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/Ellitoral.com.ar/ Especiales

Moreiro ante la destrucción de la naturaleza

Beatriz Moreiro, profesora y maestra nacional de Artes Visuales.

Por Magali Lanser y equipo docente del Seminario de Crítica de Arte dictado en la Facultad de Artes, Diseño y Ciencias de la Cultura de la Unne.

Especial para El Litoral

 

Las obras de Beatriz Moreiro tienen como protagonista el monte. Ella observa, dibuja, recolecta y fotografía restos de la naturaleza como nidos, troncos, hongos y caraguatás; dado su amor por la naturaleza, ella misma se considera una artista ambiental: le interesa captar las transformaciones del paisaje y vive con mucha preocupación los incendios forestales, la deforestación y la destrucción del medio ambiente. Moreiro nació en 1953 en Buenos Aires; es profesora y maestra nacional de Artes Visuales, con una especialización en grabado y dibujo, otorgado por la Universidad Nacional de las Artes (UNA). Ella ideó y proyectó los Encuentros Nacionales y Sudamericanos de Grabados desde 1992 a 1997, en Resistencia, Chaco; dictó grabado, dibujo e Historia del Arte en la Escuela de Bellas Artes. Realizó viajes de estudio a Polonia, Francia y España, y hace más de treinta años que trabaja incansablemente en su taller. Tuvimos oportunidad de mantener un intenso diálogo virtual con la artista y esto nos decía:

—¿Hubo alguna obra de arte que haya definido su vocación o que la haya impactado en su infancia/juventud? 

—De muy niña -diez u once años- vivía frente a mi casa en Martínez, Buenos Aires, don David Daich, un escenógrafo de películas de Argentina Sono Film. Me pasaba horas observándolo trabajar con mucha dedicación todo el día, hasta que un día me preparó una madera fondeada y empecé a realizar mi primera pintura guiada por él. Así seguí unos dos años, hasta que nos mudamos a Las Lomas de San Isidro y ya no lo vi más, aunque solía visitarlo con asiduidad. Después, de adolescente, un tío muy culto me fue iniciando en distintas disciplinas y me introdujo en el mundo de la música clásica; me regaló mi primera cámara de fotos para iniciarme, y mirábamos en libros de arte que me traía obras de distintas épocas y distintos pintores. Me deslumbraban El Bosco, Goya, Velázquez, entre otros.

—Si pudiera llevar a su casa una obra que haya visto en algún museo o colección pública, ¿cuál sería? 

—Me llevaría varías: el tríptico de “El jardín de las delicias” de El Bosco, “Las meninas” de Velázquez, una de las pinturas negras de Goya, y la rosa inmensa de Isa Genzken (artista alemana) que se encuentra en el patio del MoMA. 

—¿Qué obra regalaría, a quién y por qué? 

—Regalaría un dibujo o grabado mío a un gran amigo que tuviera interés por el arte, o a algún historiador o crítico de arte.

—¿Qué obra destruiría y por qué? 

—No destruiría ninguna que sea verdaderamente una obra de arte; igualmente no destruiría la obra de otro. Sí considero que, en los espacios públicos, ya sea museos, centros culturales o espacios verdes no se debería exhibir cualquier cosa. Eso confunde a la gente.

—Si tuviera que hacerse retratar por un pintor, ¿a quién elegiría y por qué?, ¿cómo se haría retratar? 

—Hoy elegiría a Ernesto Pesce, un artista argentino, con el que ya realicé obras y me retrató. Si pudiera volver al pasado, elegiría a Leonardo da Vinci, para que me retrate rodeada de naturaleza virgen, pájaros, otros animales del monte y vestida con una túnica blanca. O a Velázquez, montada a caballo, vestida de blanco y rodeada de esa naturaleza.

—¿Qué monumento público (escultura o conjunto escultórico) salvaría de una hecatombe? ¿Qué edificio notable salvaría de una hecatombe? 

