Por Adalberto Balduino
Especial para El Litoral
Una preferencia muy apegada a nuestros orígenes. A la venida de las grandes masas de inmigrantes que se “corrían” de escena europea por la fatal guerra, y que con su balbuceo “cocoliche” de mezclar lengua propia con la del país que los recibía con los brazos abiertos, que para colmo de males, el lunfardo también hacía su aporte. En esa “melange” de fusión forzada de lenguas, donde cada cual se salvaba con lo que tenía, la venida de la acordeón “verdulera” que la utilizaban los vendedores ambulantes para hacerse oír, como así el propio bandoneón, “alzaban” el tono de sus voces. En ese advenimiento y el ascenso que implicaba la evolución de la ciudad portuaria, la música comenzaba a poner su impronta ya sea con acordeón, bandoneón o el simpático y primitivo organito. El tango se hizo danza, luego canción, transformándose su poesía en pinceles capaces de pintar como nadie hasta el propio latido.
Uno se encuentra con la experiencia de haber comprobado que Buenos Aires no solo es el único ámbito para disfrutarlo, hoy es el país todo, porque lo que canta el tango son síntomas de vida que nos suceden. Y, es así, en Corrientes, sin haber existido “tanguerías”, los clubes suplían esa falencia de continuidad, con giras de orquestas y cantantes que recalaron en nuestra ciudad con marcado suceso. La radio, aportaba lo suyo, habiendo conformado conjunto de guitarras estables de la emisora que acompañaban a numerosos tangueros. Los guitarristas, en Radio Corrientes, algunos de ellos fueron: González-Britez, Cocomarola, Lezcano y Raúl de Luca. Algunos cantores de cosecha correntina que hicieron ciclos radiales, han sido: Washington Lavalle, Pedro Boeto, porteño con residencia en Corrientes; Carlos Carletti, hasta el propio José Toledo, “La Ñata” Argentina Rojas, Mario Menéndez, Aníbal Romero “Romerito”, amén de baterista, y muchos otros más. También orquestas típicas de gran factura, como la de Fernando Mecca, con la voz de Luján Leymar, papá de Ofelia Leiva; Nemesio Canteros, La Splendid de Airuz, Alberto Cejas y su orquesta apegada a la marcación de fuerte estilo, como lo hacían los pianistas de DÁrienzo: Oscar Polito y Rofolfo Biaggi. Orquesta Los Hermanos Encinas, con la voz de Roberto Alán, la Típica Nobel de Alberto Pérez y su cantor, Daniel Alsina, etc. Convengamos que si bien guitarrista de LT7, también cantó: Raúl de Luca; descolló como pianista el Profesor Segundo Alvarez como solista. Luego, se incorporó al medio, la orquesta del violinista cordobés Torcuato Vermout con su pianista Walter Suchar. A mi padre, su hermano Titín, el fotógrafo, lo bautizó “Fresedo” por su parecido hasta en las canas con el popular “Pibe de la Paternal”, quien siempre me recordaba la presencia de Alberto Castillo en Corrientes con Ricardo Tanturi, en el “Salón monumental” de calle Junín entre Santa Fe y España. Quien al terminar el espectáculo, viendo que venía una multitud del “Mi cabaña”, pista vecina de Junín y España, preguntó a qué se debía, y le respondieron “maestro no tenían para la entrada”. Así, que entonces en una muestra de humildad y solidaridad, hizo emplazar la Orquesta en plena calle Junín, y allí cantó para ellos, Alberto Castillo.
Lo que quiero acentuar es que el tango en Corrientes, siempre gustó, y eso lo pude comprobar cuando a partir del 2004, inicié mi ciclo de “la radio en vivo” desde El Café Sol. Por allí pasaron el “Grupo Neo Tango” de Resistencia, Alejandra Zacarías, Nelly Blanco con su guitarrista “Cacho” Núñez, nieto de Raúl De Luca, los bandoneones de Oscar Mambrín y Pablo Del Valle, Lito de Langue, piano, al igual que Miguel Hurtado y Rafael Rojas Matta, como así la voz canyengue del inefable César Mussachi y la guitarra de “Catalo” Rodríguez. Pero conocí a alguien, primero haciendo folklore nacional con ese formidable Grupo Vocal que fue “Canto vital”, y luego enamorándose del tango lo frecuentaron con Gory Varela en guitarra, que me impresionó de entrada. En principio por su sapiencia sobre el género, tiene por costumbre explicar brevemente temática, autores y cualquier otra anécdota de referencia.
