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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

La convivencia de dos Argentinas

En el mundo están en juego dos visiones económicas plasmadas en su origen por Adam Smith (la liberal) y Karl Marx (la igualitaria), que han tenido un inicio disruptivo pero se han suavizado con el tiempo. 

El liberalismo se enfoca en generar riqueza y el socialismo en generar igualdad económica. Y se basan en los dos pilares de la ética racional moderna: la libertad individual de elegir, porque, si no, no existirían la responsabilidad y la relación con la comunidad, porque la moral no tiene sentido sin el otro.

La ética racional moderna es universal ya que se aplica a todas las personas por igual y se diferencia de otras éticas que se basan en la superioridad moral de un grupo sobre otro. 

A pesar de lo irreconciliable de la cosmovisión liberal con la igualitaria, los valores de libertad e igualdad interactúan en las democracias modernas sosteniendo su sentido moral. Estos valores actúan en gran medida de manera inconsciente porque no son solo ideas elegidas: son fuerzas que rigen el pensamiento y la vida diaria.

Por eso es común que si alguien prefiere uno, sienta que de él surge todo lo bueno y del otro todo lo malo. El socialismo ve egoísmo individualista en los liberales sin entender su importancia como generadores de riqueza. Y el liberalismo ve falta de responsabilidad individual en los socialistas sin reconocer su importancia como generadores de sociedades integradas.

Pero cuando se toma conciencia de los aspectos positivos y negativos de ambas visiones, se pueden aprovechar sus diferencias, creándose un círculo virtuoso. Un ejemplo son los países escandinavos que desde principios del siglo XX combinaron exitosamente economía de libre mercado con Estado de bienestar.

Sería ideal que la gente fuese educada en que ambas ideologías se necesitan. Ayudaría a que las personas piensen con más independencia, disminuyendo la posibilidad de ser manipuladas políticamente. 

Por otro lado, hay visiones éticas no universales que discriminan a los que no pertenecen a su grupo: la religiosa y la costumbrista (ambas premodernas), el populismo y el elitismo, y el antisistema surgido de un malestar que no encuentra lugar en la democracia.

En la Argentina, se están consolidando dos coaliciones que representan los valores universales de libertad e igualdad. Más allá de quiénes sean sus líderes y sus comportamientos, esos valores están en la gente. 

Si podemos convivir democráticamente entre esas dos Argentinas, habremos dado un gran paso que puede encaminarnos al desarrollo. El desarrollo democrático es racional y universalista y no hay otra manera de llegar a él.

La Argentina aún tiene mayorías con valores no universales, muchas de las cuales siguen una lógica amigo-enemigo, que hace imposible una discusión racional. La próxima meta política de nuestro país, si es que logra consolidar un bipartidismo social-liberal, debería ser motivar a esas mayorías a transitar hacia valores universales para encaminarnos en el desarrollo. 

Un bipartidismo racional puede encontrarle la vuelta al problema económico, aportando cada uno aquello que sabe. Esperemos que las dos coaliciones entren el círculo virtuoso de una interacción constructiva y no en el círculo vicioso de la interacción amigo-enemigo, letal para cualquier nación. Asegura Diego Serebrennik en la edición del miércoles del diario La Nación. 

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