En pleno año electoral se suceden los economistas y politólogos que aseguran tener la receta para que el país logre el ansiado desarrollo siempre anhelado y nunca logrado.
El panegírico de iluminados que se jactan de desempolvar estrategias que por alguna razón, al parecer desconocida, nunca llegan a buen puerto inundan los medios de comunicación de todo el país y se viralizan en las redes sociales con detractores y fanáticos.
Que el gobierno de Mauricio Macri debió aplicar políticas de shock desde el primer día de su gestión para atacar el déficit fiscal, que debió eliminar impuestos y reducir el gasto. Que las resultados están a la vista, que se hizo mal esto y lo otro.
Esa fue la misma receta que utilizó Mauricio Macri para lograr un balotaje que lo catapultara a la presidencia. Pero cuando pretendió aplicar políticas de shock una mayoría se opuso y le dejó en claro que Argentina elige cada día el gradualismo y las medidas a corto y mediano plazo.
Normalmente, los planes de shock se asumen cuando la bomba ya ha explotado. Habría que preguntarse cuándo explotó esa bomba durante el macrismo ¿o si está a punto es explotar?
Y desde el punto de vista de la gobernabilidad, ¿qué es mejor: ajustar de entrada y asumir el riesgo de una pueblada o ajustar gradualmente y asumir el riesgo de una crisis macroeconómica importante?
Si Macri hubiera optado por una marcha acelerada hacia el déficit cero, en el presente la inflación se situaría (los economistas más probos insisten en el condicional) en un dígito, habría estabilidad cambiaria y el riesgo argentino se acercaría al riesgo brasileño, y con esto se crecería con una reducción sostenida del desempleo. Pero el riesgo de una pueblada en los comienzos de la gestión macrista hubiera sido elevado.
Sólo basta con repasar lo sucedido durante el tratamiento de la reforma previsional o el pago de la deuda a los fondos buitres.
La situación parece no ser exclusiva del país, el Banco Interamericanas de Desarrollo corrigió sus informes y advirtió que el crecimiento en Latinoamérica será este año la mitad de lo previsto.
Los economistas deambulan por los medios de comunicación para enarbolar sus teorías que prometen llevar al país a eso que siempre pudo ser y nunca fue, algo así como una utopía. Pero una vez que toda la fiebre electoral se desvanezca, la situación nacional seguirá su marcha, como hasta ahora, con la vista puesta en el dólar, la deuda y el ajuste. En caso de que Macri sea reelecto ¿volverá a optar por el gradualismo o contará con la suficiente legitimación para avanzar en medidas de shock?
Si Alberto Fernández es electo presidente, ¿elegirá el gradualismo o el shock? Todo parece indicar que no está en sus planes asumir el riesgo de una pueblada. Pues la ciudadanía podía entender y aceptar que era necesario actualizar tarifas de servicios, pero a mediano y quizá a largo plazo. Lento y además que se exigían servicios acordes, difícil de lograr todo en un corto tiempo.
Que Argentina pasó del puesto 120 al 170 de libertad económica con los Kirchner. Que el gradualismo no funciona porque la caída fue brutal. Que hoy tenés 163 impuestos. Que todos saben lo que hay que hacer pero que nadie quiere hacer o, al menos, los únicos que no quieren es la clase política que pese a las numerosas crisis sigue viviendo de sus privilegios. Que la inflación es una clara demostración de la incapacidad de gobernar. Sí, pero que nadie puede hacer que desaparezca en 2 años, que la pobreza es estructural y que el sueño de pobreza cero, es eso, un sueño, un anhelo. Pero que no por eso se debe dejar de intentar alcanzar esa añoranza, como la de ser un país con los mejores estándares en educación, salud e infraestructura. La historia demuestra que es posible. Sino pregúntenle a los premios Nobel que ha dado esta tierra, a los héroes de Malvinas.
Pobreza cero es un sueño. Sí. Pero los sueños le dan potencia al presente, que debe ser perfeccionado con la consistencia de un propósito y a largo plazo ¿con el gradualismo o políticas de shock?