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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

“El hombre comienza en el barro y termina en las estrellas”

La gran artista paraguaya trae  “Memorias de barro / Esencia y mutaciones”, su muestra que desde el 30 de noviembre estará en el Museo de Bellas Artes de Corrientes.

Por Carlos Lezcano

Especial para El Litoral

Julia nos recibe un sábado a la mañana de un subtropical invierno paraguayo en su casa-taller de Ita, en el corazón de ese país, diverso, complejo y amado por nosotros.

Gabriel Romero, curador y responsable de la muestra que se exhibe en el Centro Cultural Universitario en Resistencia y luego llegará al Museo de Bellas Artes de Corrientes, va a ese lugar hace más de quince años a ver, a elegir, comprar y a llevar a coleccionistas que se asombran ante la obra de esta artista del barro.

Llegar allí fue un largo camino que incluyó visitas al Museo del Barro y la lectura de textos de Ticio Escobar, conversaciones con Osvaldo Salerno y Carlos Colombino, sin los cuales analizar y ver el arte paraguayo sería imposible.

La mañana es clara y ruidosa porque por allí pasa una ruta muy transitada. Julia nos espera en el portón, en ese reino de mujeres que hunden sus manos en el barro, que conversan, toman tereré, queman leña y hojas de mango en una ceremonia que se repite día a día, menos los domingos. En una mesa cerca del horno nos reciben con  te, cocido y pororó. Al fondo no puede faltar un ruidoso gallinero y perros que van y vienen.

Julia está en cada detalle del recibimiento y presta atención a cada cosa que preguntamos.

Entrar al universo Isidrez es una experiencia inolvidable porque nos acerca a un mundo antiguo que desaparece lentamente y a la vez a un mundo que cambió y cambia todo el tiempo.

La técnica que utiliza la artista viene de un pasado remoto, según ella misma nos cuenta. Las manos de su abuela y su madre ya moldeaban el barro como una herencia guaraní y ese saber hoy es compartido por ella, sus amigas y parientas en el patio pueblerino.

Hay un momento clave para entender las mutaciones de este tipo de arte que se produce cuando su mamá Marta se da cuenta de que “empiezan a haber heladeras” y las jarras para conservar agua fresca ya no serán útiles ni vendibles y decide empezar a hacer objetos con formas de animales pero ya no con un fin utilitario.

Este es un momento crucial en el arte de esa familia porque marca un cambio y a la vez ratifica su pertenencia popular.

Ticio Escobar cuestiona el mito de la inmovilidad y dice que “la idea de que lo popular, sobre todo lo indígena, debe permanecer idéntico a sí mismo, detenido en un punto anterior a su propia historia, se ubica en el centro de uno de los mitos más característicos de la cultura occidental. Petrificado en su versión más pintoresca, el arte popular queda convertido en un ejemplar sobreviviente de un  mundo arcaico, el milagroso eslabón con pasados nostálgicos y remotos lugares”.

El problema para Escobar no consiste en si puede o no cambiar, sino si se tiene o no control de esas mutaciones. ¿Se debe aceptar porque sí, que alguien diga desde una posición paternalista qué está bien y qué no, qué es auténtico y qué no?

O “la creatividad popular es suficientemente capaz de asimilar los nuevos desafíos y crear respuestas y soluciones a su propio ritmo y necesidades históricas”.

Visto de este modo, el arte de Julia Isidrez hunde sus raíces en la identidad paraguaya profunda y a la vez toma como natural las mutaciones y mudanzas que proponen los nuevos tiempos.

Julia sale de su Ita para visitarnos, acarrea sus objetos de barro hasta la Ciudad de Vera con tesón y cariño. Cada uno trae sus manos, sus soles y sus olores de humo de mango. Trae su herencia, porque cada pieza contiene las voces de sus ancestros y también una impronta contemporánea.

La voz de Julia

“Yo soy Julia Vidalin Isidrez Roda, hija de la ceramista famosa Juana Marta Roda. La única hija de doña Juana, la última de la familia que me dedico a este trabajo de artesanía que estoy haciendo. Yo estoy con esa técnica de mi bisabuela María Malvina Cuevas, que enseñó a mi mamá Juana Marta Roda, la última de la familia soy, porque no tengo hijos.

Sí tengo muchos hijos que estoy enseñando en los colegios, en la facultad; inclusive estoy llegando a la Universidad de Asunción y estoy muy emocionada con esta invitación. Tengo que decir eso medio que llorando, porque yo viajé en diferentes países pero mi sueño era viajar a Argentina, a Corrientes, y justo ahora se me dio la oportunidad de que me está invitando un amigo, como yo le llamo el jefe guazú de allá, Gabriel Romero, que me está invitando. Demasiado estoy contenta y voy a dedicar a mi mamá Juana Marta y a mi bisabuela María Malvina.

