La añoranza, que es la raíz lírica de Martínez, ni nubla su visión del mundo ni le impide manifestar un sentimiento aprobatorio de la vida”, decía en la década del 70 el gran poeta entrerriano Carlos Mastronardi. El autor de Luz de provincia se acercaba así a través de un extenso estudio a la obra del poeta de Caá Catí, Cinco décadas después, otro caacatiano escribe su propia visión de la nostalgia, su raíz lírica derramada en Brebajes de la tierra florecen verticales y expansivas.
Desde muy joven, casi desde niño, Heraldo Vallejos encontró su tendy ava (luz del hombre) en la poesía, de la mano siempre sabia y entregada de José Alarcón (el intoxicador de poesía) que lo acercó al grupo literario “Pájaro de tinta”.
En la revista del mismo nombre publicó sus primeros poemas y participó también del programa radial. En aquellos años iniciales nació quizá no solo la decisión y empeño de escribir poesía, sino también el impulso por la gestión cultural a través de la creación junto con otros del grupo cultural Nativo o como colaborador de la Feria del libro de la biblioteca Rivera de Caá Catí.
La voz de Heraldo está impregnada y sustentada por la luz del paisaje natal. Cada quien vive a su manera sus grandes o pequeños exilios, sus mudanzas. La infancia y el asumir los caminos de la adultez señalan su camino poético: “mi piel ha guardado/los pigmentos de la lejanía/y los olores de la tierra que me espera”. Quien a ha crecido en un pueblo de Corrientes sabe que en el patio de la casa empieza el mundo a explorar, que el mismo tiene el tamaño del universo: “pombero oculto/entre las vértebras del paraisal”.
Pero cuando el tiempo te señala otros caminos y el abrazo del patio ya no está, llega el dolor, la angustia: “Me cuesta quedarme lejos de mi sangre”; “Soy la desolación de una herida/aguardando en la piel de esta ciudad”.
Habrá que hacer camino para dejar algo atrás, ese “che yasí amó aguá” que cantaba Cancho Gordiola Niella. La luna de donde uno abrió los ojos es la más hermosa tal nos viene diciendo Plutarco desde hace casi dos mil años. El movimiento desprende viejos y nuevos perfumes y Heraldo Vallejos los sabe, por eso canta: “como yuyito fresco/que todavía no deja de crecer”.
Muestrario mInimo
Derrumbe
Cuántas ciudades se derrumbaron
sobre mi pecho
mientras filas de monolitos
avanzaban a la deriva
como barquitos de papel
por esos charcos azules
[grisáceos de lágrimas
cuántas oscuras noches oscuras
llevo empalmadas en la carne
como verruga oculta
que anhela pronto mostrarse
[al mundo
para que el mundo se ría de ella
[y no con ella
y la sonrisa siempre viva
siguió tapándome los miedos y la [desazón de las sombras
y la sonrisa ahora me sonríe
[en todo el rostro
soñando
/tal vez/
solo días buenos
pero yo sé
que varias ciudades
aguardan por mi pecho
yo sé que mi piel hurgará
una última ciudad antes de partir
para ese día guardo una sonrisa
/mi mejor sonrisa/
sólo para mostrar
que yo también tuve fe.
***
La tierra baja
hacia la tierra
de tus venas
para volverse paisaje
y anidar todo el río
que te
atraviesa el pulso
La tierra baja
y en vos
se hace poesía.
El tibio cuerpo de la muerte
I. Huye del tiempo
con la mirada perdida en los vivos
y la rutina se le vuelve hojarasca
para el otoño pálido
que lleva en los huesos
El fondo de sus días
se pierde en la oscuridad
[de su vestido
Sueña con palpar la juventud
en el espasmo de alguna víctima
Ningún espejo puede devolverle
la frescura del rostro
La inmortalidad de sus días
nace del mismo cielo
donde la angustia nace
Parca la llaman
y lo saben los condenados
los mismos fantasmas
que acostumbran jugar
[con el destino
mientras destilan sueños
sobre esta tierra.
III. Naceré en tus ojos
una noche más
Me criaré en tus senos
ahuyentando a la muerte
Cultivaré en tu piel
un blanco amanecer
Mimaré tus piernas
para que progrese
[el silencio
Pero no pidas
que vuelva a dibujar tu ausencia
sobre los crines del fantasma
[de la tarde
No pidas
que me vuelva a acurrucar
en la copa del exilio
Regreso/
rezo/
y reto al despojo
para matar a la angustia
mientras fluye nuestra luz
El armonioso tormento
de los cuerpos
III. He llevado
hasta la cumbre de mi noche
el retrato gris de la ausencia
con sus bocanadas de río
y con sus sonrisitas de estero
He aprendido a silbar con el alma
cuando deambulo
en el remanso de esta ciudad
y mi piel ha guardado
los pigmentos de la lejanía
y los olores de la tierra
[que me espera
He conseguido sobrevivir
montado sobre los recuerdos
y desde allí ahora canto
[al desarraigo
y en cada canto retorno enloquecido
vuelvo azul
pero vuelvo.
Corcoveo 1
Desbocado el universo
retorna
sobre el jadeante tobiano
mascando sus penas
mascando su tabaco
su rostro es un silbido agudo
que se detiene
se contempla
en el regazo-arenal del estero
arenal/cause de sol
que está quemando a gritos
la siesta del pueblo
Brotan
rectos
sus días
sobre la azulidad
de mi memoria
como yuyito fresco
que todavía no deja de crecer.
Relincho azul
Un relincho azul sobre el
[tupao del monte
y una carcajada de esteros
[para alivianar el cielo
un llanto de urutaú sobre el lomo [de las palmeras
y el sueño que se pierde
[detrás del sol.
¿Te gustó la nota?
Ranking
Noticias Recomendadas
Comentarios