El clásico tema del novato, ya medio grande, es retratado por Trapero sin piedad, en un mundo violento y corrupto, pero también amistoso y verdadero.
Zapa (Jorge Román) es un humilde cerrajero de un pueblo que ve convulsionada su vida cuando es acusado de un robo, y para lograr escapar de las consecuencias, es enviado con únicamente una carta de presentación de un tío suyo, policía retirado, a presentarse como aspirante a agente de la Policía Bonaerense.
Producido por Adrián Suar, se trata de un film cotidiano, verdadero, con una estupenda actuación de Román, que tiñe de verdad las desventuras de este muchacho convertido en hombre a la fuerza, entre uniformes y tiros.
En su segundo trabajo, Trapero nos cuenta la historia de Zapa, un cerrajero que debe huir de su pueblo por problemas con la ley y que llega al oeste del Gran Buenos Aires para convertirse en Policía.Como en su anterior película, Trapero vuelve a demostrar una fuerte relación de su cine con los postulados del Neorrealismo: el trabajo con actores no profesionales (Jorge Román), escenarios naturales (en lugar de los escombros de la guerra, una ciudad violenta, sucia, triste), e historias que exceden lo puramente individual pasando a lo social y colectivo. Como sostiene el propio Trapero, ‘en general, nada de la película tenía que ver con otra cosa que la vida del Zapa. Por eso para mí resulta tan sintético el título. Lo importante era comprender y seguir al Zapa. Esto no quiere decir que yo no quisiera hablar de la policía. Eso está claro, pero me refiero a que nada iba a estar en función de la policía, sino en función del Zapa‘. (1). A través de la cotidianeidad que imprime a la historia, Trapero nos introduce en la ‘vida‘ de una de las instituciones más cuestionadas de la Argentina. Mediante diversas situaciones cotidianas y pequeñas vamos descubriendo el hábitat en el que crecen y se desarrollan los terribles hechos que suceden a diario. La poca y pésima preparación que reciben, las condiciones edilicias de las comisarías, las armas que reciben (‘las oficiales no sirven ni para suicidarte‘), tratan de brindar una explicación al actual estado de cosas.
Pero a diferencia del Rulo (protagonista de Mundo Grua), a quien las circunstancias parecían superarlo, el Zapa detrás de un aire de inocencia, toma decisiones. Se cobija bajo el ala del nuevo comisario y comienza a ‘trabajar‘ para él. Coimas, sobres cerrados, arreglos con empresarios, cabarets, travestis, etc., también forman parte del quehacer diario del Policía. La búsqueda de este nuevo realismo, se ve reflejada también en la constante referencia al humor a través de los diálogos de los policías o en la impresionante escena de la fiesta de Navidad, le da al film la idea de lo cotidiano y lo cercano.