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Shakespeare en la noche guaraní

Por Carlos Lezcano y Natalia Schejter

Especial para El Litoral

¿Qué es un clásico? Muchísimos teóricos y autores del siglo pasado arriesgaron definiciones. Solo a modo de ejemplo, dijo Italo Calvino: “Un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir”. Y en palabras de Jorge Luis Borges: “Clásico no es un libro (...) que necesariamente posee tales o cuales méritos; es un libro que las generaciones de los hombres, urgidos por diversas razones, leen con previo fervor y con una misteriosa lealtad”; etcétera, etcétera.

Más allá de la teoría —y también más acá, del lado de lectores y espectadores sin formación académica— nadie duda de lo que es un “clásico”, aunque no puedan definirlo. Además, a toda persona que se detenga solo un momento a pensar en la vigencia de algunos textos, le sorprenderá encontrarse con que, incluso atravesando una vertiginosa cuarta revolución industrial, algunos libros sigan trascendiendo siglos y geografías. Sucede con William Shakespeare. En 2014 se cumplieron 450 años de su nacimiento, y dos años después, 400 años de su muerte. En ese entonces la carrera de Artes de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires y el Centro Cultural de la Cooperación, con la participación de muchas otras instituciones, organizó en el 2014 un Congreso Internacional William Shakespeare en la Argentina. En el año 2015 el Instituto Nacional del Teatro editó dos tomos de “Cuadernos de Picadero” (pueden descargarse gratuitamente en http://inteatro.gob.ar/Editorial) dedicados a Shakespeare en la Argentina, donde se recopila parte del material que se presentó en el congreso. Solo por mencionar algo de la trascendencia de este clásico universal en nuestro país.

Corrientes tuvo su propio festival que contó con cuatro ediciones desde el 2017, y la última se realizó de manera virtual en plena pandemia. El Festival de Shakespeare en Corrientes tuvo sede en el Teatro de la Ciudad y recibió a elencos de toda la región, hubo charlas desmontaje posfunciones, charlas y talleres con especialistas, entre otras cosas.

La novedad shakespeareana correntina es “Sueño de una noche guaraní”. Una versión libre, un texto teatral de Mauro Santamaría que recientemente editó Eudene, la editorial de la Universidad Nacional del Nordeste, dentro de su colección Cosmo/Grafías. Santamaría, actor, director de teatro, dramaturgo, artista plástico, escritor, guionista, gestor cultural y editor de larga trayectoria realizó una adaptación libre de “Sueño de una noche de verano” de William Shakespeare.

Volviendo a las definiciones de “clásico” y parafraseando a Umberto Eco, leer un clásico es un viaje a las raíces, no por nostalgia, sino por el “vago sentimiento de haber crecido en un tronco desconocido”. Santamaría comenzó a trabajar a partir de un hallazgo: el paralelo estructural entre los seres mitológicos guaraníes y los duendes que habitan la obra de Shakespeare. Tal vez dos troncos que no se conocen entre sí pero que comparten el ADN de sus raíces, las del bosque que contiene a los sueños de los personajes de Shakespeare, y la del monte que contiene a los sueños de Aurelio, Jeruti, Eusebio y Mburukuja en la versión de Santamaría.

Este lanzamiento es un acontecimiento para el campo teatral de la región y un aporte de cara a resguardar la producción dramatúrgica del NEA. El prólogo lo realizó el teórico Jorge Dubatti, quien es un gran impulsor para que esta obra correntina circule. En sus palabras, “Sueño de una noche de verano” es un clásico porque “en la Argentina, Shakespeare se vuelve argentino. En ‘Sueño de una noche guaraní’, Shakespeare se hace correntino”.

La edición sin precedentes contiene en el mismo libro la dramaturgia original, la versión libre y un análisis teórico y metodológico de abordaje amplio para investigadores y público en general. Además de las palabras de Dubatti y la edición cuidada de Eudene, el libro cuenta con la colaboración del licenciado Avelino Núñez, estudioso del idioma guaraní. 

El libro se presentó en la Sala del Sol del Centro Cultural Universitario y previamente conversamos con Mauro Santamaría en la Radio de la Unne.

—¿Cómo surge “Sueño de una noche guaraní”?

—Es una idea muy vieja que tuve al descubrir la absoluta y sorprendente coincidencia entre Puck y el Pombero. Puck es uno de los personajes de “Una noche de verano” de Shakespeare y esa coincidencia me hizo llevar a hacer la adaptación de “Sueño de una noche de verano”. Eso fue cuando terminé la licenciatura Artes Escénicas, que hice hace relativamente pocos años atrás; hice el trabajo de tesis que fue justamente de todo lo que tenía que ver con el proceso de adaptación, todo lo que implica una adaptación y también fue la oportunidad para escribir la obra. Así surgió “Sueño de una noche guaraní”, y hemos trabajado casi un año con la universidad para poder adaptarlo al público y quitarle toda la rigidez academicista de una tesis. Entonces, quedó mucho más amable para el lector.

