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/Ellitoral.com.ar/ Sociedad

Quién es el correntino atacado en Buenos Aires

Nació en Corrientes, tiene 66 años y desde hace 13, cuando se retiró del ejército, trabaja en el estacionamiento de Buenos Aires. Tuvo dos hemorragías cerebrales.

"No sé si voy a volver a hablar con mi papá. ¿Y si no?". Con esa duda vive Florencia López. Con esa duda cortó la llamada con su hermana y su madre el sábado a la noche, cuando supo. Con esa duda buscó un asiento libre en el avión que fuera, al precio que fuera, para regresar a la Argentina. Con esa duda voló de Cancún a Ciudad de México. Con esa duda pasó la noche en el aeropuerto de la capital mexicana y con esa duda volvió a subir a otro avión que la traería al país.

El viernes 19 de noviembre Florencia había quedado en hablar con su padre, Arturo López. Desde hacía un mes, cuando ella decidió irse de la Argentina e instalarse en México, se escribían y llamaban por WhatsApp. Pero a lo largo de ese día, con la diferencia horaria, se habían ido desencontrando. Cuando uno podía charlar, el otro, no. Tampoco eso era un problema, hablarían más tarde. Hubiera sido así, pero en la tarde de ese viernes algo ocurrió.

Arturo López no vio venir el golpe. Tenía un brazo apoyado en la ventanilla de pago del estacionamiento y el otro, en reposo, al costado de sus piernas. Su cuerpo no estaba en posición de pelea. Tampoco, de defensa. Él aún no lo sabía, pero el adolescente que lo dejaría inconsciente ya se estaba preparando.

El chico de 17 años se acercó y se puso en el medio, entre su madre y Arturo, que discutían por un rayón que había aparecido en uno de los autos que la familia tenía estacionados en el garaje. Después, corrió a su madre hacia atrás. Y por último, pegó. Fue una piña directa a la cabeza y todo en Arturo empezó a perder realidad. Cayó desvanecido y su cuerpo chocó contra el suelo. Tuvo dos hemorragias cerebrales. 

La noticia sobre lo que había ocurrido primero llegó a Curuzú Cuatiá, al sur de Corrientes, donde Arturo nació, pasó la mayor parte de su juventud y tiene familiares. Después del ataque, y después de dar aviso a emergencias y a la Policía, un empleado del estacionamiento agarró el celular de Arturo, buscó en el registro de llamadas y marcó uno de los últimos números. Era el teléfono del mejor amigo de Arturo, quien desde Curuzú Cuatiá se comunicó con otra familia, que a su vez contactó en Buenos Aires a Mirian Luna, la ex esposa de Arturo y la madre de sus dos hijas.

Mirian Luna y su hija Agostina se encontraron en el Hospital Argerich. Hasta ahí una ambulancia del SAME había trasladado a Arturo. Cuando madre e hija llegaron al centro médico de La Boca pensaban que él había tenido un desmayo, que tal vez se había descompuesto. "Es sano, pero no deja de tener 66 años", se dijeron. En la cadena de llamados, la sucesión de eventos que dejaron a Arturo en una cama de hospital no había sido explicada. Recién en los pasillos del Argerich, al hablar con el dueño del estacionamiento y con la Policía, se enteraron de la agresión.

Pero antes de interiorizarse en quién y por qué, se concentraron en trasladar a Arturo a una clínica privada. El sábado a la noche lograron internarlo en la terapia intensiva de la Clinica ITEBA, en Flores. Ahí le hicieron una tomografía cerebral. Después de ver las imágenes del estudio, un neurólogo le dijo a Mirian que la situación era gravísima.

"Mi otra hija vive en México y todavía no le avisamos", dijo Mirian. Ella y su hija Agostina habían decidido contarle recién cuando Arturo estuviera mejor, querían explicarle a Florencia lo que había pasado pero, al mismo tiempo, contrarrestar el impacto diciéndole que él ya se estaba recuperando. Pero no tuvieron esa posibilidad y el neurólogo fue claro: "Tienen que decirle y hacer todo lo posible para que viaje".

A las horas, Mirian y Agostina llamaron a México y hablaron con Florencia. Las tres lloraron en el celular. Desde entonces Florencia se tortura con la idea de que el viernes -el viernes del ataque- no pudo hablar con su papá y ahora ya no sabe si lo hará otra vez.

"Yo me persigo (...) Yo me quedé con que no pude hablar con él -le dijo entre llantos a la periodista de LN+ Carla Ricciotti- Yo lo único que quiero es que se mejore. Que salga bien de esta. Que pueda seguir con su vida, como venía siendo, muy activo. Que pueda volver a trabajar. Que pueda volver a juntarse con los amigos como le gustaba. Que pueda volver a comer con nosotras".

Las hermanas se turnan para hablar con los medios de comunicación. "Dejá, terminá de comer tranquila. Voy yo", se dicen una a la otra. Mientras Florencia sale en vivo por un canal de noticias, Agostina termina de desayunar en un café, a una cuadra de la clínica. Son las dos de la tarde.

