¡Buen día! Cada tanto resurge en el país una oleada de reproches y denuncias referidas a los hechos horrorosos padecidos en la década del 70. La Iglesia fue una de las primeras voces que se alzaron pidiendo la reconciliación de los argentinos. Más adelante, vislumbrando ya el tiempo de la democracia, hizo un documento explícito sobre el tema, titulado “Camino de reconciliación” (16.8.82). Es para leerse, pues conserva una vigencia permanente. En su Nº 7 dice, por ejemplo:
“La reconciliación de la que hablamos no supone la uniformidad de las inteligencias en enfocar con una misma opinión todos los aspectos que hacen a la organización del país. Además de imposible, ello sería dañoso para la nación.
La reconciliación nacional apunta, sobre todo, al corazón del pueblo que ha sido desgarrado. Para lograrla es preciso que cada uno apacigüe su propio espíritu deponiendo el odio, tenga la valentía de realizar una autocrítica sincera reconociendo sus propios yerros, formule con hechos la voluntad de no excluir a nadie del derecho a participar de la cosa pública, aliente el diálogo sincero y racional como única arma aceptable para la lucha política, que más que a la derrota del contrario tienda a lograr la armonía de pensamientos y voluntades, adopte una actitud de condescendencia fraterna hacia quienes se hayan equivocado o nos hayan hecho daño, procurando tomar la iniciativa para el reencuentro con ellos, ejerza la justicia con rectitud y verdad, sin espíritu de venganza, fomente sentimientos de clemencia en la aplicación de las penas por los delitos cometidos, hasta desembocar en el perdón sincero, el cual tiene su espacio propio, no sólo en las relaciones individuales sino también en las sociales...”.
Más adelante, en el Nº 10, el documento alude al tema de la verdad: “La reconciliación necesita de la verdad, aunque a veces sea dolorosa, porque ocultarla impediría la curación y la salud de la patria. Como la verdad no sirve nunca a la guerra, sino a la reconciliación y la paz, debe provocar siempre la propia conversación. Ha de ser proclamada sin amargura, recibida con humildad y desprendimiento, madurada con seriedad y asumida con amor y coraje. La pasión por la verdad es honra de hombres y pueblos...”.
¡Hasta mañana!