—Shakespeare es un clásico universal que trasciende fronteras temporales y geográficas, y por otro lado está la cuestión de los mitos; en el libro el Pombero aparece como mito. ¿Qué sería un clásico y un mito?, y qué vínculo encontramos entre estas dos categorías que acá se acarician bastante.

—Todo lo que consideramos clásico es lo que trasciende en el tiempo y en el espacio, obviamente; y cuando hablamos de mitos (que se diferencia de las leyendas), también trasciende el espacio y el tiempo, por eso, nosotros en la cultura occidental nos basamos en los mitos griegos, etcétera. En este caso, los entendidos consideran que, por ejemplo, en nuestro caso, el Pombero no es un mito. Yo soy un entusiasta del tema, no soy un especialista. Cuando digo entusiasta me refiero a lo que siempre pregono, que hay que entusiasmarse con las cosas, porque la palabra entusiasmo viene etimológicamente de Grecia, esto de estar en tu Dios, estar en tu Zeus: entusiasmar. Entonces, desde ese lugar yo trabajo, lo que implica a veces, no tanto un rigor científico ni históricos, pero con la enseñanza de don Girala Yampey, realmente he podido adentrarme y bucear en estos mitos. Volviendo a la pregunta, la idea tanto del mito como de los clásicos, su característica fundamental, es su trascendencia en el tiempo, su trashumancia. Y en este caso específico, ¿por qué yo digo que el Pombero es un mito? por la gran influencia que tiene en la comunidad, en nuestro entorno inmediato, tiene una influencia y está muy vigente a diferencia, por ejemplo, de la leyenda del Irupé, por citar algún ejemplo. 

—Pero además de este libro, específicamente a lo largo de tu vida lo que has hecho es justamente prestarle atención a este lugar donde vivimos, al tono local y a los temas locales. Esto ha sido una preocupación constante. ¿Por qué? 

—Bueno, yo he vivido en el campo hasta los 10 años, y he creído en el lobizón, por ejemplo. Los martes cuando yo escuchaba los ladridos de los perros, que había un coro canino, comenzaba en una esquina y terminaba en la otra del pueblito en el que yo vivía, de 2000 habitantes, aquí en el interior de Corrientes. Y siempre estaba muy presente en mi todo esto de los mitos y misterios. A mí lo que siempre me atrajo en realidad es el misterio de esto, del otro lado de las cosas, no saber que hay, y que nadie se atrevía a mostrar, no la veíamos pero lo sentíamos y eso ya era fuertísimo. Bueno, lo que tiene el misterio, lo que uno oculta, es que en realidad a veces no hay nada del otro lado, pero lo más importante es lo que nosotros sentimos, lo que nos inspira. Y bien eso en mi infancia, yo digo que me salvó el conocimiento analítico, estar mano a mano, tête à tête con nuestros seres mitológicos. Desde ahí parte. Incluso yo estuve 19 años en Buenos Aires y he tomado distancia del objeto de estudio para ser más objetivo también, y sin embargo siempre ha existido. Más allá de la distancia porque hoy en día está cerca Buenos Aires, pero en la década del 80, Buenos Aires era lejísimo. Hablamos una vez al mes por teléfono con Corrientes, por ejemplo; entonces, eso de tomar distancia de las cosas también me hizo ser más objetivo y yo creo que siempre influyeron estas vivencias de la infancia. Dicen los que saben, los psicólogos, que la vida adulta no es otra cosa que la repetición de la infancia. Yo creo que es esa la herencia que yo estoy teniendo y desde ahí mi atracción por estos seres mitológicos que encima los tenemos acá.

Yo debo confesar, ser muy sincero, que no he hecho ningún esfuerzo en hacer un trabajo de investigación. Es más, me han llevado a un trabajo de investigación los métodos de adaptación de autores, etcétera, pero la transmutación que yo he hecho, sustitución de seres mitológicos, en este caso los guaraníes por los bretones, por los galeses, ha sido muy sencillo porque nosotros lo tenemos acá a flor de piel.

—Y de vuelta a tu provincia, con tus propias manos le diste cuerpo a todos estos seres mitológicos o todas estas leyendas y convivís con ellos en el Centro de Imaginerías Guaraní que armaste. Contamos un poco sobre la apropiación y la construcción de ese museo.

