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Democracia: red social y función del valor trabajo

Democracia: red social y función del valor trabajo

Magister Graciela Satóstegui

haschirsat@gmail.com

www.ventajascompetitivasyredes.com

El hombre en los comienzos de la civilización se reúne en grupos, con la finalidad de trabajar, para cumplir con ello dos objetivos:  

El primero, satisfacer sus necesidades biológicas y el segundo, protegerse, calmar sus miedos.  Produce así bienes que lo hacen sentirse seguro de sus fuerzas confirmadas de esta manera.

El trabajo es pauta de inserción en la sociedad.  Es imprescindible para que el hombre logre integrarse en forma definitiva a su grupo de pertenencia.  Así va transformando el medio dentro del cual se desenvuelve, y transformándose a sí mismo. Esto último tiene un sentido ético, se le asigna valores, que se desprenden de su ideología, del tipo de relación social a la que adhiere. Del sistema de producción en el que está inmerso, es decir del conjunto de normas interiorizadas que plasmadas luego en respuestas automáticas o no, constituyen su forma de vincularse con otros hombres, con su trabajo, su medio físico y cultural.

Este interés del hombre en mejorar la eficiencia en la producción de bienes, se efectivizó a través del descubrimiento de notables leyes físicas que le permitieron el invento de fabulosas herramientas, que lograron satisfacer, o por lo menos, producir alimentos u objetos, suntuarios o no, en abundancia tal como nunca se sospechó.

Pero en ese desesperado intento de obtener frutos que calmen sus ansiedades, el hombre fue provocando alteraciones desfavorables en sus pautas de vida.

Aquí la educación tuvo una finalidad funcional, un objetivo a cumplir, una herramienta para que el hombre conozca mejor su medio y logre extraer de él más frutos.

La producción de bienes materiales es hoy día una red compleja, y en nuestro país, donde un número  preocupante  de fábricas se encuentran inactivas,   hace que, entre otros temas, nuestra economía se enfrente a una recesión y por lo tanto, no  se  pueda repartir la riqueza esperada para un bienestar social.

En el mundo, como también en nuestro país, el parque, el agua limpia, el aire puro, cuesta mucho mantenerlo.  Un bien como un medicamento, destinado a curar, al mismo tiempo podría producir un desecho que ocasionara daño.  Herbicidas que aumentan los rindes de los campos, pueden tener residuos que aparecen como peligrosos.

El hombre forma parte del equilibrio que se debe restablecer. De una red social que hemos denominado democracia. Que se debe propender, entre estos y otro temas, al equilibrio de toda la naturaleza incluido el hombre.

En este momento, el actuar del hombre en su medio, la forma en que manipula los bienes que están sobre la tierra, que son de uso de público no es tan claro,  pues ya no se sabe distinguir los efectos de las causas.

Aquí falla la educación.  Sobre todo en el sentido ético y social de la misma. Seguir en esta postura retrasará las soluciones.

El hombre, el ciudadano, necesita del trabajo hoy, ya no sólo para satisfacer los dos fines que enunciamos en un principio, sino también encontrar la forma de lograr un equilibrio con su medio.

Como se logra esta ecuación en la red llamada democracia?

A través de la educación en su ámbito laboral y del trabajo eficiente y organizado. No se ha inventado otra forma de producir riqueza que la del trabajo, pero el mismo deberá ser cuidadoso de no alterar al medio, y a su relación en cada ítem de la convivencia. 

Aplicar el conocimiento para dar al hombre no sólo instrumentos que satisfagan sus necesidades, sino también, vías tendientes a lograr una mejor calidad de vida donde el equilibrio entre sí, en lo que entendemos como democracia, y  con el medio ambiente sea su eje central.

Necesariamente la actividad empresarial, u organización laboral, también política, genera impactos en el ambiente en que está actuando. Tanto en este último, como en su entramado social. Luego, las acciones que sus dirigentes tomen en relación a los impactos negativos que produzcan, evidencia la postura ética o cultura de su corporación frente a la sociedad que lo rodea, o su modus operandi en lo que a hacer negocios ó política se refiere.

Recordemos lo que Peter Druker dice como definición de organización: “es una función social. Por consiguiente asume una responsabilidad social y está inserta en una cultura.”

En los tiempos que corren sería muy bueno recordar el concepto filosófico de ética, para luego avanzar en lo que se entiende como ética de negocios. No dejando de lado la similitud que esto tiene en la vida cotidiana, no solo en lo particular de cada uno de nosotros y para el cuidado del ambiente, sino en lo político, tanto de los agentes que lo representan y gestionan como de cada uno de nosotros y nuestras conductas al respecto. Por ello, se ha definido con frecuencia la ética como doctrina de las costumbres”.

Es así que, si bien no hay una ética que regule las relaciones entre el hombre y la naturaleza y sus estructuras de gobierno, sí es materia de estudio de esta disciplina el comportamiento del hombre en tanto compromete las condiciones de vida de sus semejantes, y de las generaciones futuras.

Aquí encontramos al hombre de negocios, o al hombre público, que según sea su comportamiento, compromete el presente y el futuro de la comunidad en que está inserto.

A esta altura cabe la pregunta de si asumir una actitud socialmente responsable indica que la conducta de la organización empresarial, social o gubernamental deriva de valorar el bienestar de la sociedad o que solo se basa en  su interés de seguir actuando sobre ella en beneficios propios.

En definitiva, la cuestión es si el interés económico se contrapone a la ética.

Ya sabemos que existe una opinión bastante generalizada acerca de la oposición de la ética y del interés.

Como lo hemos expresado, una actitud ética no solo no atenta contra la actividad empresaria u organizacional, sino que le permite mejorar su desempeño en el tiempo. 

Es precisamente en el corto plazo, cuando podemos encontrar problemas para conciliar estos dos conceptos, y si bien cada caso debe considerarse en particular, es la sociedad la que fija cuáles son los límites que las organizaciones deben observar en casos extremos.

Estos límites están o deberían estar, plasmados en la legislación y su cumplimiento, y por eso es importante que la legislación defina las reglas básicas que   todos los actores sociales deben respetar. Sin distinción del lugar de poder que ocupen.

Edgard Morín extiende la lectura acerca del desarrollo sostenible y de la gestión         gubernamental ó empresarial, señalando como una civilización en crisis impide su evolución y que cada caos o catástrofe es una oportunidad para lograr una metamorfosis donde deben juntarse el mundo físico y el mundo humano para lograr una nueva sociedad.

Es de esperar que estas ideas sean valoradas y puestas en práctica en el nuevo escenario post electoral de nuestro país.

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