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No importa la corrupción u honestidad de un candidato

Por Kenneth RapozaEl autor lleva una carrera de más de 20 años el mundo de los mercados. Durante años fue el corresponsal en Brasil del Wall Street Journal y desde 2011 se convirtió en el especialista en mercados emergentes de la revista Forbes. También ha trabajado para medios como Boston Globe o USA Today. Nota publicada en la revista Forbes.

Por Kenneth Rapoza

El autor lleva una carrera de más de 20 años el mundo de los mercados. Durante años fue el corresponsal en Brasil del Wall Street Journal y desde 2011 se convirtió en el especialista en mercados emergentes de la revista Forbes. También ha trabajado para medios como Boston Globe o USA Today. 

Nota publicada en la revista Forbes.

Sólo basta escuchar a cualquiera que esté harto de Cristina Kirchner, les dirá que es corrupta hasta el cielo y que su política económica destruyó a la Argentina. ¿Y qué?

Hablará del escándalo de los cuadernos, que los argentinos aseguran que es un escándalo aún mayor que el “Lava Jato” que involucró a Petrobras y al ex presidente brasileño, Inácio Lula Da Silva.

Lula está en la cárcel. Si Cristina no fuera una política, también ella lo estaría. Eso es lo que oiría cualquiera.

Sin embargo, Cristina está muy lejos de una celda. Está como candidata a vicepresidente de un ex jefe de gabinete de la gestión de su familia y, nada menos, el hombre que se espera vencerá al presidente actual Mauricio Macri.

¿Por qué a una parte importante del electorado no le importa que Cristina aparezca en una fórmula o que una persona enmarcada como una política deshonesta y corrupta no merezca su voto?

Según una encuesta realizada el 19 de agosto por la consultora de riesgo político Federico González & Asociados, sólo el 25% de los encuestados dijo que la honestidad y la posición de un candidato ante la corrupción son realmente importantes. ¿Ley, orden, justicia? Sólo le importa a un 25%.

La razón es simple: la economía está en ruinas. La inflación es superior al 55%. Las tasas de interés están por encima del 60%. El peso es basura. La tasa de desempleo oficial es superior al 10%. Y Macri recurrió al Fondo Monetario Internacional, el que dejó en apuros a la Argentina con un golpe de USD 56.000 millones, el préstamo más grande del FMI en toda su historia.

Macri no puede ganar cuando un 58,8% del país, según la encuesta de González & Asoc., dice que basa su voto en problemas económicos. La razón por la que nadie está preocupado por los escándalos de corrupción en la Argentina, una preocupación que aniquiló al Partido de los Trabajadores de Lula el año pasado en Brasil, es porque la economía cayó muchísimo y la gente culpó a Macri.

Como resultado, las cifras de Macri fueron abismalmente bajas en las Paso del 11 de agosto. Eso sugiere incluso que Fernández podría vencer al actual presidente en las elecciones en octubre.

A Macri sólo le queda un núcleo duro de sus partidarios. Incluso, muchos de ellos lo abandonaron hace un año. Así y todo, Macri podría estar mejor aún perdiendo.

El próximo presidente se está quedando sin dinero en efectivo en el Banco Central, donde quedan alrededor de USD 18.000 millones por delante. Eso le da menos munición para matar de hambre a un aluvión de ventas al descubierto del peso. En teoría, el FMI podría hacer algo para mantener el peso bajo control, pero no se suponía que el dinero se tendría que usar para eso.

Hay posibilidades de que el próximo presidente pueda volver a incumplir con sus obligaciones. Los bonos a 100 años cotizan a 40, lo que representa un 60% de descuento en su valor nominal. Una vez más, Argentina se convirtió en un activo en apuros.

Wall Street sabe que la Argentina tiene que recurrir a algún tipo de control de capital para poder detener otro default. El que era ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, renunció durante el fin de semana largo y la cartera económica reorganizó su equipo, pero sólo eso no será suficiente. Tal vez el peso se fortalezca y el cambio llegue a 62 en el corto plazo. Pero no durará por mucho tiempo.