—Está orientado para los alumnos de todos los niveles educativos. Estos dos años hemos estado parados pero esperamos que este año podamos volver a retomar otra vez las visitas y la idea es esa, para nuestros niños, niñas, alumnes, para que más o menos tengan presente la gran fortaleza, la gran sabiduría que tenía la raza guaraní, quienes nos precedieron, sobre todo en el cuidado de la ecología. Ellos han sido unos pioneros y hoy realmente el rumbo de nuestros progresos han atentado contra la naturaleza y nosotros, los seres humanos, estamos pagando un precio muy caro por eso. Entonces, también desde ese lugar, no es solamente una postal telúrica de ver a los guaraníes haciendo sus cosas, sino lo que ellos significan y la necesidad nuestra de hoy en día, la vigencia y la necesidad del cuidado, de la ecología desde ese lugar está puesto el museo, más allá de lo telúrico y pictórico.

 —“Sueño de una noche guaraní” es una adaptación que parte de este paralelo que encontrás entre los personajes mitológicos, pero esta historia, a su vez, es muy contemporánea. Es la misma, con los mismos conflictos que en la obra de Shakespeare escrita en 1595, pero podría ser totalmente actual.

—Sí, esa también es mi característica en todos los trabajos que yo emprendo, siempre los llevo a la realidad, a la actualidad, porque si uno se queda en la anécdota de un mito, no entiende nada. Lo importante, y por esto hablamos a través de la trascendencia del mito, es justamente esa posibilidad de vigencia que tiene más allá de los siglos y siglos de existencia, y que nos sirva hoy un mito y que nos interpele, esa es la idea. El texto, obviamente, está adaptado, se habla de la convivencia, desde lo cotidiano, la infidelidad, la fidelidad, el amor, bueno, temas existenciales que toman Shakespeare, obviamente, y que acá nosotros lo adaptamos incluso con mucho color granítico. Siempre sostengo que todos los mitos tienen una lectura oculta que es lo más interesante; desde ese lugar escribí, traerlo al presente y que nos interpele aquí y ahora. 

—¿Tenés en vista a futuro poner en escena esta obra, dirigirla?

—Sí, se han hecho ya algunas escenas, lo han hecho. Acá no, sino en otro lugar, no toda la obra, han utilizado la temática y no sé cómo le ha ido, pero ya han trabajado el texto desde lo teatral y la idea desde luego es hacerla así y por supuesto en Corrientes y donde sea. Porque como saben, el texto teatral es apenas un eslabón, se concluye la obra cuando se pone en escena. Incluso hay un abanico de duendes, de seres mitológicos que tiene toda su historia y que son todas muy ricas y de las cuales también nos enseñan mucho y creo que hay que tomarse el trabajo para descubrirlo, ir buceando y que es lo que nos quieren decir estos seres a través de sus conductas. 

—El texto ahora está publicado y se presenta pero hace tiempo que viene circulando ¿no?

—Sí, cuando yo lo presenté como tesis me encontré con Dubatti en eventos, entonces le di el borrador, y a partir de ahí él lo circuló mucho. Se está trabajando hace varios años en el país con textos clásicos, no solamente gestados y trabajados, elaborados, investigados en Buenos Aires, sino en el interior. Y yo creo que ahí ocupó un lugar mi trabajo y él lo utilizaba mucho, incluso en todas las presentaciones, él me pedía a mi el libro y yo le decía no se editó todavía, lo que tenía era simplemente una tesis que está en formato de libro pero no estaba editado y ahora recién sale el libro a través de Eudene.

—Como dramaturgo, ¿qué te pasa cuando ves las versiones de tus textos por otros directores? 

—Cuando veo mis textos representados yo soy absolutamente permeable y flexible. Hay muchos que se enojan, pero yo siempre digo “a los textos hay que hacerlos mierda”, un texto es disparador; yo no tengo ningún problema y me interesa mucho las lecturas que le puedan dar. Obviamente, hay que respetar el espíritu, porque o si no hago otra cosa. Pero uno respeta el espíritu, por eso es que uno elige tal o cuál texto, pero pasa en los guiones, en las adaptaciones o en textos, libros, etcétera, es exactamente lo mismo. Nosotros hacemos adaptaciones porque nos interesa, obviamente, el espíritu del texto ¿no? Y desde ese lugar, pero soy absolutamente flexible y jamás me enojé, nunca me he enojado, al contrario, si le permiten múltiples lecturas mejor. Insisto, el texto teatral es un eslabón pero también está la dramaturgia del director, del iluminador, del escenógrafo; entonces, hay muchos dramaturgos que coexisten a la hora de la puesta en escena de un texto teatral.

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