso, tasa reproductiva y reducción de la mortalidad debida a botulismo.
Experiencias en distintos lugares del mundo revelan que la suplementación fosfórica de vacas de cría con harina de huesos o fosfato disódico, encontrando que la suplementación mejoraba los índices productivos, aumentó la tasa de destete del 58% en las vacas no suplementadas al 81% en las suplementadas, no encontrando diferencias entre las fuentes de fósforo.
En Argentina también se observó respuesta a la suplementación con harina de huesos. En 1981 se estudió el efecto de la suplementación fosfórica en novillos durante dos años. Allí observaron que los testigos  tuvieron una ganancia de peso bianual de 133,6 kilos, mientras que los suplementados con una mezcla mineral compuesta por harina de huesos y sal con el 6% de fósforo ganaron 201,7 kilogramos en el mismo período.
La harina de huesos digestada fue la principal fuente de fósforo usada en Argentina hasta la aparición de la epidemia de encefalopatía espongiforme bovina o “mal de la vaca loca”. A partir de ese momento con la resolución de Senasa Nº611/96 se prohibió el uso de proteínas de origen animal para alimentar rumiantes. Se autorizó solamente el uso de ceniza de huesos, la que debe ser calcinada a una temperatura mayor a 600º C por un tiempo no menor a una hora.
La suplementación con ceniza de huesos permite también mantener un nivel adecuado de fósforo inorgánico en sangre. Se encontró que en animales que eran suplementados solamente con sal la concentración de fósforo inorgánico disminuía alcanzando valores menores a 2 mg Pi/dl mientras que en los animales suplementados con mezclas minerales con 6% y 9% de fósforo aportado por ceniza de huesos los niveles subían y se mantenían por encima de 3,5 mg Pi/dl.

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