Por Alberto Medina Méndez
[email protected]
@amedinamendez
Hace algún tiempo que los que sólo apuestan a la inercia tienden a fracasar en política. Apelar a lo meramente tradicional, recurrir a lo alevosamente obvio y repetir secuencialmente tácticas ya no garantiza nada.
Ese esquema, en algunos casos, se puede convertir en un certificado de derrota asegurada porque los que no están dispuestos a hacer ciertos ensayos y salirse del libreto no logran jamás revertir las tendencias.
Claro que siempre un resultado electoral es el producto de una combinación de factores que se entremezclan desordenadamente. Predecir el final de ese intrincado proceso no sólo sería muy audaz sino también irresponsable.
Lo cierto es que los políticos contemporáneos más evolucionados descubrieron a través de experiencias propias o percibiendo las ajenas, que lo primero que necesitan es imaginar escenarios novedosos y disparatados.
Desde esa perspectiva tienen la misión de analizar distintas variantes para luego intentar seleccionar la mejor de entre aquellas que suponen más eficiente para lograr el objetivo pretendido.
Resulta imperioso hurgar en lo “políticamente incorrecto”. Ahora no sólo desde lo discursivo los dirigentes están invitados a ser brutalmente disruptivos. A estas alturas eso ya se constituye en un requisito inevitable.
Pero también al evaluar el armado de ese complejo rompecabezas que implica estructurar impensadas alianzas, hay que tener el coraje suficiente para romper muchos paradigmas y probar nuevas fórmulas creativas.
Obviamente que aun bajo esas imprescindibles reglas se encuentran desde los que buscan coincidencias programáticas hasta los mas inescrupulosos, esos que sólo pretenden tomar el poder sin que las ideas sean prioridad.
En el primer grupo, lo que se intenta acordar son cuestiones de fondo con aspectos ideológicos mínimos para la acción, pero también se consensua el necesario reparto de cargos ante el eventual triunfo en los comicios.
En la categoría de los malandras de la política, no importa nada. Solo se trata de asaltar el poder del modo que fuera y prepararse luego para la batalla de la traición sistemática a votantes y socios por igual.
Algunos políticos nostálgicos del pasado siguen aferrados a sus viejas prácticas y no comprenden cómo se ha transformado el mundo. No sólo se enrolan allí los mas añosos del sistema, sino también flamantes personajes que incurren en esta arena, pero que no han tomado nota de lo que sucede.
La política es ajedrez. Los movimientos no se hacen en soledad. Todo depende de lo que piensa hacer el adversario y de la versatilidad para reprogramar estrategias cuando las circunstancias lo demandan a gritos.
Se aproxima una elección presidencial trascendente y el panorama está totalmente abierto. Parece que quedan pocas semanas para hacer “pases mágicos”, pero las suficientes para tomar el riesgo de intentarlo.
Los que creen que esto es cosa juzgada pueden equivocarse. La creciente desilusión, la impotencia serial, la bronca acumulada, los problemas cotidianos reales que emergen por doquier, son parte de un coctel peligroso que puede traer derivaciones sociológicas difíciles de pronosticar.
Uno de los frentes políticos movió las primeras piezas haciendo lo inesperado en un momento sorprendente. Nadie puede asegurar que eso funcione linealmente y los lleve hacia la pretendida victoria.
Lo que si se puede afirmar es que esa intrépida movida tendrá gigantescas consecuencias dentro y fuera de ese espacio. Ha generado conmoción y eso se traducirá en novedades que aparecerán en muy pocos días mas.
Aquellos que quieran conseguir la meta tendrán que ser inteligentes, prever rápidamente los efectos colaterales de esa jugada y como no habrá chance alguna de testear científicamente el real impacto, tendrán que aventurarse.
Imaginar que esto no tendrá implicancias relevantes es demasiado temerario. Es muy difícil adivinar cual será la decisión que tomarán quienes quieren competir en la liga mayor, pero diera la sensación de que tendrán que jugar sus cartas con mucha inteligencia para no equivocarse.
La mayoría de la gente no sólo está preocupada con este patético presente, sino que está hastiada con lo que viene ocurriendo. Por eso espera con ansias, casi ilusamente, la posibilidad de creer en un nuevo sueño.
Se está ingresando en la recta final. Puede suceder casi cualquier cosa. Para los amantes de la política este es un juego apasionante con el que perversamente se divierten ya sea como operadores o como observadores.
Los alquimistas tienen ahora en sus manos no sólo el resultado de esta crucial elección, sino el porvenir de miles de familias que están expectantes frente a lo que viene, decidiendo como seguir con sus propias vidas.
Después de tantas idas y vueltas, un puñado de jugadores del sistema tienen el tablero ante sus ojos y están preparándose para la puntada final esa que determinará, probablemente, como sigue esta historia.
No menos cierto es que la sociedad es la que tiene el verdadero poder y que puede prestarse siendo parte de este experimento, o revelarse ante él y castigar a los inmorales manipuladores que sólo piensan en su propio poder.