Por la magister Leticia Quintana Pujalte
Ex docente en la cátedra de Opinión Pública de la Licenciatura en Comunicación Social de la Unne. Doctorada en comunicación política en la Universidad de Málaga.
@letuquintana
Especial para El Litoral desde Holanda
Las elecciones presidenciales de ayer marcaron un antes y un después que nos invita a reflexionar sobre una serie de procesos históricos, políticos, sociales y culturales. Procesos que nos han llevado a sentir, como si fuera palpable, una separación casi nunca antes percibida entre “nosotros” y “ellos”. Esa definición de roles no es menor, y ha sido utilizada como categoría de análisis por Teun Van Dijk, uno de los mayores referentes del análisis crítico del discurso, para demostrar de qué modo a través del discurso se construyen identidades y, por supuesto, relaciones de poder.
El presidente saliente y hasta ayer candidato a la reelección, Mauricio Macri, se valió de esta especial diferenciación de modo más elocuente en el segundo debate presidencial. Sin embargo, es una estrategia que ha mantenido durante sus comunicaciones con la ciudadanía ya desde la campaña presidencial de 2015.
Ahondar en esa polarización le ha permitido hacer foco en algunos valores de sus votantes que, más allá de la vivencia compartida de una situación económica desastrosa de nuestro país, han decidido acompañar al “nosotros” que propuso el Presidente, constituido sobre la base de una contradicción al “ellos” representado por el kirchnerismo y las fuerzas del peronismo unido.
Esta polarización cala ya no sólo en cuestiones que tienen que ver con aspectos lógicos de defensa de un modelo u otro de país, sino que se posa en valores como el mérito individual, la autonomía, el liderazgo y la defensa de lo “propio”, y ha llenado de sentido el discurso del Presidente para intentar acaparar a aquellos votantes que sintió perdidos luego de las Paso.
Apelar a los valores y a las actitudes es una estrategia coherente en un contexto en el que el país se encuentra ante una crisis profunda en materia de otros elementos constitutivos de la ciudadanía: hambre, desempleo, pobreza, pérdida de derechos adquiridos. Esto es, apelar a los valores más profundos y a las actitudes de los votantes -que son las más difíciles de modificar- es parte de una estrategia política aceptable en el contexto de alta polarización argentina, y muy probablemente sea el camino que tome la oposición a partir del 10 de diciembre. Esta estrategia pareció tocar las emociones de sus seguidores y pudo acaparar el voto de indecisos que tal vez apostaron a la ultraderecha en las Paso ante la inminencia de la elección presidencial.
Desde el plano ganador, parece haber pasado casi una década desde que Cristina Fernández anunció en un video de 12 minutos, el 18 de mayo de este año, que daría un paso al costado y quería que Alberto Fernández encabece la lista para las elecciones presidenciales.
Este acto inesperado, tanto por sus seguidores como por sus enemigos políticos, significó también una estrategia que se fue consolidando a través del discurso del flamante candidato.
El perfil de Fernández era muy comunicable en los formatos mediáticos, los cuales se hicieron eco de su plano artístico como guitarrista, de su perro llamado nada más y nada menos que Dylan -músico referente para el rock internacional, Nobel de Literatura 2016 por su aporte a nuevas expresiones poéticas, entre otros destacados aspectos-, y de su desempeño como docente universitario.
Respecto a este último punto es interesante cómo se constituyó desde algunos medios al candidato sobre estas fortalezas de su perfil, que apelaron a las opiniones del electorado indeciso para que puedan conocerlo como un hombre moderado y respetable por dar clases en la Universidad pública. Incluso el diario El País de España encuadró una crónica bastante extensa post-Paso en la que se hacía especial referencia a Fernández como un docente de trayectoria en la Universidad de Buenos Aires, con todas las reminiscencias positivas que tiene ese encuadre, y recalcaba su “moderación” como dirigente (El profesor vuelve a la política, 18/08/2019).
El intento oficialista por demostrar debilidad en la relación entre Alberto y Cristina por la enemistad que surgió durante la gestión del primero como jefe de Gabinete, cargo al que terminó renunciando, significó para muchos indecisos un punto positivo que demostraba que el candidato presidencial tenía convicciones que lo llevarían a discutir con quien sea, incluso con Cristina. Y en un sistema ultrapresidencialista como el de Argentina, ese ataque al final tuvo un impacto positivo en la imagen percibida de Alberto.
Con los resultados sobre la mesa, se entiende que la polarización en nuestro país es fuerte y va a requerir de pactos y acuerdos de todos los sectores.
En este contexto, el dato que considero se debe recalcar es de qué manera las fuerzas políticas de extrema derecha han logrado dos objetivos políticos claros: el primero, ganar más del 1,5% de los votos en las Paso para competir por la presidencia; y el segundo, instalar y propagar discursos que defienden el negacionismo ante los crímenes de lesa humanidad que se suscitaron en la Dictadura, la pérdida de derechos adquiridos ya sean sindicales, humanos, educativos, identitarios y de salud, y el fomento de la apertura indiscriminada de mercados. Estas posturas tendrán un impacto en el futuro de nuestro país, que va más allá de quien ganó estas elecciones.
Una campaña puede considerarse exitosa -siguiendo a Hugo Haime- si el objetivo político era lograr más diputados o senadores de una fuerza, obtener alguna cantidad específica de votos y demostrar de ese modo que se tiene el acompañamiento de la ciudadanía para el proyecto político. Si sumamos los votos con los que cuentan los candidatos del frente NOS y Despertar al cierre de esta edición, podemos comprender que un 3,2% del electorado favorece a este tipo de fuerzas que defienden ideas que significan un claro retroceso en dos aspectos fundamentales de la construcción democrática en nuestro país:
1. Que la Dictadura es un periodo que no se debe olvidar y que tenemos la responsabilidad moral de exigir justicia para las víctimas del terrorismo de Estado, y
2. Que hay derechos adquiridos que son producto de la lucha de las clases trabajadoras que han beneficiado a la convivencia social y, de algún modo, han logrado reducir las desigualdades.
Es legítimo discutir las formas de mejorar las políticas hoy existentes en nuestro país desde diversos enfoques, pero es fundamental que todas las fuerzas acuerden un punto de partida en el que se defiendan a rajatabla aquellos logros que hemos tenido como sociedad y por los cuales en muchos lugares del mundo nos consideran, aun con crisis económica a cuestas, un país respetable por su conciencia política, democrática y ciudadana.