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Coordenadas para proyectar el 2021

En esta era tan atípica y repleta de paradigmas inestables, visualizar el horizonte con lucidez no es una tarea sencilla. El reto es intentarlo con convicción y definir un rumbo que permita atravesar las más complejas turbulencias. 

Por Alberto Medina Méndez

amedinamendez@gmail.com

@amedinamendez

Cuando el almanaque determina que ha comenzado un nuevo ciclo las expectativas renacen. Este mecanismo absolutamente natural oxigena las mentes y los espíritus, invitando a soñar con optimismo acerca del porvenir.

La pandemia derivó en múltiples sensaciones que se presentaron caóticamente semana a semana. La desinformación no ayudó demasiado, el miedo cumplió con su cometido, el desconocimiento se sumó al desconcierto y las más retorcidas hipótesis estuvieron a la orden del día.

Con el diario del lunes, algunas cosas se aclararon, pero otras siguen dando que hablar y las sorpresas siempre pueden aparecer inusitadamente en un mundo tan convulsionado y vertiginoso como el presente.

La vida continúa y es conveniente entonces ensayar una mirada hacia adelante. Esa visión, cualquiera sea ella, determina los próximos pasos. 

La gente actúa en función de lo que considera que es posible que ocurra y utiliza las referencias disponibles para empezar a planear su accionar.

Lamentablemente no existen garantías al respecto. Predecir el futuro implica asumir cierta dosis de temeridad y algo de arrogancia. Pero si se toman ciertos recaudos y se examina cada conjetura con cautela esas observaciones pueden ser de gran utilidad para llegar a la meta.

Nadie puede estar completamente seguro de que sus presunciones se consumaran. Como se ha visto con el coronavirus, algo significativo puede acaecer inesperadamente, en el momento menos sospechado y alterar dramáticamente la dirección de los acontecimientos arruinándolo todo.

En ese contexto fantasear que se avecina una réplica lineal del 2020 o un retorno hacia la dinámica del 2019 no tiene mucha razonabilidad. Tal vez se deba concebir a esta como la etapa de la búsqueda de nuevos estándares.

La implementación de las diferentes versiones de vacunas contra el covid-19, las “olas” que prometen incremento de contagios, la aparición de cepas inusuales y las misteriosas secuelas de esta enfermedad ya son parte del paisaje y no deberían ser desestimadas al planificar el itinerario.

Lo innegable es que esta calamidad derivó en un tropiezo significativo para la economía global que venía creciendo sustentablemente con muy pocas excepciones, la mayoría de ellas de escasa gravedad.

La recuperación parcial después de esa caída es inexorable. Nadie prevé un pase mágico que coloque al planeta en cifras similares a las previas a esta catástrofe, pero muchos especialistas coinciden en que varios países podrían retomar su sendero habitual.

Una prudente recuperación económica en curso y una dolencia que disminuye su letalidad sin desaparecer del mapa serán ingredientes de esa hoja de ruta que habrá que transitar de aquí en más.

Las instituciones, las empresas y los individuos están convocados a peregrinar en esa tumultuosa coyuntura. Muchas organizaciones están concentradas en ese ejercicio intelectual que antecede a la acción.

A estas alturas queda claro aquello que “lo único permanente es el cambio”. Los que ansían un escenario estático, rígido e invariable enfrentarán serias dificultades. Esta ha sido la característica esencial de las últimas décadas y la velocidad con la que emerge este fenómeno se acentúa sin parar. Es hora de entender que quien no puede revisar críticamente sus estrategias de forma rutinaria corre el enorme riesgo de quedarse fuera del sistema y ser superado por otros que lo comprendieron antes que el resto.

Muchos líderes se resisten a estos planteos. Suponen que el éxito logrado hasta aquí les garantiza que tienen el talento suficiente para seguir triunfando. Impugnan cualquier iniciativa que se oponga a sus creencias y las rechazan de plano sin miramientos.

No resulta sensato descartar proposiciones sin escucharlas. Sería más astuto registrar las sugerencias, sopesarlas debidamente, analizarlas en profundidad, para luego considerarlas o dejarlas de lado provisoriamente.

La innovación ya es moneda corriente. Continuar caprichosamente con las viejas metodologías no parece muy inteligente. No es necesario ser un experto para darse cuenta cuánto se ha transformado la realidad.

La tecnología avanza velozmente y aporta novedosas soluciones a cada instante. Prescindir de esos descubrimientos es una pésima idea. Algún competidor encontrará allí magníficas oportunidades y gracias a esa osada perspicacia tomará la delantera con facilidad. Las coordenadas para proyectar el año son diversas, pero es trascendente considerarlas una a una, estudiarlas pormenorizadamente y tomar decisiones en función de esa reflexiva evaluación.

Después de todo, es mejor fracasar asumiendo que se han valorado erróneamente las variables que naufragar como producto de la ausencia de un plan consistente y de la actitud necia de ignorar la realidad solo porque no encaja con la tradición y obliga a salir de la zona de confort.

Será mejor meditar sobre esto. Siempre se está a tiempo de identificar un camino superador e inclusive de confirmar eventualmente el rumbo actual si así lo ameritan las circunstancias. Lo imperdonable sería omitir ese proceso.

 

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