—No salvaría de una hecatombe ningún edificio público, ni uno notable; solo la conciencia del hombre. Acerca de los mejores monumentos, creo, son los árboles genuinos, añejos o nacientes, donde viven pájaros y otras especies. Sin deforestación y sin quemas, salvarían al mundo de una hecatombe. O sea, preservando a la Madre Tierra, nuestro hábitat, sino nada nos salvará.  

—¿Qué la llevó a dedicar su arte en relación a la naturaleza?

—Desde mi época de estudiante -en la Prilidiano Pueyrredón, hoy UNA- venía constantemente al Chaco y me enamoraba cada verano de su vegetación agreste. También de adolescente vivía fascinada con animales y plantas; las ciencias naturales eran mi debilidad. Y que las conjugué en el arte y esta fue mi temática desde siempre, que se tornó también en denuncia desde las artes visuales, vivenciando la deforestación y quemas indiscriminadas, entre otras cuestiones. 

—¿Hace cuántos años se dedica a su profesión?

—Al concluir mi formación académica y con mis primeros dos hijos pequeños, investigué mucho en las técnicas del grabado en metal y dibujo. Luego me puse a trabajar con obras de una serie de realismo fantástico, allá por los noventa, y a participar en bienales internacionales de arte, en ferias y salones. Desde ese momento me consideré más sólida profesionalmente en el arte. En 1990 nació mi tercer hijo, y continué investigando y trabajando hasta hoy, siempre tratando de innovar en formas de presentar un grabado; rollos conformados por una edición en una misma propuesta visual, donde no se veía el principio ni el fin, o armaba obras tridimensionales, escultóricas, o libros de artista, confeccionadas del mismo modo. Realizando a partir de estas obras una muestra individual, que se llamó “Memoria de América”, que itineró por varios lugares, arrancando en 1997 en el Museo Nacional de Grabado, de Buenos Aires, luego en el mismo año vino al Museo de Bellas Artes de Resistencia; en 1998 al Instituto Cultural Cabañas, de Guadalajara, México; en 1999 al Centro Cultural Montecarmelo, Chile, finalizando en el Cabildo Histórico de Córdoba, en el mismo año. Esta muestra me valió la invitación de la Academia Nacional de Bellas Artes en 1998, para participar del Premio A. J. Trabucco en grabado, junto a nueve artistas más, y que me fuera otorgado por dicha institución académica. Desde allí mis series no pararon. Seguí trabajando en grabado en forma permanente, realizando muestras individuales, como “De la Tierra” y “Corazas” entre el 2000 y 2005, participando en bienales internacionales. Seguí con el grabado, pero me comenzó a interesar cada vez más el dibujo y la construcción de objetos, como los fardos con recolecciones de los desmontes y las pequeñas caraguatás de perdurable acero, ante la visión apocalíptica que ya se anunciaba en el monte chaqueño. Continué realizando dibujos, grabados y grandes caraguatás. Me sentí una profesional del arte cuando concreté obras con propuestas nuevas, incursionando en nuevas búsquedas y que fueron consideradas como obras en mi provincia, mi país y el exterior.

—¿Qué mensajes dejaría al público en estos momentos de pandemia?  

—Estoy por representar al país en una muestra sobre la pandemia, junto a otros cinco artistas argentinos, siendo un total de 50 latinoamericanos. Creo que será un mensaje visual, ya que habrá un dibujo de hongos y un pequeño fardo similar al que te mencioné antes. ¿Por qué los hongos? Porque es el quinto reino, los primeros y últimos habitantes que quedarán en la tierra; creo que es un mensaje importante. ¿Y qué les diría? Lo que te comenté anteriormente: no deforestar, quemar, matar y cuidar en todos los aspectos al planeta, nuestra casa, que nos permite vivir, y creo que esta pandemia debe ser un llamado de atención para una nueva era y un nuevo orden mundial. 

Para concluir, es interesante tener en cuenta esta última respuesta de Beatriz, ya que el planeta “es nuestra casa que nos permite vivir”, pongamos nuestra atención a estas problemáticas, respetemos y cuidemos el medio ambiente. Estamos destruyendo el lugar que habitamos... ¿con qué necesidad? 

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