Estoy emocionadísima y ojalá que todo salga bien, y voy a llevar mi obra a mostrar mi arte”.

—Julia, ¿de dónde era tu abuela y tu mamá?

—Mi bisabuela era de Carapeguá y mi abuela es de acá ya (Ita). Se casó mi bisabuela y vino acá y después toda mi familia son de acá y yo también.

—¿Dónde aprendieron ellas a hacer esto?

—Mi bisabuela hacía la técnica de los guaraníes, de los indígenas, de nuestros antepasados, después mi mamá Juana aprendió de ella y yo de mamá Juana.

—Cuando vos eras chica ¿qué veías en ellas? ¿Cómo hacían? ¿Dónde estaban? ¿Cómo comenzaban en el trabajo?

—Mi bisabuela hacía como cántaros, ñae, cantarillas. Antes se usaba porque no había heladera, no había nada, se podían vender las cantarillas, las jarras, los cántaros; después mamá empezó otra vez haciendo esas cosas y después ya se modernizaron. Ya se venden las heladeras, entonces hay pocas ventas de cántaros.

Y justo ahí mamá empezó a moldear de otra forma los cántaros, la cantarilla antropomorfa, la jarra, el ñae se convirtió en centro de mesa.

—¿Qué es ñae?

—Ñae es una cosa muy grande que antes se usaba para urna funeraria. Mi bisabuela hacía esas cosas; después mamá empezó a hacer figuras antropomorfas. Nosotros teníamos casita de paja donde mamá cocinaba ahí con leña y alrededor hacía sus obras chiquititas de bueyes, caballos, pájaros y justo un día llegó jovencito el patrón, como mamá lo llamaba a Osvaldo Salerno. Era jovencito el muchacho, lo quería mucho. El llegó, hizo así con el polvo de las cenizas y le compró para el Museo del Barro y ahí mamá empezó hacer ventas con ellos.

Es un poco complicado para nosotros que vivimos en la campaña, que alguien llegue a nosotros y por eso mamá estaba muy agradecida al Museo del Barro, a Osvaldo Salerno, a Carlos Colombino y Ticio Escobar, fueron sus primeros patrones y mediante eso ella empezó a vender y después yo también empecé mirando a mi mamá, de los 17 años a hacer. Mi mamá comenzó desde los 8 años y yo desde los 17 años empecé a moldear, y después participé con ella en el año 94 del primer Premio Mantel. Después, en el 99 el Príncipe Carlos ganó, diferentes premios tengo en mi currículum que no puedo contar todo yo, las exposiciones que hizo mamá, hicimos muchísimas exposiciones en Asunción, en diferentes países.

—El tema de los animalitos que ella hacía ¿vos creés que era porque veía esos animalitos, porque veía una revista o una figurita o un diario o era porque había esos animalitos o ella ya había visto? 

—Mamá por lo menos empezó a hacer obras, antes no se estudiaba tanto en la escuela. Ella hizo tercer grado de la escuela nomás, pero era muy entendida, era muy inteligente. Hizo su caballo de 3 patas para participar en la exposición, en un concurso muy grande en el Príncipe Claudio de Holanda; ella hizo su caballo de tres patas y sacó el primer premio; después mamá tenía muchas vacas y llevaba a las chacras, me iba detrás de ella. Por eso yo en mi imaginación de ver lombrices, pájaros, de todas las clases de animales, gusanos, lombrices como dije, hormiga, de todo un poco, y de eso me impide para hacer como ella, me iba detrás de ella. Por eso mucha gente me dice, vos de dónde copiás, de dónde hacés tus obras.

—¿Vos tomaste de ella las formas y los temas?

—Supongamos que mamá hacía muchas cosas utilitarias, como los platos, mucho los platos utilitarios para comidas, las ollas y esas cosas y yo más me inspiré para hacer cosas de animales raros. Ella también hacía, pero yo hice de otra forma y así siempre tenemos diferentes trabajos con ella y participamos en diferentes concursos.

—¿Podés contarme desde cuándo no está y qué paso? ¿Y qué te pasó a vos en ese momento?

