Por Carlos Lezcano y Gabriela Bissaro
Especial para El Litoral
¿Cuántos giros da una vida? Bandido se nace o se hace. Pablo Black nos cuenta la vida de Isidro Velázquez atravesada por la marginalidad y sus consecuencias. Este texto forma parte de una serie de relatos sobre bandidos sociales, una categoría que desborda la ruralidad en coincidencia con la explosión demográfica de las ciudades.
El trabajo de selección de Osvaldo Aguirre nos propone en el libro La bolsa y la vida textos de autores como Hugo Chumbita, Julieta Tonello, Osvaldo Aguirre, Exequiel Svetliza, Jorge Etchenique, Orlando Van Bredam, Gabriela Saidón y Pablo Black. La escritura y el libro giran en torno a la idea del bandido social como una expresión de resistencia al surgimiento de una sociedad de clases y, en el campo como en la ciudad, encarna un tipo de rebeldía ante el poder.
Pablo Black nació en Resistencia, dirigió junto a Mariano Quiros la revista Cuna y las colecciones de narrativa Viceversa y Mulita. Publicó con Germán Palmetler, Mariano Quiros y Luciano Acosta Cuatro perros de la noche. Su texto “Así soy y siempre alegre y felis” mira la vida de Isidro Velázquez con los detalles que cuenta en esta entrevista.
—¿Pablo, cómo surge el texto?
—En principio por una convocatoria de Osvaldo Aguirre que estaba armando el libro y yo venía interesado en la figura de Isidro Velázquez. Hacía un tiempo no terminaba de definir de qué manera trabajar su historia. Si se trataba de un texto o en ese momento con unos amigos pensamos en armar un documental, pero esa idea se fue diluyendo. Y esa invitación de Osvaldo me dio la oportunidad para hacer algo con ese personaje. Esa fue la génesis del texto.
—¿Qué te atrajo del personaje?
—Soy del Chaco, y si bien Isidro nació en Corrientes, la mayor parte de su periplo lo hizo en estas tierras, es una historia muy arraigada con esta provincia. Eso por un lado y por el otro creo que es una historia fascinante que supone lo que representa Isidro Velázquez, porque de alguna manera fue un bandido social bisagra, quizás el último de los bandidos sociales que caminó por estas tierras en un sentido amplio, ya tierra Argentina, en toda Latinoamérica. Después aparecen otras figuras pero ya no la idea de bandido social. Fue un momento especial, un umbral porque después de él ya no era posible encontrar este tipo de sujetos que representarán todo un conflicto social y eso lo hacía fascinante al personaje, por ejemplo lo relativo a su intimidad, que es bastante conocida. Formaba un combo fabuloso. Nosotros siempre decíamos que es un personaje de un Western actual.
—¿Qué diferencia al bandido social del bandido rural?
—Quizás sea una reformulación de la idea de bandido rural. Yo no soy sociólogo, hay gente que lo puede explicar mejor a eso, empezando por Gabriela Saidón por ejemplo. Creo que es una reformulación interesante de la noción de bandido social porque amplía las fronteras del conflicto que suponía solo rural.
Isidro Velázquez en ese sentido es ejemplar, era alguien que estaba oscilando entre un ámbito rural que se estaba transformando y un ámbito urbano o semiurbano, era la expresión de esa transformación que se estaba dando en el ámbito rural y que por supuesto representaba una transformación y una conquista de la sociedad de clases más marcadas donde un montón de gente, un sector amplísimo quedaba en un amplio borde de marginalidad que habitaban los ámbitos rurales. Se fueron generando bordes en esta dispersión media rara que adquirieron las ciudades y en Resistencia pasó eso, hubo una especie de explosión demográfica que tenía que ver con nuestra ciudad y Sáenz Peña, pero también hubo una transformación de los ámbitos rurales.
—Contanos brevemente algo del itinerario de Isidro Velázquez en el Chaco y de sus historias de atracos, de robos, como lo quieras llamar.
—Él tuvo dos momentos si se quiere; un momento en el que era un cosechero, esa fue un poco la razón porque él llega al Chaco, de Corrientes, porque llega para trabajar en la cosecha de algodón, y se afinca en la zona de Quitilipi, Machagai, La Verde y era un trabajador muy capaz. Era un tipo verdaderamente muy carismático, no sólo por su capacidad de laburo, sino por la forma que socializaba, era un tipo muy querido. En determinado momento empieza a bordear cierta actividad delictiva, y modesta si se quiere. Sobre todo el hermano que empieza a tener serios problemas con la Policía, entonces Isidro lo acompañaba o lo hacía estafar al hermano y así lentamente queda estigmatizado como delincuente; eso lo lleva a mal vivir digamos. Le caen en la casa, lo empiezan a llevar preso con y sin razón, siendo responsable a veces y otras veces no de un acto delictivo. Y cuando la cosa se pone muy fulera, Isidro se va a Paraguay, huyendo ya de un hostigamiento policial. En Paraguay comienza a realizar robos más premeditados o más organizados y finalmente tiene que volver a huir de ese país, porque los empiezan a perseguir ya de una forma importante y ahí se cruza nuevamente al Chaco, clandestino también, porque también lo buscaban acá.
Empieza a hacer una vida muy recluida en el monte, pensando en realizar secuestros a terratenientes, cometía algunos asaltos a comercios, a caballo de una vida clandestina con mucho hostigamiento, muy perseguido, y sobre todo muy cara. Entonces, ahí hay algo de esa cuestión del Robin Hood; no era una cuestión mixta, sí bien él tenía bien claro cuál es su clase social y a quién le tenía que robar, la cuestión pasaba por una línea de supervivencia y eso hacía que se refugiara en la gente más humilde, en la gente que se identificaba con él y ahí también ayudaba a esa gente. Pero sobre todo, lo que empieza a ser interesante es su clandestinidad y la persecución del Estado, en ese contexto él empieza a funcionar de una manera bastante emblemática en cuanto a burlar el poder.
—Una enorme facilidad y destreza para esconderse.
—Un talento increíble. Yo no sé si hubo después alguien con esa capacidad, era un tipo brillante en todo sentido. Sus acciones comienzan a funcionar como una forma de contrapoder. Más allá de cómo se origina, sin duda el representaba todo un sector que se identificaba con él y encontraba en Isidro Velázquez alguien que podría representar cierta catarsis o cierta reivindicación, aunque no fuera una cuestión organizada en términos ideológicos o políticos. La ideología por supuesto que estaba. Él no participaba de una organización, pero ideológicamente había una gran claridad.
—Cómo trabajaste el texto de esta historia, cuánto hay de verdad, cuánto hay de historia, cuánto hay de Pablo Black.
—Bueno, traté de no mentir, podríamos decir. Recurrí a las fuentes que conocía, investigué un poco más de lo que ya tenía de años anteriores y después me parece que mi trabajo (si podemos llamarlo así) tuvo que ver con una forma de pensar el texto y tenía que ver con una forma de presentar la historia.
Eso sí digamos es mi responsabilidad o mi culpa, si se quiere, y a mi me interesaba no desde el mito, desde los resortes o los intereses que lo movían a él, que por supuesto eso se deduce por la información que hay sobre el personaje. Me interesaba que ahí había un tipo jugado y me interesaba contar cómo era, cómo podía ser, imaginar cómo podría ser desde el lugar de ese tipo jugado todo el tiempo.