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HOMOSEXUALIDAD

POR JOSE CESCHI
¡Buen día! La homosexualidad siempre existió. Sin embargo, quizá nunca como hoy se la presente como algo “normal”, tan bueno como la heterosexualidad. La Iglesia se ha ocupado reiteradamente del tema, incluyéndolo también en el Catecismo de la Iglesia Católica. Dice:
“La homosexualidad designa las relaciones entre hombres o mujeres que experimentan una atracción sexual, exclusiva o predominante, hacia personas del mismo sexo. Reviste formas muy variadas a través de los siglos y las culturas. Su origen psíquico permanece en gran medida inexplicado. Apoyándose en la Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves (ver Gn. 19, 1-29; Rm. 1,24-27; 1 Cor. 6,10; 1 Tm. 1,10), la Tradición ha declarado siempre que los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados. Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso.
Un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales instintivas. No eligen su condición homosexual; ésta constituye para la mayoría una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad  de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que puedan encontrar a causa de su condición.
Las personas homosexuales están llamadas a la castidad. Mediante virtudes de dominio de sí mismo que eduquen la libertad interior, y a veces mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y la gracia sacramental, pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfección cristiana” (nn. 2357-59).
Cuando en otro lugar el Catecismo habla de la castidad, señala que ella “significa la integración lograda de la sexualidad en la persona, y por ello en la unidad interior del hombre en su ser corporal y espiritual. La sexualidad, en la que se expresa la pertenencia del hombre al mundo corporal y biológico, se hace personal y verdaderamente humana cuando está integrada en la relación de persona a persona, en el don mutuo total y  temporalmente ilimitado del hombre y de la mujer” (n. 2337).
No es un texto que se entienda fácilmente a primera vista; pero vale el esfuerzo su lectura atenta.
¡Hasta mañana!

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