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/Ellitoral.com.ar/ Especiales

El Big Bang Sebastián Crismanich

A 143 días de la obtención de la medalla dorada, aún suenan los ecos, en todos los ámbitos de la consagración del correntino. El taekwondo en nuestro país y en el resto de Sudamérica pasó a ser sinónimo de Crismanich. Gloria, humildad, esfuerzo y solidaridad caracterizan al personaje del año.  

Desde el pasado 10 de agosto el taekwondo se convirtió en sinónimo de Sebastián Crismanich en el país y en Sudamérica. Aquel viernes el correntino obtuvo la medalla de oro, en la categoría hasta 80 kilogramos, en los Juegos Olímpicos de Londres y desde allí esta disciplina no dejó de estar asociada al nombre del joven que se convirtió en el primero en conseguir una presea de ese color para Argentina y el único en conseguir la dorada para la delegación en la cita internacional.

Pero la relación que une al taekwondo con Sebastián Crismanich se fue afianzado desde que el campeón olímpico era muy chico. Su hermano Mauro fue su principal impulsor y maestro, cuando el menor tenía siete años y mucho no le gustaba practicar este deporte. Sin embargo, la insistencia de Mauro y sobre todo del papá Daniel llevó a Sebastián a empezar con los entrenamientos.

Los inicios no fueron los mejores ya que en Corrientes no había lugares para practicar este deporte. No obstante, la tozudez de los Crismanich los llevó a redoblar los esfuerzos y seguir adelante en la carrera. Así llegaron las primeras presentaciones en torneos locales y regionales.

Pero desde la región no se iba a progresar mucho, se debía buscar otros rumbos. Entonces había que ir a pelear a Buenos Aires, allí donde atiende Dios, como dice el inconsciente colectivo. La apuesta dio resultado y los hermanos Crismanich empezaban a trascender en el plano nacional.

Así también llegaron los reconocimientos en el plano local y uno de ellos marcó a Sebastián. En una de las noches de los Premios Curuzú (se entrega a los deportistas destacados de Corrientes), se encontró con Camau Espínola, quien venía de obtener la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996. Allí Sebastián pensó, "yo quiero estar ahí, como él, y sentir lo que se siente". De esta manera se puso en marcha la campaña para llegar a los Juegos Olímpicos y ganar la medalla.

El proceso no fue sencillo, ya que siempre se debía realizar un esfuerzo sobrehumano. Se debían conseguir sponsors y estar presentes en las competencias internacionales que le permitieran el roce necesario y medirse con los mejores.

Gracias a su carisma, humildad y talento para este deporte, fue atravesando obstáculos. Hasta que por fin llegó la oportunidad de pelear por un lugar en los Juegos Olímpicos, en Queretaro y lo consiguió sin problemas.

El inicio de 2012 a Sebastián lo encontró concentrando en México. Allí se entrenó con los mejores del continente, hasta tres sesiones diarias. Era un gran desgaste físico y mental, sobre todo lejos de su casa, pero la meta que se había trazado hace 16 años estaba cada vez más cerca.

También viajó a Europa, para competir.  Allí aprovechó para estudiar a sus potenciales oponentes en los Juegos, para entrelazar el último eslabón antes de llegar a Londres.

En el camino previo a la máxima cita mundial en el primer semestre del año vio muy poco a su familia. Sin embargo, el hambre de gloria, ocultó algunas debilidades y viajó a cumplir su meta el viernes 3 de agosto. Allí estuvo El Litoral para despedirlo. Esa mañana lluviosa en el aeropuerto internacional de Ezeiza ya ponía en clima al equipo argentino. Antes del embarque Sebastián bromeaba con su entrenador: "Es como si ya estuviéramos allá". Partió entonces el plantel con una estruendosa despedida de familiares y amigos.

Una vez en Londres era cuestión de esperar el día del debut, el viernes 10 de agosto. Se produjo en la madrugada, cuando el correntino derrotó al neozelandés Vaughn Scott por 9-5 y avanzó a los cuartos de final. En el segundo combate no tuvo problemas con el afgano Nesar Ahmad Bahawi (9-1) y en las semifinales sufrió un poco más frente al armenio Arman Yeremyan (2-1).

Llegó el duelo final, el español García Hemme planteó un duelo con la pierna elevada, por eso el argentino buscó permanentemente el ataque, como en todas sus peleas. Fue paciente, no cometió errores en los dos primeros rounds y a falta de veinte segundos para el final del tercero, con un kick (patada) sobre el pecho del español consiguió la diferencia. Así llegó el final y los festejos junto a su entrenador.

En ese momento comenzó a sentir todo lo que sintió Camau en 1996, y un poco más.

La consagración para Sebastián fue una especie de Big Bang. Tuvo una gran repercusión en todo el país y en Sudamérica. Y en todos los ámbitos: políticos, educativos, de espectáculo, etc. Le ofrecieron cargos políticos hasta volcarse al modelaje. Sin embargo, él tiene los pies sobre la tierra y prefiere seguir su camino.

Pero lo que provocó su consagración en el viejo continente en Sebastián Crismanich es la posibilidad de difundir el deporte que más le gusta: el taekwondo.

 

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