El enfoque más importante para el mercado en este momento, así como para los votantes de Macri, es ver cómo el Gobierno maneja la economía durante los próximos dos meses con el fin de minimizar los impactos inflacionarios de un peso débil.

Antes de las Paso, el dólar cotizaba a $45. El día después, se hundió a $55 y estuvo operando en cifras cercanas a los $60 desde ese momento.

La única razón por la que no se estableció por encima de los $60 fue por la intervención del Banco Central.

La semana pasada apelaron a una suma entre USD 3.000 millones y sumaron más de USD 5.000 millones en total en agosto para pagar tasas de interés ridículas en sus notas de préstamos a corto plazo.

Surgieron rumores de que esta semana se recurran a otros USD 3.800 millones para el reembolso anticipado de un acuerdo de recompra de divisas. Eso situaría las reservas netas en unos USD 13.000 millones a finales de mes.

Argentina también cuenta con líneas swap con China, depósitos del tesoro de Estados Unidos y reservas de depósitos bancarios del sector privado que podría utilizar.

Aún así, la cantidad de dinero en los fondos argentinos en este “día lluvioso” es menor que la de Ucrania y Kazajistán. En comparación, Brasil tiene más de USD 380.000 millones en reservas de divisas.

Las naciones deudoras como la Argentina utilizan las reservas de divisas como fuente para mantener su moneda bajo control. Pero principalmente, esas reservas son usadas para proporcionar a los prestamistas una sensación de seguridad de que el país dispone de suficiente dinero como afrontar los pagos de los intereses.

Siobhan Morden, directora de renta fija de Amherst Pierpont Securities, dice que sospecha de que el equipo de Macri podría tener que depender de una combinación de la debilidad del peso, mayor pérdida de reservas, altas tasas de interés y controles regulatorios. Pero sólo lo haría “como último recurso” para evitar un incumplimiento absoluto antes de las elecciones.

También será importante mantener estables las relaciones con el FMI antes del desembolso de USD 5.400 millones previsto para el 15 de septiembre y demostrar a los inversionistas que el FMI respalda a la Argentina.

El FMI, por su parte, se encuentra en una situación difícil. Su líder, Christine Lagarde, podría estar preparada para continuar con su experimento de un mega bailout en la Argentina, que cada día parece más inútil. Lagarde está primera en la lista para convertirse en presidenta del Banco Central de Europa en octubre, donde el curioso mundo de los tipos de interés negativos requieren muchas explicaciones. Ella estará ocupada preparándose para su nuevo trabajo.

Además, existe la posibilidad de que el FMI dé marcha atrás y no libere los fondos en septiembre, a menos que confíe en que Alberto Fernández siga las reglas que acompañan a ese préstamo.

Si el FMI retrasara o retuviera ese desembolso, podría provocar que otros prestamistas tuvieran que rescatar a la Argentina, en un movimiento no visto desde 2001.

“Es probable que la administración de Macri le otorgue prioridad al pago de la deuda para evitar incumplimientos durante el período provisional”, dijo Morden.

Al electorado le importa poco el FMI, y eso tanto Alberto Fernández como Cristina Kirchner lo saben. Un voto a su favor podría también ser un voto en contra del FMI. Pagarle al Fondo, o a cualquier prestamista extranjero llegado el caso, no está entre las prioridades.

La renegociación de un bono se está empezando a cotizar y eso es un descuento enorme.

Fuera del mercado de valores, los argentinos están ocupados en cambiar pesos por dólares cada vez que pueden. Los argentinos ricos están comprando bienes raíces, en dólares, por supuesto. Algunos están sacando dinero del país, asumiendo futuras devaluaciones.

Eso significa que las personas que ganan en pesos y compran dólares, están trabajando cada vez más duro para comprar cada vez menos dólares. Y todo el tiempo ven cómo la inflación se come sus ingresos.

Fernández tendrá que tranquilizar a los inversores antes de las elecciones nombrando a un equipo económico muy respetado y con capacidad de mercado. Encontrarán un delicado equilibrio entre tener que complacer a los votantes y complacer a los inversionistas que, durante los últimos cuatro años, han estado financiando al Gobierno.

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