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Baquet, un clásico distinto

Estos autos inspirados en los bólidos de competición de antaño ofrecen la posibilidad de cumplir el sueño de tener el propio clásico sin grandes esfuerzos económicos y desde una perspectiva de libertad creativa, solo ceñida por un tiempo histórico de preguerra.
 

Por El Litoral

Sabado, 25 de junio de 2022 a las 01:00

José Luis Zampa

Puede que sea la manera más simple y divertida de tener un clásico, pero también la más sacrificada. De tener una baquet hablamos, una máquina de antaño pensada para correr lo más rápido posible con los rudimentos de preparaciones mínimas, consistentes en alivianar el bólido hasta despojarlo de todo su ropaje superfluo.
Una baquet, así llamada por la singularidad de los asientos con que este tipo de automóviles eran equipados, representa el minimalismo mecánico pero al mismo tiempo el desafío de respetar la época en que fueron concebidos, que va de principios de la década del 10 a fines de la década del 30 del siglo pasado.
En esas tres décadas, tanto en Estados Unidos como en Argentina y algunos países europeos enrolados en la pasión por las competencias automovilísticas, aparecieron los autos que protagonizan este informe: chasis con carrocerías mínimas o inexistentes, ausencia de guardabarros, estribos y paragolpes, y butacas obtenidas de partir en diagonal un barril o balde de madera (de allí la denominación francesa “baquet”, que significa tina o balde), cuyas mitades eran rellenadas con cuero de oveja para que no doliera tanto sentarse.
Lo demás era colocar algún carburador de mayor caudal, a veces eliminar el ventilador para ganar caballos de potencia y acelerar al máximo posible en rutas comarcales o circuitos de tierra donde la muñeca del conductor, acompañada por la habilidad y el efecto “contrapeso” del navegante, hacían la diferencia no sólo para ganar, sino también para llegar ilesos, ya que volcar con esos fierros podía terminar en tragedia.


Hoy en día, una baquet (o racer, o speedster, como se los llama en dominios anglosajones) inspira la nostalgia de tiempos de romanticismo automotriz y entrega hectolitros de diversión debido a su conducción totalmente despojada de aditamentos de confort. Esto a su vez posibilita acomodarse a cualquier presupuesto, ya que basta con tener un chasis con su mecánica de época, la transmisión y cuatro ruedas de rodado 21 o 19 (generalmente de Ford A, que es el modelo más popular de nuestro país) para dar rienda suelta a la imaginación creativa.
Así el feliz poseedor de una baquet puede disfrutarla con lo mínimo y necesario, incluso sin carrocería (basta con la máscara o radiador y un capot que puede ser o no el original), o bien elevar los niveles de acabados hasta conseguir verdaderas expresiones artística con formas y diseños inspirados en la aerodinámica de los tiempos de Bugatti, o en las esculturales flechas de plata de Mercedes Benz. Siempre será una baquet y podrá gustar más o menos, pero servirá para el gran objetivo de hacerse a la aventura en competencias de regularidad, controladas por entidades organizadoras que hallan los espacios adecuados para cumplir con la faena fierrera sin riesgos ni infracciones.


En la Argentina las competencias de baquets (cuando todavía no se llamaban así) se dividían en dos grandes grupos: Fuerza Libre y Fuerza Limitada. 
Ambas categorías tuvieron su período de gloria en la década del 30 y el 40, y fueron antecedentes del Turismo Carretera. Muchos de los autos que corrieron en aquellas pruebas de monopostos y bipostos basados en chasis Ford T o Ford A (los más populares de entonces) se conservaron y hoy son parte del patrimonio histórico nacional.
Muchos otros autos fueron construidos a imagen y semejanza de aquellos pioneros, con lo cual se generó toda una industria de las reproducciones y réplicas.
 Hay talleres especializados que “fabrican” baquets desde cero, tanto en el interior de la provincia de Santa Fe como en Buenos Aires, con resultados sorprendentes en cuanto a terminaciones y detalles de equipamiento como parabrisas específicos estilo “Brooklands” (en honor al legendario circuito de preguerra), componentes de cobre, bronce y metales nobles de las épocas primigenias.


Para ver en acción a una baquet o a varias de ellas, hay que asistir a los encuentros de clásicos que tienen lugar en los epicentros de esta cultura fierrera que podemos definir como un estilo de vida (sin techo, con el viento en el rostro y las inclemencias climáticas como parte necesaria de la experiencia). 
La ciudad de Rafaela es un caso paradigmático, así como otras comunas de la Pampa Húmeda, con conductores ataviados con la indumentaria de época, los cascos de cuero y las antiparras, émulos por un ratito del gran Juan Manuel Fangio, que comenzó a correr con estos autos.

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