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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

Redes sociales, virus y política

Por Emilio Zola

Especial para El Litoral

El ciclo de contagios de covid-19 se dispara en las grandes urbes argentinas y en la vecina provincia del Chaco, mientras en Corrientes se habla de volver a una normalidad similar a la que disfrutan los jujeños, con bares incluidos, en un contexto que insufla tranquilidad a pesar de que la pandemia sigue facturando vidas a nivel planetario.

La capacidad devastadora del sars cov-2 puede verse aquí nomás, en la otra orilla del río Paraná, donde el saldo mortal se eleva a la cuarentena de víctimas con chances de un empinamiento despiadado. El pánico se respira en las calles de Resistencia al ritmo de los rumores: “A la vuelta de la casa de mi tía murió de coronavirus la verdulera”. El dato es verídico, pero relatado a través de truculentas cadenas de Whatsapp adquiere un dejo catastrofista que se replica en las redes sociales.

El gobernador Jorge Capitanich, quien dos días antes había exclamado que “debemos convivir con el virus” para mantener la maquinaria productiva en funcionamiento, se vio forzado a retroceder a la fase 3 de la cuarentena en la noche del viernes. Es decir, desplazamiento cero a excepción de las actividades esenciales y rigurosidad marcial en los controles de tránsito y documentación.

Un día antes el intendente de Resistencia, Gustavo Martínez, había lanzado un buscapié a Capitanich, con quien mantiene diferencias cada vez más profundas. Transmitió en vivo por Instagram y Facebook un pedido al Ejecutivo provincial para retrotraer el estado de cosas a la fase 1. Es decir, una paralización total como la dispuesta por el presidente Alberto Fernández a mediados de marzo.

Martínez tomó nota del clamor de un amplio sector de la comunidad que comenzó a ser ganado por el pánico. Hábil, dejó entrever tácitamente en Capitanich puntos de contacto con el discurso bolsonarista y actuó en coincidencia con los resistencianos que, ante el riesgo de una propagación descontrolada, comenzaron a exigir la profundización del distanciamiento social para sofrenar la peste.

Su mensaje en la comunidad digital a la que todo el mundo abreva, especialmente desde que el Gobierno chaqueño comenzó a retacear datos oficiales para evitar un repique de la desesperación poblacional, resultó clave en el cambio de opinión de Coqui, cuyo desempeño en el teatro de operaciones antivirus recibe reconvenciones a granel en los foros de internautas.

A sólo 20 kilómetros de la tremolina chaqueña, el gobernador Gustavo Valdés enfrenta otra realidad. Apoyado en registros positivos que se mantienen por debajo del centenar de casos y sin fallecidos, infunde confianza a una población que hace tiempo dejó de practicar la cuarentena entendida como sinónimo de confinamiento y crece en imagen positiva a un ritmo sostenido.

Valdés aspira a liberar actividades al estilo Morales, su par y correligionario jujeño, el primer gobernador en permitir las actividades físicas al aire libre en el confín norteño del mapa nacional. Tiene poderosas razones a su favor y generó consenso en torno de ese próximo paso gracias al bajo impacto de la enfermedad, con lo cual consiguió un permiso especial del poder central.

La base de sus decisiones es la confianza que supo transmitir en forma cotidiana a través de posteos regados por innumerables comentarios elogiosos de una sociedad provinciana henchida por un sentimiento de exacerbada correntinidad, muchas veces a un tris de la segregación regional, pero genuinamente orgullosa de los progresos prevencionales del Gobierno en la lucha contra el coronavirus.

Por eso la siguiente observación pesa más que nunca: en tiempos de distanciamiento social, sin posibilidades de contacto directo y con la gente mentalizada en que la única receta es alejarse unos de otros,  el primer mandatario correntino demostró cualidades no sólo para enfrentar la pandemia, sino para capitalizar el vehículo comunicacional de las redes sociales, una dimensión donde siempre fue un jugador de toda la cancha.

Desde su asunción, Valdés se movió a sus anchas en la virtualidad. Pero cuando el enemigo microscópico cruzó el océano la experiencia ganada en el manejo del lenguaje simple y certero de las redes le permitió comunicar mejor que otros para prevenir, generar conciencia y cosechar consenso. Hizo lo más difícil: practicar el arte de la seducción política en medio de una crisis global en la que mueren personas todos los días.

El mandatario correntino logró un saldo positivo gracias a la obturación del puente General Belgrano ni bien se conocieron los primeros casos en la provincia vecina. Otro movimiento acertado fue el aislamiento de los infectados que llegaron de Europa en los primeros días, como también la temprana prohibición de actividades comunitarias.

Todo fue reflejado, día por día, en la ventana de sus perfiles públicos, en los que marcó diferencia respecto de otras comarcas donde quizás la elipse de contaminación no haya sido para tanto, pero recrudeció por autosugestión debido al déficit de aquellas administraciones que olvidaron transmitir las señales positivas de la crisis mientras los medios, en general, se enfocaron en el morbo.

Sin que nadie se atreva a pronosticar plazos de nada y cuando la Argentina pareciera estar acercándose dramáticamente al pico de transmisión viral, el papel de los políticos con cargos ejecutivos que supieron reflejar sus acciones en las redes se tradujo en un fortalecimiento de sus respectivas imágenes públicas incluso cuando la tragedia los golpeó.

El caso del fallecimiento de referentes sociales en las villas porteñas se transformó en un torpedo que acertó directo en la línea de flotación del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, donde Horacio Rodríguez Larreta fue vituperado durante varios días hasta que volvió a instalarse una certeza: los barrios populares nacidos en la ilegalidad de la usurpación habían recibido en los últimos años más obras de urbanización que el resto de Caba.

Eso y la foto de acciones conjuntas con Nación y Provincia de Buenos Aires restauró la relación entre el jefe de Gobierno y la ciudadanía. Y el ámbito idóneo para recomponer vínculos fue, una vez más, el de las redes, donde el propio Rodríguez Larreta campeó el temporal con reacciones en las que demostró equilibrio, autocrítica y tolerancia.

En tiempos de pandemia el universo virtual se ofrece como una herramienta idónea. Siguen siendo un problema las noticias falsas, pero los consumidores de información están mejor prevenidos y cada vez más personas practican la costumbre del doble cotejo, vieja regla periodística que recobra valor masificada por la necesidad de evitar libelos monumentales.

Entre el abanico de favorecidos por este instrumento que vino a horizontalizar la información al punto de burlar las censuras dictatoriales, los políticos que mejor logren manejar el proceso de digitalización social que se acelera al ritmo pandémico alcanzarán objetivos impensados en materia de popularidad.

Allí el mandatario correntino, como otros exponentes de la política local, corre con ventaja por cuanto las campañas electorales cambiarán de métodos y muchas de las acciones proselitistas (sino todas) deberán ser indefectiblemente suplidas por la conexión remota. En vez de alzar bebés, besar abuelas y abrazar simpatizantes, habrá que ponerse diestro en la administración de megabytes.

Será el momento de practicar máximas ancestrales de la política, adaptadas a esta nueva era holográfica que ha comenzado a fuerza del cataclismo sanitario. Y los más hábiles conquistarán la simpatía de las masas desde un smartphone por una simple razón: “En general, los hombres juzgan más por los ojos que por la inteligencia, pues todos pueden ver pero pocos pueden comprender”. Lo dijo Nicolás Maquiavelo, hace 500 años.

 

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