Y de repente, el silencio. Es un empate con aroma a eliminación: Wout Weghorst acaba de enmudecer al faraónico estadio de Lusail, un enclave argentino en la noche profunda de Doha. Es el décimo minuto adicionado en un segundo tiempo que se hace eterno y el mastodóntico héroe neerlandés acaba de reescribir la historia con una jugada preparada que sorprendió primero a la defensa albiceleste y después al mundo en la última acción del partido. Argentina, la Argentina de Lionel Messi, había desperdiciado una ventaja de dos goles tras rubricar la mejor actuación de su Copa Mundial.
El colapso parecía inminente. En el horizonte asomaba una cruenta despedida, el desenlace lógico y más probable para un equipo que sufrió permanentemente durante su aventura catarí tanto en la derrota inicial ante Arabia Saudí como en las victorias ante México en una final anticipada y frente a Australia en los octavos. Horas antes, su clásico rival había caído en un trámite similar y los fantasmas sobrevolaban sobre la ventosa medianoche: Brasil también había padecido una igualdad tan agónica y dramática como esta antes de sucumbir en la definición desde los doce pasos.
Antes de la aparente debacle, Argentina había construido pacientemente su clasificación a las semifinales durante ochenta minutos. Pero Países Bajos modificó su propuesta y con la simpleza del pelotazo a sus delanteros había estropeado los sueños albicelestes en un pestañeo. La sensación generalizada, compartida por más de cincuenta mil incrédulos hinchas en Lusail y por otros cuarenta millones atónitos a más de trece mil kilómetros era la misma: que su selección no iba a poder recuperarse anímicamente del cimbronazo y que, ya fuera en el suplementario o en los penales, era el final del camino. Son esas leyes escritas en el manual inconsciente del futbolero que suelen cumplirse a rajatabla.
Pero Argentina reaccionó y protagonizó una resurrección instantánea. “¿Cuántas pruebas de carácter dimos en este Mundial ya? Creo que este equipo muestra facetas que requiere el partido en cada momento. Eso tiene el equipo, en cada momento sabe lo que tiene que hacer. Este equipo tiene un espíritu para afrontar situaciones. No merecimos llegar a los penales y aún así dimos la cara en un partido complicado. Lo teníamos controlado pero cuando parece que está terminado no es así”, reflexiona Scaloni en plena conferencia de prensa. Emiliano Martínez, el héroe de la noche, especifica la receta: “Tenemos huevos, tenemos pasión, tenemos corazón. Lo hicimos por los 45 millones de argentinos”.
Como los grandes campeones del boxeo, La Scaloneta asimiló un golpe que parecía de nocaut y se levantó de la lona con los ojos inyectados en sangre. Desde adentro de la cancha surgió una respuesta que contagió a los hinchas que lloraban, que se lamentaban, que intentaban encontrarle una explicación a lo que acababan de ver, que rezaban, que se frustraban, que se consolaban, que no podían ni siquiera cantar.
El carácter y la personalidad de esta versión Argentina resplandecieron en el alargue. “Sabíamos que, jugando nuestro fútbol, el partido iba a volver a cambiar. Ellos se conformaron con el 2-2”, detalla Scaloni. “Merecimos ganar en los noventa y también en los 120’. Tuvimos situaciones y no pudimos concretar el gol, pero tuvimos mucha personalidad todos”, agrega Lautaro Martínez.
Germán Pezzella, quien había ingresado por Cristian Romero a los 77 minutos de juego, bucea por las razones ante la cámara de FIFA+: “Hasta que no termina no se puede dar nada por sentado y así nos empataron en la última pelota. Pero el hambre, el corazón, eso que no viene sólo, eso que uno lleva adentro, que todo este grupo lo tiene desde el primer día, no nos permitió nunca tirar la toalla”.
Argentina celebró la audacia de su entrenador que, en el segundo tiempo suplementario, desarmó la línea de cinco, la cual le había dado buenos resultados para ir en busca de un merecido triunfo. Aunque no consiguió definir el resultado en los últimos quince minutos, el despliegue argentino fue impresionante en un cierre en el que generó múltiples oportunidades para una victoria que no llegó: Enzo Fernández, ya en un rol más ofensivo, estrelló un remate en el palo derecho y Lautaro Martínez se encontró con una estupenda respuesta de Andries Noppert para ahogarle el grito de gol.
Alexis Mac Allister fue uno de los cinco jugadores que disputaron los 120 minutos en una jornada en la que Scaloni refrescó su formación con seis modificaciones. El mediocampista del Brighton es una de las figuras de la Argentina y fue uno de los hombres destacados ante Países Bajos por su aporte futbolístico pero también por su valentía y sacrificio para pelear por cada pelota hasta el último minuto: “Es parte del fútbol, nos empataron cuando no lo esperábamos, metieron gente grande y nos metieron en nuestro arco, hicieron los goles sin merecerlo. Pero sabíamos que teníamos la chance de ganar y no nos caímos: el grupo demostró que en las difíciles siempre está”.
La consagración de Dibu Martínez como héroe mundialista y la acertada ejecución desde los doce pasos desató la locura sobre el césped en otra comunión entre los ídolos y su pueblo. Después de los abrazos, de los festejos y de los llantos de alegría en el vestuario, Cristian Romero identificó en la zona mixta otra clave que sintetiza el legado que deja la generación que encabeza Lionel Messi: “Él, Otamendi y Ángel (Di María) son un gran ejemplo de gente golpeada que siempre se levanta”.
Y Argentina, golpeada, se levantó para meterse dentro de los cuatro mejores de Qatar 2022. Croacia la espera en una semifinal entre dos equipos que nunca se entregan.