Que su tempo, permite apreciar la poesía y ver cómo cala hondo en él como si fuera propia. Es decir, amén de cantar, interpreta. No solo es un buen profesional, de registro casi barítono, pero en realidad es un tenor de tono bien grave lo que le da expresividad y dramatismo, gran aplomo, profesional por donde se lo mire. Me refiero justamente a Héctor Vila, siempre haciendo proyectos, llevándolos a cabo, ensayando, estricto con la excelencia. Con él he estado, para reavivar la amistad pero más que nada para compartir su alegría que, luego de la pandemia, otra vez está en circuito.
Con buenas noticias, como la de compartir escenario, con un excelente guitarrista, muy joven y porteño que, hoy recala en Corrientes: Lucas Sterin. Como no puede ser de otra manera, ya que la sangre tira, me dice Vila, que sus padres eran oriundos de Castelar, provincia de Buenos Aires, pero él, nació en Corrientes. Estará actuando ahora, justamente el 1° de abril, inaugurando a el ciclo musical de “El Mariscal” de Salta y Carlos Pellegrini, y que al otro día, 2, estará en el Centro de Jubilados de calle La Rioja y casi Carlos Pellegrini. Como lo conozco, sé que su repertorio es vasto, y variado: conviviendo clásicos y modernos; los grandes autores del 40´como los que vinieron después con esa amplitud de utilización de metáforas, como lo hecho por Hómero Expósito, el idioma cotidiano de la compositora Eladia Blázquez que nunca olvidó el barrio, la abuela, y esa suma de sueños que se traducen en poesías simples pero de gran ternura, con su excelente interpretación del tema de Cátulo Castillo, “Caserón de Tejas”; Horacio Ferrer con su amplitud conceptual, y toda la creatividad de Astor Piazzolla. Menciono la simplicidad de Chico Novarro, la mirada fotográfica de “Cacho” Castaña aposentado en “Gaona y Boyacá”. Con Vila, intercambiamos “cartas”, que son un “mazo” de informaciones para “dar”, no para alardear, sino por la complacencia misma que significa horadar en el tango, ya que se trata de un lector poseído por la música rioplatense al igual que él, de alguna forma lo acompaño porque siempre trato de acércame al tango. Tal vez esto me suceda como inexorable, igual que a Vila, la cosa es apasionada como el tango mismo.
Siendo muy chico, con mis padres, me tocó vivir una hermosa experiencia, ellos eran bailarines del tango como lo eran todos entonces. Mi padre, me dijo, enseguida vas a ver a un cantor que siempre lo imitas por escucharlo tanto en radio. Y, de pronto, en la pista contigua a la “Casa antigua” del “Rawson Tenis club”, como se llamaba entonces, hoy “Club San Martín”, veo a un hombre pequeño arrancando con “Los cien barrios porteños”.
Era indudablemente Alberto Castillo, con sus morenos en persona, quién si no. Desde entonces, la radio y el tango siempre estuvieron presente en mí, como también lo experimenta Héctor Vila, por eso sigue cantando, leyendo, e informándose. Género que tanto nos identifica a los argentinos, se hizo popular en todo el mundo, y cuando le preguntaron a Enríque Santos Discépolo, cómo definiría al tango, rico y amplio, respondió: “Es un sentimiento triste que se baila”. Y, por si fuera poco, hablando de la gran pintura que fueron los poetas del 40, Vila dijo algo que es cierto: “Es como si ellos agotaron todos los conceptos, sentimientos, fervorosa pasión, quemaron los libros”.
Después de ellos, nada. Nunca más se volvió a repetir con la misma maestría, si bien es cierto vinieron otros muy buenos pero ya pertenecientes a otros ámbitos, a otros tiempos, desposeídos de la misma bohemia, se amplió el horizonte como a todo lo que tiende lo universal. Como dice Vila: “Ellos, los poetas, de la generación del 40, pasaron y se llevaron para siempre todos los libros. Hoy, no son los mismos. Solamente, ligeramente parecidos”.