—Mamá trabajó hasta los 87 años y estaba muy lúcida, y a los 89 años murió. Mamá falleció hace 5 años, el 8 de agosto que ella me dejó y era mi compañera, mi mamá, de todo un poco; era mi hermana, de todo, mi amiga y bueno, empecé, me quedé sola y agarré haciendo algunas obras que más o menos nos identifican como mamá y yo. Empecé a hacer así cosas que nos identifican a las dos, porque ella ya no está, pero yo siempre me acuerdo de ella, no me quedé tan bien hasta los 8 meses. Yo estaba zombi, justo me fui a enseñar mi artesanía en Arengua. Me ayudó mucho ahí, compartí con gente, después encontré dos personas de una ONG que son la señora María del Mar Muñoz y la señora Carolina Taborda, mediante una amiga que era Natalia Serdido, una española que siempre me decía qué es tu sueño, mi último sueño es querer enseñar a la gente que lastimosamente en nuestro país no hay sueldo para nuestros artistas. Si yo tenía un poco de sueldo iba a enseñar a mucha gente, porque hay mucha gente que quiere estudiar pero lastimosamente yo hoy tengo que trabajar para costearme mi luz, mi agua, mi comida y todas las cosas, y bueno, me dice “Julia voy a hablar con dos amigas que tengo españolas y vamos a hacerte tu proyecto” y presentaron a la Fundación Itaú. 

Enseñé un año en la Fundación Itaú y me ayudó mucho. Ojalá haya otra fundación como Itaú, que ayuda mucho a la cultura y pueda enseñar a muchas escuelas, colegio, facultades.

—¿Cómo es tu trabajo? ¿Cómo comienza tu trabajo? Paso por paso ¿cómo vas haciendo?

—Primer paso, nos vamos a la cantera a traer el barro de la cantera, dejamos un día reposar ahí.

—¿Dónde queda la cantera?

—Queda a tres kilómetros de acá del pueblo. En la cantera nos vamos un día a sacar con la pala, traemos y un día reposa en una pileta y al día siguiente agarramos los ladrillos y los pisamos, lo zarandeamos y lo ponemos en una bolsa, ahí ponemos el barro, lo zarandeamos el ladrillo y sobre ese le pisamos con el pie. Ahí tenemos el material para hacer las obras. Ahí hacemos las obras, las bases primero, así preparamos las bases y así al día siguiente un poco más, y después se espera otro día al sol, se afina, y después se espera al otro día, se hace con piedra, se lustra y de ahí se pone una semana al sol y después al horno. Del horno sale un color y después los quemamos, ponemos dos pedazos de madera, hojas verdes, vuelta y vuelta. Y ahí recién se puede vender.

Claves para 

entender el arte de Julia

En 2014, una mañana después de varios meses de intercambiar mails, me encontré en un café de la ciudad de Corrientes con Hebe Uhart que llegaba de Asunción. 

Luego de conversar sobre varios temas de la región, al despedirnos me regaló “El mito del arte y mito del pueblo. Cuestiones sobre el arte popular” de Ticio Escobar, absolutamente central a la hora de analizar la obra de Isidrez.

Escobar analiza el tema de lo artístico y lo artesanal y sostiene que hay una dificultad que se basa en el supuesto de que, comprometidas con ritos y funciones cotidianas, las creaciones populares no alcanzan ese grado superior.

“En la cultura indígena y aun la mestiza, es muy difícil olvidar la función estética de la compleja urdimbre de significados sociales en la que aparece confundida.

Esa cultura mezcla sus funciones rituales, estéticas, religiosas, políticas y aun lúdicas, por lo tanto los límites son borrosos, igual que en la cultura mestiza.

Escobar recuerda que en las lenguas indígenas no existe una palabra que designe lo que en la cultura occidental llamamos arte y de igual modo tampoco en el guaraní actual.

El asunto es entonces pensar si la producción de Julia Isidrez es solo una artesanía o es arte.

Si nos quedamos en la posibilidad de artesanía, “esa expresión sería referirse solo al aspecto manual de su producción y anclar en la pura materialidad del soporte, desconociendo los aspectos creativos y simbólicos y cayendo en la trampa de una actitud discriminatoria que segrega a las manifestaciones populares, erradicándolas del reino de las formas privilegiadas”.

Esta muestra que hoy nos convoca tiene el firme propósito de señalar que los objetos de Julia Isidrez sobrepasan la idea de artesanía o arte popular como una manualidad y son claramente obras de arte, a secas.

Julia ya está entre nosotros y ante “los ojos abiertos en la luz de su madre”, porque como dice nuestro poeta Cacho González Vedoya, “el hombre comienza en el barro/ y termina en las estrellas”.

Los protagonistas

Julia Isidrez es una de las artistas más originales y renombradas del arte popular de Paraguay. Ha participado de numerosas exposiciones en su país. En el plano internacional, expuso en Francia, España, Chile, Brasil y Argentina.

Jorge Enciso (Asunción, 1972) desde niño incursiona en el mundo del dibujo y la pintura. A partir de 2014 su producción artística giró a la cerámica, incorporándose al taller de Julia Isidrez. Ha participado en varias muestras colectivas en diversas ciudades del Paraguay.

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