La glándula tiroides se encuentra situada en la parte delantera del cuello, y tiene como función generar dos tipos de hormonas, la tiroxina (T4) y la trydotironina (T3). Estas dos sustancias son las encargadas de regular la forma en la que nuestro cuerpo utiliza la energía, es decir, controlan el metabolismo. Sin embargo, aquellos que sufren la enfermedad de Hashimoto ven cómo su metabolismo se trastoca por completo.
Es el cuadro clínico que se deriva de una reducida actividad de la glándula tiroides. Las hormonas tiroideas (T4 y T3), cuya síntesis está regulada por la TSH secretada en la hipófisis, tienen como misión fundamental regular las reacciones metabólicas del organismo. Cuando las hormonas tiroideas disminuyen, como ocurre en el hipotiroidismo, la secreción de TSH aumenta en un intento de conseguir que el tiroides trabaje al máximo para recuperar el nivel normal de hormonas tiroideas, situación que no consigue cuando el hipotiroidismo se encuentra establecido.
En consecuencia el hipotiroidismo se caracteriza por una disminución global de la actividad orgánica que afecta a funciones metabólicas, neuronales, cardiocirculatorias, digestivas, etc...
En la mayoría de los casos, este trastorno afecta a las mujeres, con antecedentes familiares de enfermedades tiroideas. Dependiendo del paciente, los síntomas pueden tardar meses o años en aparecer, dado que es una enfermedad que se manifiesta con un desarrollo lento.
Un examen físico del cuello puede detectar si existe hinchazón en la glándula. No obstante, en algunos casos, esta situación no es visible, por lo que se requiere un análisis de sangre que muestre la cantidad de hormonas tiroideas que el cuerpo está produciendo.
Tras su reconocimiento, el siguiente paso es estabilizar el organismo y tratar la enfermedad de manera crónica. Para poder equilibrar la deficiencia de hormonas tiroideas se utiliza medicación que normaliza el funcionamiento de la glándula y el sistema inmunológico.
Disminución global de la actividad orgánica
La instauración es habitualmente lenta y progresiva. Los síntomas se relacionan con una disminución en la actividad funcional de todos los sistemas del organismo.
Los más clásicos son cansancio, intolerancia al frío (carácter muy friolero), apatía e indiferencia, depresión, disminución de memoria y de la capacidad de concentración mental, piel seca, cabello seco y quebradizo, fragilidad de uñas, palidez de piel, aumento de peso, estreñimiento pertinaz y somnolencia excesiva.
En situaciones extremas puede evolucionar hacia la insuficiencia cardiaca, la hinchazón generalizada (mixedema), insuficiencia respiratoria y abocar al coma mixedematoso con pérdida de conocimiento que conlleva un alto grado de mortalidad.
Al igual que el resto de enfermedades del tiroides, el hipotiroidismo es más frecuente en el sexo femenino. Es a partir de los 40-50 años cuando las mujeres tienden a desarrollar con más frecuencia hipotiroidismo de causa autoinmune (tiroiditis de Hashimoto). El periodo postparto es igualmente propenso a la aparición de este problema.
La cirugía de tiroides y la aplicación de yodo radioactivo representan situaciones de riesgo para el desarrollo de hipotiroidismo, lo que obliga a controlar evolutivamente la función tiroidea en estos casos. Los recién nacidos de madres hipertiroideas, hayan recibido o no tratamiento antitiroideo durante la gestación, deben ser evaluados en este sentido.
Las personas en las que se detectan anticuerpos antitiroideos (antimicrosomales, antitiroglobulina) tienden a desarrollar con el tiempo alteraciones de la función tiroidea, por lo que deben ser evaluados crónicamente de forma periódica.
Bajo el adecuado tratamiento sustitutivo, la calidad y expectativa de vida de los pacientes hipotiroideos no presenta restricción alguna.
Más info en www.cun.es y www.medlineplus.gov
INFO BÁSICA >> SIGNOS
• En piel y cabello: piel reseca o áspera, verrugas pequeñas en la zona del cuello, psoriasis (urticaria y piel rojiza), canas prematuras, caída o sequedad del cabello.
• En manos y pies: uñas quebradizas, retención de líquidos, palmas de manos y/o pies de color amarillento, dolores en los nudillos de los dedos.
• Nivel de energía: cansancio o fatiga crónica sin razón aparente, somnolencia, insomnio, falta de aliento al menor esfuerzo.
• Mente: depresión o melancolía, dificultad para concentrarse, mala memoria, ataques de pánico.
• Sensibilidad: intolerancia al frío (friolento/a), pies y manos frías, temperatura basal baja.
• Huesos, articulaciones y músculos: calambres, dolores en músculos, dolores en las articulaciones.
• Peso corporal: dificultad para perder peso o aumento de peso inexplicable.
• Otros indicios: estreñimiento, menstruaciones irregulares, varices y arañas vasculares, colesterol y triglicéridos altos, baja presión arterial.
FUENTE: Instituto de Inmunooncología Dr. Ernesto J.V. Crescenti
DESTACADO
En la mayoría de los casos, este trastorno afecta a las mujeres, con antecedentes familiares de enfermedades tiroideas.