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Hermanados hasta en la muerte: así se construyó el panteón de migrantes españoles

Fue ideado a finales del siglo XIX y generó discusiones en torno a quiénes tenían derecho de acceder al monumento funerario. 

El licenciado en Historia Renzo Andrés Balbiano analizó la principal obra gestionada por la Sociedad Española de Socorros Mutuos, sección Corrientes: la construcción de un panteón de connacionales. Para ello, utilizó las actas de las reuniones de consejo directivo y asambleas a lo largo de un período de quince años (1881-1896); se concentró en las tensiones, conflictos y apuestas de las diferentes comisiones directivas para llevar a cabo la obra, que concretada en un corto período de tiempo, constituyó un caso resonante tanto a nivel local, como nacional.

“Resulta interesante que no se planteara en ningún momento otro tipo de propuesta como la construcción de una casa de reuniones o una sede social. Las memorias de gestión y los detalles de rendimiento de fondos indican que la disponibilidad de los mismos tornaba muy lejana la idea de encarar una obra semejante. En este sentido, hemos puesto de manifiesto como al momento de construcción del panteón se evidenciaron limitaciones presupuestarias y la misma institución tuvo que movilizar mecanismos extraordinarios para la consecución del objetivo”, explicó el licenciado en Historia.

La construcción del monumento le permitió a Balbiano observar otras dinámicas de participación que integraron en función del género a las mujeres. “La colaboración de estas a partir de la donación de objetos para el panteón fue uno de los mecanismos de participación que se habilitaron en un tipo de asociación étnica, que en su etapa primaria, no contó con un espacio propio de sociabilidad para las mujeres”, detalló. 

“Igualmente, el cruce con variables matrimoniales y de nacionalidad nos permitió divisar que en el caso de Corrientes la institución tuvo más permeabilidad y menos barreras para la participación de personas externas al grupo étnico, no solo en el caso de las mujeres argentinas o paraguayas que explican el alto grado de exogamia en las vinculaciones matrimoniales, sino también con el caso de los descendientes de españoles radicados ya hace tiempo”, agregó Balbiano.

La investigación fue recientemente publicada en la revista Folia Histórica del Nordeste, editada en el Instituto de Investigaciones Geohistóricas (Iighi), de la Universidad Nacional del Nordeste (Unne).

El proceso y los actores

Idelfonso Arrechavaleta, el quinto presidente de la Sociedad Española, se despidió de la presidencia en enero de 1886 lamentando no haber podido avanzar en la compra del terreno necesario para la construcción del enterratorio. Manifestó que la trascendental tarea debía ser abordada por la nueva comisión electa para la gloria de todos. 

El primer proyecto de dimensiones importantes, la gran “aspiración de todos los buenos españoles”, que fuera la unión de los residentes en la ciudad bajo una representación suprarregional, es decir, la hispánica, se hallaba completa a inicios de la presidencia de Benito Lagos, que finalmente sería el encargado en sus dos mandatos consecutivos de llevar a cabo los ánimos de la colectividad para concretar el monumento funerario.

La gestión de este inmigrante proveniente de Galicia se mostró muy activa desde un comienzo. Todos los esfuerzos se abocaron a concretar la adquisición del terreno y gestionar las medidas necesarias para conseguir fondos para la obra. Al poco tiempo logró significativos avances al adquirir el terreno, con lo cual comenzó la planificación de la obra que incluyó fijar un presupuesto y los planos del panteón. El próximo desafío fue la financiación para llevar a cabo la construcción. Se apeló a una inversión/inscripción voluntaria, la colecta la llevó adelante el presbítero Arrechavaleta y Martín Miranda, puerta por puerta para solicitar la colaboración de los socios. Así se logró recaudar $1500 Mn. 

El presidente Lagos, como miembro de la Comisión del ex Centro Gallego, donó todo el capital que quedaba disponible de la extinta institución. De igual manera, se aprovechó activamente el capital humano con que contaba la Sociedad Española, conformándose una comisión especial por parte de miembros vinculados al ámbito de la construcción en la ciudad. Ellos se encargaron tanto de aprobar gastos, supervisar la marcha de las obras, y certificar los planos confeccionados por el ex presidente y agrimensor/arquitecto Javier Arrillaga.

