La independencia del Poder Judicial ha salido airosa hasta aquí, en un número importante de causas, a pesar del permanente hostigamiento oficial de estos últimos años. El fenómeno cobró dimensiones inauditas a partir de la asunción del presidente Alberto Fernández, delegado personal de la actual vicepresidenta.
Las maniobras para coartar la independencia judicial durante el actual gobierno reconocen no pocos antecedentes. Cristina Kirchner influyó para la remoción de Marcela Losardo, la primera ministra de Justicia de Alberto Fernández; logró la sanción de un proyecto de absurda elevación del número de jueces de la Corte para cooptarla con partidarios dispuestos a rendirse a sus propósitos de impunidad judicial para los delitos que se le imputan; movilizó al último e impresentable ministro de Justicia a generar desplantes inadmisibles ante el más alto tribunal de la Nación –y en cualquier ámbito donde se privilegie el respeto, el decoro y la buena educación–, y hasta consiguió de la actual presidenta de la Cámara de Diputados de la Nación, Cecilia Moreau, que diera marcha atrás con la nómina de nuevos representantes del cuerpo ante el Consejo de la Magistratura acordada con los bloques. En este último punto la desconcertante señora Moreau se atuvo al fin a la decisión de la Corte de confirmar, por una acordada, la designación de los diputados.
El Presidente ha sido inútil con todos, y en todo, hasta por la incapacidad de sacarse de encima a ministros que lo traicionan a diario, pues operan al servicio de la vicepresidenta y no de quien formalmente ejerce el Poder Ejecutivo de la Nación. Con antecedentes como este, alguno de esos ministros –el caso más notorio es el del Interior– cree que puede ser uno de los candidatos presidenciales del Frente de Todos por el hecho de poner cara más amable, o más cínica, que otros en el encubrimiento de las trastadas que realiza el conjunto ministerial. El ministro De Pedro fue claramente desairado por el plantel de fútbol argentino cuando procuró, con otros audaces de La Cámpora, primerear con un saludo subrepticiamente organizado al resto de los argentinos.
El presidente de la Corte, Horacio Rosatti, aprovechó la comida anual de la Asociación de Magistrados y Funcionarios de la Justicia Nacional, que reunió a 530 jueces y fiscales, para enfatizar que seguirá trabajando en favor de un Poder Judicial fuerte. Y no trepidó en decir que cuando alguien afirma que estamos ante una Corte Suprema fuerte él no tiende “a sonrojarse”. La precaria institucionalidad del país se expresa hasta en los menores detalles. El hecho de que la vicepresidenta haya revalorizado la expresión “Qué mirás, bobo”, infligida por nuestra estrella futbolística máxima a un jugador del equipo de Países Bajos, muestra hasta qué punto la emulación de lo peor de la política es un peligro que no podrá aventarse sino con la reacción mayoritaria de la sociedad.
Es la prensa independiente la que informa con rigurosidad y asume en todo tiempo los riesgos de oponerse a los poderes fácticos, entre los que se cuentan las mafias diversas que pululan no solo en Rosario, sino en todo el país.
Es, insistimos, la prensa que junto con los sectores más profesionales y nobles de la Justicia ha defendido en estos años una democracia degradada por la política, la economía y el delito común que prospera de forma alarmante y sin debida contención por parte del Estado.
En la entrega del premio anual Adepa a las mejores coberturas periodísticas, el presidente de la Corte Suprema señaló precisamente lo relevante del periodismo de investigación en la gestación de una sociedad informada y capaz de entender los mecanismos propios de la actuación judicial. Mecanismos puestos en definitiva al servicio del cumplimiento de la Constitución Nacional y de las leyes que se derivan de su ejercicio. Entre todas las libertades, dijo Rosatti –como también decía Gregorio Badeni, el gran jurista desaparecido años atrás–, la libertad de prensa es la de mayor entidad, pues sin su resguardo existiría una democracia desmadrada o puramente nominal, y caerían así el resto de los derechos y garantías individuales. Confiemos en que los bastiones de la Justicia independiente de las presiones políticas y un periodismo consciente del papel que le corresponde en la sociedad continúen asegurando los principios esenciales de la democracia y restauren su eficiencia social mientras la política se prepara para cambiar de estilos, de conductas y de rumbo en un país que ya no tiene espacios para ceder.