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/Ellitoral.com.ar/ Cultura

Lo escuché por radio

Por Adalberto Balduino

Especial para El Litoral

Todo lo que venía de ella tenía el sortilegio del encanto, pero más que nada era el lanzamiento de nuevos usos y costumbres, de dichos y frases que se prendían rápidamente y se hacían cotidianos. Un nuevo giro que permitía actualizar, informarse, y soñar viendo e imaginando cada oyente el color, el rostro, el paisaje. Era la capacidad infinita de proyectar ideas que creativamente entretenían, pero siempre formando, con el buen sentido y estilo de difundir una dupla infalible que potencie la cultura popular.

Como la voz era la protagonista esencial, las palabras conducían sugiriendo, alimentando la imaginación con un aliado común: la música. Ese rico y fundamental complemento, sirvió de nexo no solo para musicalizar radioteatros, sostener emotivas glosas, sino para catapultar artistas incipientes que luego de escalar lograban la gloria de la fama por sus grandes dotes profesionales.

Muchos son los nombres que descollaron en la radiofonía argentina, pero vamos tomar algunos fundamentales que ejercieron un estrellato merecido a través justamente de la voz cuando la radio vivía su adolescencia. 

Gregorio Barrios, cantante melódico nacido en Bilbao, Viscaya, España, llegado a estas costas, con su registro barítono y gran presencia, logró el espaldarazo radial pero mucho más aún, cuando se emitió el programa “Hoy canto para ti”, en el que interpretaba boleros que los oyentes pedían a través del teléfono, cuya comunicación telefónica del cantante con su público salía en directo al aire. Muchos fueron los temas que popularizó Gregorio Barrios: “Abril en Portugal” “Alma llanera”, “Dos almas”, “Una mujer”, “Sabrá Dios”, “Luna, lunera”, muy especialmente “Somos” de Mario Clavell, constituyéndose así en la primera versión que el público tuvo oportunidad de conocer. Y más éxitos que fueron moda imponiéndose preferentemente, en la gran platea femenina que los transformó en clásicos definitivos. 

Siendo muy pequeño junto a mis padres, asistí al Teatro Vera a la exhibición de la película: “El ladrón canta boleros”, con el rol protagónico de Mario Clavell, cantante, autor, presentador, actor, junto a la actriz Marga Landova y Pablo Palitos; película dirigida por Enríque Cahen Salaberry. Grande fue mi sorpresa, cuando al final de la proyección se prendieron a giorno las luces del escenario, y como en un pase de magia salió a escena como escapándose de la pantalla el propio Mario Clavell, con su guitarra blanca, cantando en vivo  un tema de su autoría, “Mi carta”. Mario Clavell oriundo de Ayacucho, Buenos Aires, actuó de muy pequeño, pero a los 18 años se inició profesionalmente como crooner en la orquesta de jazz de Adolfo Carabelli, en LR3 Radio Belgrano. A partir del año 1944, comienza el estreno de su gran caudal de Boleros, famosos todos y cantados por todos: “Somos”, “Abrázame así”, “Quisiera ser”, “Mi carta”, etc. Cuando decimos cantados por todos, es relevante mencionar al mejicano Juan Arvizu, Leo Marini, Gregorio Barrios, Libertad Lamarque, Pedro Vargas, y tantos otros a través de todos los tiempos por su vigencia  muy especialmente por su contenido, poesías sencillas, en idioma cotidiano pero tremendamente apasionadas, con melodías inolvidables.

