Siempre todo Gobierno tuvo algún funcionario que hacía las veces de principal vocero, con algunas características que escapaban a las mínimas normas elementales de conducta. A diferencia de otros, en el último tiempo la gestión kirchnerista tuvo dos funcionarios que cumplían esa función: Aníbal Fernández y Guillermo Moreno. El primero sufría -y lo sigue padeciendo- de incontinencia verbal. Confrontativo, altanero, soberbio y hasta maleducado. Moreno, en cambio, fue violento, patotero, chabacano y vulgar.
El gesto que se viralizó donde se veía a Moreno haciendo el ademán de cortarle el cuello al entonces ministro de Economía, Martín Lousteau, pinta de lleno lo que es el ahora ex funcionario.
En los últimos días el polémico Moreno volvió a ser noticia, no por haberse convertido en un hombre de bien, sino por sus declaraciones que llaman a la risa.
Días atrás Moreno negó haber influido en la intervención del Indec y dijo que nunca amenazó a empresarios con un revólver.
En una entrevista con radio América, Moreno negó haber intervenido el Indec durante su paso por la Secretaría de Comercio al sostener que “nunca” los funcionarios de ese organismo respondieron a su Secretaría.
“Nunca, nunca estuvo intervenido. Es una mentira”, dijo Moreno, a pesar de las denuncias en ese sentido por parte del gremio ATE y los propios funcionarios apartados del organismo.
Más recientemente, durante una entrevista exclusiva al portal Infobae, el periodista Luis Novaresio lo indagó respecto a la clase social a la que pertenece la ex Presidenta. “Clase media, ella misma lo ha dicho”, respondió el ex funcionario sin dudarlo.
Ante la insistencia del entrevistador, respecto de la riqueza de la ex mandataria, Moreno se mostró convencido: “No hay duda, cómo no le voy a creer, si es lo que dijo Cristina”. Sin embargo, en su última declaración jurada antes de dejar el poder, la ex Presidenta declaró una riqueza superior a los $ 64 millones, 26 propiedades, plazos fijos por $31 millones y, casi como un símbolo, una deuda de $12.640 con Lázaro Báez, que administró sus hoteles.
El hombre que entró con guantes de boxeo a una asamblea accionaria del Grupo Clarín defendió su labor declarando: “Cada vez que la Nación me pedía la renuncia, sabía que iba por buen camino”.
Ahora que ya no está en el Gobierno, Moreno tuvo un baño de realismo: reconoció, a contramano de lo que había planteado Cristina Kirchner, que el cepo cambiario fue “un error”, sobre todo por una cuestión cultural de los argentinos con el dólar. Pero, no dudó en elogiar una de las políticas que mayor polémica generó durante su gestión: el combate contra la inflación.
Sobre la inflación que hace años afecta al bolsillo de los consumidores Moreno consideró: “Nuestra política al respecto fue un éxito”.
El ex secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, se ungió como uno de los personajes más característicos de la década kirchnerista. Confrontativo y tajante. Esto también le cabe al ex jefe de Gabinete, Aníbal Fernández.
Haciendo una comparación con la flamante administración encabezada por Mauricio Macri, los nuevos funcionarios están marcando una gran diferencia.
Esto está bien y agrada. Se nota el cambio. Ojalá que se siga en esta senda y que en el futuro no aparezcan émulos de Moreno o Fernández que poco ayudaron a la pacificación de la Argentina.