"Nos cagó la vida. Te juro por Dios que nos cagó la vida. Estoy sufriendo desde el viernes a la noche cuando me enteré y voy a estar así por mucho tiempo más", dice Agostina sentada a una mesa que comparte con su madre. Entre las tazas con café y los platos con medialunas y tostadas hay dos celulares: el de ella y el de su padre. Ese teléfono también suena a cada rato. Conocidos de su padre llaman ahí para tener alguna novedad. Llaman desde Corrientes, desde Buenos Aires, pero también desde la cuadra de Moreno al 800, donde Arturo trabaja desde hace 13 años.

En 2008 terminó su carrera militar en el Ejército. Era joven para jubilarse y tampoco se podía permitir una vida sin trabajar, así que tomó ese empleo. Mirian y Florencia dicen que le gusta. Que disfruta de conversar con los vecinos, con los chicos del kiosco de al lado; también, con los del bar. Y si no hay alguien con quien charlar, mira la tele. Para él, dicen ellas, el estacionamiento es como una segunda casa. Y en esa segunda casa, de acuerdo a lo que pudieron reconstruir, ya había habido problemas con la familia del agresor, que solía dejar autos estacionados por estadías prolongadas.

"El chico es un violento. Desde la pandemia, ya no se hacía el servicio de valet parking. Cada dueño estaciona su auto. A él le habían explicado que estaban las cámaras y que se podía revisar si había sido otro dueño, avisarle a esa persona y que interviniera el seguro. Pero no escuchó", dice Agostina. Su madre agrega: "Era la segunda vez que iban a prepotear por este tema".

Mientras ellas están en el café, les avisan por teléfono que el padre del adolescente saldrá en vivo por televisión. Antes del mediodía, el agresor de Arturo se había presentado junto a su abogado en la fiscalía en lo Penal, Contravencional y de Faltas 12, a cargo de Sebastián Fedullo. Más tarde, la causa quedaría en manos del fiscal Mauro Tereszko, del fuero Penal Juvenil, bajo la carátula de "lesiones graves".

"Esto fue el viernes, ¿Seis días después el padre se acuerda de hablar?". "¿Qué va decir ahora?, si sólo llamó al estacionamiento para preguntar por qué sus autos estaban retenidos", hablan entre ellas. Florencia dice: "Quiero justicia y al mismo tiempo quiero concentrarme en la salud de mi papá. Quiero calmarme pero pienso y me vuelvo loca a los dos segundos. Cuando la angustia y el dolor se mezclan con bronca e impotencia no sabés a qué emoción darle bola. Es una pesadilla, no sabés cómo vivir".

La situación judicial

A casi una semana de la agresión, el adolescente que golpeó a Arturo López se presentó este jueves por la mañana, junto a su abogado, José Pereyra, en la fiscalía Penal, Contravencional y de Faltas Nº 12, a cargo de Sebastián María Fedullo.

Mientras los investigadores confirmaban que el adolescente que se había puesto a disposición de la Justicia era el mismo que había atacado a Arturo, se sumó otra voz: la del padre del chico.

El hombre, que no dio su apellido y se identificó como Javier, dijo que recién este jueves se había enterado de la agresión, habló de amenazas previas y reclamó que el video de las cámaras de seguridad, donde se ve el ataque, estaba incompleto. 

“Falta un video donde este hombre (por Arturo) lo amenaza con un fierro, todo por la discusión de una rayadura de un vehículo. Él (por su hijo) me comenta que esta persona se jacta de haber sido militar y le dijo ‘gitano de mierda, tendrían que matarlos a todos’, y eso desata el enojo de mi hijo. No justificaba el golpe, le dije que tendría que haberlo denunciado en el Inadi en todo caso”, dijo a Telefe Noticias.

Pero el apoderado del garaje, Marcelo Patiño, contradice parte del relato del padre del adolescente. Patiño dice que después de que a Arturo se lo llevaran al Argerich, recibió un llamado en el estacionamiento. "Me dice que es el padre, que quería saber qué había pasado. Le dije 'si vos sos el padre, vení con tu hijo, andá a la comisaría'. Me respondió '¿por qué me detienen los autos si es propiedad privada?'".

Patiño también pone en duda el accionar de la madre tras el ataque. "Me acerqué a la madre, que figura de rojo en la filmación. Le dije: 'trae a tu hijo donde cometió el delito que acá está la policía' y me dijo: "No, conmigo no estaba la persona que lo golpeó". Y era la mamá. Le dije que no podía mentir con una cosa así, que estaba todo filmado. Ahí desaparecieron, no aparecieron más".

Rodeada de cámaras, con su cara multiplicándose en pantallas y páginas de diarios de todo el país, Florencia contestó: "Tengo a mi papá internado en terapia intensiva y que venga esta persona a justificar el accionar de su hijo, me da vergüenza. (...) “No hay excusa que pueda cubrir el cagadón que se mandó este flaco, mi viejo no representaba una amenaza para él, ni para su mamá o sus hermanos. Si tiene problemas de ira, o si fue criado pensando que es dueño de todo, que no metan a mi papá en esto, porque no tiene nada que ver”.

Después de presentarse con su abogado, el adolescente quedó en libertad. Al tener 17 años, la causa pasó a la Justicia de menores.

Los investigadores decidieron caratular el expediente como "lesiones graves", aunque esa calificación podría modificarse si el estado de Arturo se agrava.

Con información del diario Clarín.

 

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