La obra del panteón detenida tres meses por la epidemia de cólera asiática, que asoló nuevamente la ciudad a principios de 1887, pudo ser concluida el 2 de mayo de 1887. Tomó seis años contar con esta importante obra, signo de distinción de las Sociedades de Socorros Mutuos. 

Respecto a la inauguración de la ceremonia fue discreta y no se eligió un día con significación particular para la colectividad. El 11 de mayo el presidente Lagos procedió a firmar sobre el altar del nuevo Panteón, el acta formal de recibimiento de la obra terminada acompañado: “(…) por los Señores Enrique Domínguez, Secretario, Miguel Elósegui, Tesorero, Javier Arrillaga y Felipe Aguirre, inspectores técnicos ambos de la obra y autor el primero del plano de la misma, Nicolás Fernández Castro; vocal de la Directiva; D. Juan Bautista Buzzi, empresario y constructor de la obra; Don Isidro Odena, expresidente de nuestra sociedad, y Don José Marcó nuestro consocio”.

Estilo

Construido dentro de la Etapa Neoclásica y Ecléctica (1880-1910) del cementerio el panteón presenta muchas similitudes con el panteón de la Asociación Española de Mercedes. Su estilo es marcadamente neoclásico con el frente geométrico, un frontis triangular, columnas dóricas con simples detalles en el capitel y el fuste. A diferencia del mercedeño presenta planos sobrios sin tantos ornamentos en el edificio. Pintado actualmente con los colores de la bandera española, no se disponen datos sobre su color original.

Tensiones

Respecto a la gestión de los cuerpos, el panteón alojó los restos de un asociado, Antonio Somoza, antes de estar terminado. Ello se debió a la estricta reglamentación municipal, que al establecer que no podían pasar menos de cuatro a cinco años antes de mover un cadáver, la familia y la Comisión Directiva consideraron que el “finado” accediera a un nicho ante la posibilidad de quedarse afuera del panteón por un tiempo prolongado. El accionar de las diferentes comisiones directivas respecto a la accesibilidad del monumento funerario para aquellos individuos que quisieran reposar allí se resguardó celosamente. Antes de redactar un reglamento, el primer caso que despertó un debate fue el del comerciante italiano Juan Bautista del Piano quien realizó una donación de piezas de mármol para el panteón; a partir de ella fue recompensado como socio honorario y por lo tanto le correspondió acceso al enterratorio.

De igual modo, a pesar de la nacionalidad, otros casos no despertaron el favor de la Comisión Directiva si los solicitantes no eran socios o habían dejado de abonar la cuota en la Sociedad Española.

En definitiva se aprecian dos tensiones respecto al uso del panteón, la idea del mismo como símbolo de la comunidad española de la ciudad y por ende el efecto igualador subsumido en el discurso de la nacionalidad; y por el otro, la gestión del mismo, que se presentó con bastantes limitaciones y restricciones para los connacionales no asociados justificado en el reglamento.

En cierto modo sin embargo, parte del discurso de Lagos respecto a unir a los peninsulares después de la vida siendo el enterratorio “(…) nada menos que la mansión donde serán depositados los restos de los miembros de la Sociedad que dejaron de existir sin diferencias de jerarquías igualándose en la tumba así como la son en la sociedad” subraya el peso que para estos inmigrantes, muchos integrados a la élite de la ciudad, poseía la elección por un destinado final de reposo comunitario y no en base a jerarquías.

La construcción del panteón tuvo un efecto importante en que acrecentó las peticiones respecto a una necesaria reforma del reglamento de la Sociedad Española. Las motivaciones en la necesidad de reforma se fundamentaron para que “la Junta Directiva pueda en algunos casos obrar sin necesidad de reunir la asamblea que a veces se hace muy difícil por inasistencia de algunos de los socios”. Una asamblea extraordinaria realizada hacia octubre de 1887 finalmente aprobó un nuevo reglamento con una sección referida al manejo del panteón, el cual comenzó a regir desde enero de 1888.

 

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Más Info

La concreción del panteón por parte de la Sociedad Española en Corrientes se destacó por la velocidad de su concreción respecto a las demás colectividades españolas del país. El segundo más corto para ser precisos, solo por detrás de la Asociación Española de Victoria, Entre Ríos. Las demás instituciones étnicas promediaron los veinticinco años.