Tal fue la virulencia de los corrillos que, ayer por la mañana, con el Jefe del Estado ya en suelo norteamericano, el ministro del Interior, Aníbal Fernández, se vio forzado a aclarar que para el Gobierno, tal reunión, liderada por Eduardo Duhalde, no significaba "ningún fragote".
Como era de esperarse, el término utilizado dejó algo boquiabiertos a periodistas jóvenes –que ignoraban el sentido de la palabra– y rememoró innumerables vivencias en los veteranos, en particular los que vivimos los años '60.
Con sus raíces en un argot francés, equivalente a movimiento violento, "fragote" se incorporó al diccionario de los argentinos de aquellos años como el equivalente a rebelión militar. Eran tiempos en que los celulares y la televisión por cable no existían, e Internet sólo podía imaginarse en algún émulo de Julio Verne.
Quien escribe esta columna recuerda sus años de cronista adolescente cuando el jefe de redacción recibía un par de llamados telefónicos y advertía a los presentes "hay fragote en Campo de Mayo, vamos a tener una noche brava".
No había más que hablar. En minutos, los políticos se apersonaban en los medios o se prendían a los teléfonos. Los periodistas marchaban en malón a la antigua guarnición militar en las afueras de la Capital Federal. Si eran contenidos por una patrulla militar en las calles de acceso a Campo de Mayo, era evidente que algo andaba mal.
Un punto de referencia infalible era la avenida Márquez, que bordea uno de los extremos del Hipódromo de San Isidro. Cada vez que había "fragote", una avanzada de las tropas salía de Campo de Mayo y se estacionaba en ese lugar a la espera de órdenes. Si había arreglo, volvían a sus unidades; de lo contrario, continuaban la marcha hasta el centro capitalino. Los periodistas teníamos un "observador adelantado", que era el dueño de un antiguo restaurante ubicado exactamente frente a ese sitio. Al menor movimiento anormal, el "amigo" llamaba a sus "contactos" en las redacciones... y ordenaba también a los mozos y cocineros a prepararse para "una noche larga". Antes de una hora, la jauría de prensa se instalaba en el lugar... tan atenta al eventual desplazamiento de los blindados, como al buen churrasco y mejor vino servido en la mesa.
Eran indudablemente otros tiempos. Basta recordar que el extinto ex presidente constitucional Arturo Frondizi soportó más de dos docenas de "fragotes" antes de caer derrocado por la última y efectiva asonada que lo condujo detenido a la isla Martín García. Su secretario de guerra era el general Rosendo Fraga (padre del actual analista político), un hombre de profundas convicciones democráticas que nunca avaló esos alzamientos. Paradójicamente, el desconocimiento (y alguna mala intención) atribuyó la terminología "fragote" precisamente a un supuesto accionar conspirativo del general Fraga, algo tan absurdo como inexistente.
Hace 21 años que vivimos en democracia, y ni aun los alzamientos militares carapintadas fueron encuadrados como "fragotes", un término felizmente en desuso que, inesperadamente, cobró la luz pública a raíz de esa significativa reunión de los viejos popes del partido fundado por Juan Domingo Perón.