Hay nombres que escapan pero sus inicios fue la radio, por la proyección que sus emisiones posibilitaron a sus exitosas evoluciones. Recaló por Corrientes alguna vez, una estrella de la radio porteña que en el famoso ciclo de “Jabón Federal” había logrado transmitir su gran voz de potencia y expresividad notables. Era el “Indio Araucano”, cuyo nombre verdadero correspondía a Oswaldo Gómez, nacido en el poblado de los indios mapuches en La Araucania, Quintra Malal, a 570 kilómetros al sur de Santiago de Chile. Era un cantante muy cercano a lo lírico que a los 8 años había perdido la visión, y un día  cantando a la orilla de un río los turistas que por allí pasaban, le tiraron sus primeras monedas permitiéndole vislumbrar una carrera que con el correr de los años le permitió actuar en diversas salas del mundo, habiendo arrancado en la populosa radio. Su temática eran canciones melódicas hasta la “Mattinata” de Leoncavallo. En Corrientes actuó en el entonces “Rawson Tenis Club”, hoy Club San Martín, exponiendo su gran voz sin importar los micrófonos. Fue la radio el camino inicial, el medio que se ganaba todos los hogares donde se hicieron los grandes ídolos populares. Una compañía abierta para compartir en familia o en la intimidad de la soledad. La radio, esa voz dispuesta a conducirnos por mundos no imaginados. 

En las transmisiones se podía apreciar el talento de los creativos publicitarios, autores de mensajes comerciales que hicieron época, por lo justo y contundente. Primero nació la milonga que dio lugar al popular estribillo que colocó en el mercado un famoso jingle de un analgésico. Los hermanos Sureda, Antonio y Gerónimo, en la década del 30 estrenan una milonga titulada “Venga de donde venga”, escrita especialmente para el caracterizado  Geniol: “Venga del aire o del sol, / del vino o de la cerveza, / cualquier dolor de cabeza, Don Juan, / lo quita con un Geniol. / Hágame usted caso a mí / y calmará su dolor, / podrá volver al pic-nic con tomar tan sólo medio Geniol.” / Una parte sustantiva de los versos que poblaban la obra destinada a publicidad cuando el mettier creativo ya vislumbraba la gran capacidad argentina para decir y convencer a multitudes. Si bien la inocencia aparente que por entonces ostentaba la publicidad era notoria, ya que la poesía era extensa con similar duración a cualquier versión musical, la frase y la melodía guardaban recordando reiteradamente una pieza de increíble llegada. En las radios, cada domingo, en las transmisiones de fútbol, “Venga de donde venga” era el saludable remedio para decirle adiós al dolor de cabeza. Nuevamente la radio ejerciendo su gran capacidad de elocuencia, pero más que nada animando cada cosa, con las palabras justas, de esas que a las audiencias animan y sostienen. 

El dicho cotidiano respondiendo a la fuente era: “Lo escuché por radio”, “santas palabras” para situar de dónde venían las noticias, la temática de la gran programación “familiar”, abundante y diversa, con los ídolos que se imponían y destacaban, las canciones que se cantaban y silbaban. La radio hacía lo imposible por trascender, sus creativos encontraban la llave para descubrir nuevos talentos, que constituía el primer paso para descollar y después proyectarse en el teatro y el cine. Uno memora las grandes voces que nos conducían al mundo, los relatores como Julio César Barton, el narrador por excelencia que nos transportaba a todas las historias; el actor de radioteatro, locutor y guionista Adalberto Campos; Ricardo Jurado, un tono increíble y definido estilo en publicidad comercial, muy especialmente Ford;  Eduardo Rudi, locutor de “Sucesos Argentinos” y actor; el correntino Roberto Monzón, que hizo suya la publicidad de “Cigarrillos Piccardo”, por talento y personalidad en tono, énfasis y  transparente claridad de dicción, etc. Hablamos de la radio definidamente en la previa de la televisión y en sus primeros años cuando despuntaba todo lo imaginado con el brillo y naturalidad cuya ficción se convertía por preferencia popular en dulce realidad. Sus ideas brillantes permitían singularizar, haciendo que cada programa se distinguiera del resto, posibilitando una gran diversidad de elección. Teniendo una cartera diversa y dispersa para cada gusto.

La radio es la imaginación en toda su grandeza donde lo imposible se hace realidad. Es la voz con el don de la palabra. Es la palabra con el tono justo acompañando cálidamente la vida. Como dijo alguien: “La fantasía piensa, la imaginación ve”. La radio motoriza todos nuestros sentidos cuya percepción acuña su magia.

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