ESPECIAL DESDE BUENOS AIRES
SEBASTIÁN BRAVO
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Se ríe de la vejez pero obedece a sus 76 años. No pierde su carisma salteño pero tampoco oculta su andar porteño. Conoció el mundo pero su universo es su familia. Con poco se conoce mucho al único integrante que estuvo de cabo a rabo en el más popular conjunto de la historia del folklore. Poco basta pero sólo para ser el cerrojo de un tesoro que resguarda a un patrimonio de la cultural nacional. Juan Carlos Saravia extraña los escenarios pero se reconforta con su lucha a favor los músicos más veteranos mientras disfruta de una vida sedentaria con la que no supo familiarizarse durante las giras de Los Chalchaleros que lo llevaron a conocer a Borges, Sábato, Favaloro, Serrat, Dalí, o hasta el propio Walt Disney. Mientras prepara, al menos en broma, un viaje a Corrientes, lamenta la pérdida de los versos floridos.
Juan Carlos Saravia es salteño y es el único miembro de Los Chalchaleros que se mantuvo a lo largo de la historia del conjunto. Hace 54 años llegó a la Capital Federal para dedicarse de lleno a su vocación junto a sus compañeros. De los cuatro, sólo él llevó a su mujer. El resto luego tendría diferencias irreconciliables en sus relaciones. "La gente piensa que subís a un escenario con una guitarra y piensa que sos más romántico. Lo que puede ser una ventaja", aclara siempre con picardía.
Enviudó a los 35 años y se mantuvo sin pareja estable hasta los 47, cuando comenzó una relación con Margarita Aráoz, con quien tuvo un hijo. Con su primera mujer, María Susana Arias Uriburu, tuvo siete hijos, dos de ellos fallecieron antes de llegar al año. Insistió con el nombre de uno de ellos, Facundo, y fue éste quien luego sería uno de los diez músicos que formarían parte de Los Chalchas.
Se enfrentó a la música como negocio y supo entender a las rémoras del éxito. "Con toda suerte no soy la figura construida en los medios. Cuando llego a Salta soy el “Gordo” Saravia", explica con sencillez aunque recuerda los trajines que le supo traer la mala prensa: "La gente hacía la rivalidad con Los Fronterizos, éramos muy amigos con ellos", y además aclara que "uno vive del afecto del público".
Saravia no cree en el mito la ingenuidad del provinciano aunque confía en la honestidad del hombre del interior que "está siempre precavido contra la picardía de los demás", y asegura que "existe un respeto a la gente que se puede tomar como ingenuidad".
El folklore y la radio
Compara al viejo folklore con las nuevas corrientes con las mismas diferencias que registra entre la radio y la televisión. "La radio te hacía imaginar todo, te hacía trabajar la cabeza", destaca con la pasión que luego se transforma en congoja para lamentar la pérdida del verso florido, a pesar de que confía en su regreso. El "Gordo" insiste: "Antes te hacían imaginar, ahora te lo muestran y si tiene sexo les viene mejor".
Si bien siente la decadencia cultural de la globalización supo hacerse de la ruta y así sólo les faltó presentarse en Asia. En París, por ejemplo, tocaron en un festival folklórico entre un grupo estadounidense y uno ruso, en plena Guerra Fría. En otra oportunidad, tras ganar un certamen en Los Ángeles, fueron invitados a Disneyworld, donde conocieron al propio Walt Disney.
Entre otras personalidades también conocieron a René Favaloro, Ernesto Sábato, Jorge Luis Borges, Juan Manuel Serrat y hasta el artista surrealista Salvador Dalí pidió reunirse con Los Chalchaleros mientras se presentaban en Barcelona. Su fama no sólo se tradujo en giras y encuentros con famosos, sino que hasta incluso un investigador estadounidense nombró a una especie de roedores que halló en La Rioja como Salinoctomys loschalchalerosorum, algo así como "La Chinchilla de los Chalchaleros".
Entre Salta y Corrientes
"Salta tiene muchas cosas en común con Corrientes -expone con delicadeza- y nos respetamos mucho", aunque sostiene que "donde hay agua hay verde, es otra inspiración, más dulce y melancólica, y Corrientes tiene la dulzura y la pasividad que da el agua y la selva, en cambio nosotros somos más áridos y más ariscos". No obstante, bromea y no tanto que "con las correntinas nos llevábamos bien". En síntesis, define a Corrientes como "una fuente inspiradora de poesía y de canto, donde se habla, se canta y hasta se piensa distinto". Aunque su simpleza y contundencia se repite en cada definición: "El hombre se inspira por problemas de amores".
"Creo que podríamos haber continuado tocando unos años pero tengo miedo que aparezca el viejazo". Contundente, Juan Carlos explica demás que "los únicos que dicen una cosa y hacen otra son los políticos; entonces sería una estafa para la gente que asistió al espectáculo de despedida" -en junio de 2002-, pues recuerdan con afecto las travesías de muchos de sus seguidores para poder verlos juntos por última vez.
Sus épocas sin pausas terminaron. Ahora practica gimnasia tres veces a la semana en la Fundación Favaloro, donde cuida su salud que fue achacada por tres by pass. También camina por Barrio Norte, donde se conoció con un casereño, Carlos Gómez, un amigo con quien anticipa en broma pero con tintes de seriedad que llegarían cantando juntos al litoral. Carlos es portero en un edificio de Capital hace unos diez años y tiene una tarea encomendada si ese viaje se llega a concretar. Ser su cómplice con un sombrero para recolectar un poco más que el aprecio de la gente.