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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

Murmullos de una Argentina atroz

Una vieja estampa de una Argentina sórdida, donde todos éramos enemigos aunque no tomáramos carta en el asunto. Nos “ponían la camiseta” que querían, y ya estábamos fichados para el desencuentro general.  

Los argentinos tenemos por costumbre celebrar los fracasos, otros pueblos tienen por forma hacerlo con las cosas positivas que enaltecieron dando lugar, a bases constructoras que fueron formando una mejor nación.

Acordarme de los 70´, con mis hijos muy chicos, eran sentir el gusto amargo cada vez que volvía por la noche de mi trabajo, y me encontraba con la televisión en horario informativo, en blanco y negro aún, que le daba una fuerza dramática a la noticia, de estupor y tristeza: muertos, desaparecidos, búsquedas desafortunadas.

Eran partes escuetas que daban cuenta de muertos, desaparecidos, secuestrados; una guerra sin cuartel que a uno lo dejaba shockeado, tristeza por el dolor repetido, encarnizado como lo son cuando se cruzan los límites.

Me quedaba pensando, sin absolutas ganas de probar un bocado, porque eran hermanos nuestros lanzados a la atrocidad de matarse, unos a otros.

Sucedieron muchas cosas cuando la intemperancia llegó a su grado máximo, había miedo, nos enterábamos por la prensa pero más que nada por la información boca a boca, dando cuenta que a fulano o mengano le había llegado la hora.

Bombas que volaban, coches explotando saltando por los aires, discursos a granel, marchas, testimonios lacerantes, la política en boca de todos empujando, tomando recaudos, no podíamos imaginarnos que era una guerra aquí ya golpeando nuestras puertas.

En esta “celebración”, observamos los ánimos exacerbados, la aparición nuevamente de consignas, sumado al hartazgo general, mientras las cosas más mínimas van tomado un valor inimaginado, que no hay bolsillo que aguante.

Será que algún día por encima de los votos se imponga la razón. Nos avergoncemos de las picardías, asumamos en primera persona las culpas, y constituyamos la unión.

En las prevenciones de lo mínimo, la censura de temas musicales en las radios, porque fueron los artistas populares que “peleaban” desde el escenario con letras que sabían a hachazos.

Condeno toda forma de violencia de uno y otro lado. Argentina siempre estuvo dividida aunque se lo niegue, siempre hemos sido Boca-River, en total desacuerdo con el otro, y echando la culpa justamente al otro como lo ha hecho Rusia con respecto a los terroristas en Moscú, en su razia de violencia.

Claro, eso de culpar al otro, lo hemos visto y comprobado del gobierno anterior, en que se lo vapuleaba al Presidente con la maldita “lapicera”, reproche formulado en el mismo lugar donde se montó el escenario, y luego copiado por alguna admiradora de la Vice, con sus clásicos parlamentos desestabilizantes.

Ese aire enrarecido que acompañó la década del 70, era como la mirada de una cámara cinematográfica en paneo panorámico. Como esos días de visibilidad empañada por humo, que aparece como un anticipo a lo lúgubre de una jornada indefinida. Como diciendo, “qué carajo irá a pasar..!”

Muchas fueron las pérdidas de uno y otro lado, tipos conocidos, notorios, personas como uno, solitaria y gris, diríamos “Juan pueblo”, el silencioso baluarte que le pone el hombro y que igual la liga sin qué ni para qué.

Por ejemplo un gran periodista, como lo fue Rodolfo Walsh, sentenció su muerte cuando publicó un artículo a gran tamaño, titulado: “CARTA ABIERTA DE UN ESCRITOR A LA JUNTA MILITAR”. Al respecto dice de él, Eduardo Galeano: “Walsh es uno de esos escritores que le devuelven a uno la fe en el oficio cuando la pobre tropieza y tambalea, estando como está el camino tan lleno de pavorreales, impostores y mercanchifles.”

Hubieron soldaditos que estando prestando servicios a la Patria en el “Regimiento de Monte 29” de Formosa, igual la ligaron. Muertes vanas, inútiles y despiadadas. Eso duele. Y habla, del estado de locura a que puede llegar el hombre en sus afanes.

Desde entonces, creo desde siempre ha habido un divorcio, que bajo la denominación de “grieta” ha desunido a los argentinos. No tiramos parejo; unos disfrutan, otros se joden. La desconsideración con los viejos que aunque a veces unidos por vínculos familiares, igual el respeto escasea, no se los toman en cuenta. No se los toma en serio. Con nuestros propios hermanos, tratando de ser patria no los oímos

Qué puede esperarse si hasta en lo mínimo la armonía no guarda relación alguna. No es una materia imprescindible. Solamente yo, y nada más que yo.

Hace unos años de esto. Horacio Guarany tomó la poesía del poeta cubano, Nicolás Guillén, y la musicalizó dejando abierta lo que el mulato escritor quiso expresar de la relación hombres-soldados. Tratando de unir lo que a simple vista es difícil de lograr cuando el hombre sordo se niega a comprender que si bien con diferentes oficios, ambos son la misma cosa: seres humanos.

“No sé por qué piensas tú /  Soldado que te odio yo. / Si somos la misma cosa / Tú y yo. / Tú eres pobre, lo soy yo / Soy de abajo, lo eres tú / De dónde has sacado tú / Soldado que te odio yo. / Me duele que a veces tú / Te olvides de quién soy yo / Caramba, si yo soy tú / Lo mismo que tú eres yo. / Pero no por eso yo / He de malquererte tú / Si somos la misma cosa / Tú y yo. / Ya nos veremos tú y yo / Juntos en la misma calle / Hombro con hombro tú y yo / Sin odio ni yo ni tú. / Pero sabiendo tú y yo / A dónde vamos tú y yo / De dónde has sacado tú / Soldado que te odio yo. “ /

Me quedó picando, cuando el periodista y escritor Ceferino Reato en un reportaje con Nelson Castro, cuando dijo alusivo al tema: Que la historia, son hechos concretos. La memoria, es emoción.

Será que algún día por encima de los votos se imponga la razón. Nos avergoncemos de las picardías, asumamos en primera persona las culpas, y constituyamos la unión. 

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