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Palos en la rueda de la República

Por El Litoral

Viernes, 08 de enero de 2016 a las 01:00

VIENE DE LA PAGINA 10

Pero claro, para los derrotados las sorpresas que produce Macri son excesivas. El nuestro era un país que vivía bajo el sopor de la “década ganada”. No se lo esperaban. El Presidente no proviene estrictamente de la política, sino del deporte y de la gestión; no desborda carisma; no amenaza; no degrada a sus rivales. Equivale a la antipolítica o a la no-política. Una suerte de Konrad Adenauer que debe sacar su país de la ruina, con pocas chances de lograr una victoria a corto plazo. Para colmo, el poder saliente no tuvo la hidalguía de concederle ni un minuto adicional para que examinase qué le dejaba, para que hiciera un inventario, para que caminase una transición civilizada y amistosa. En todas partes se suelen destinar dos o tres meses para esa tarea. Así ocurrió hasta cuando se pasó de un gobierno militar a uno civil: cuando Frondizi sucedió al general Aramburu, cuando Cámpora sucedió al general Lanusse, cuando Alfonsín sucedió al general Bignone. El arrogante kirchnerismo, en cambio, no cedió ni una jornada.
Pese a ello, las iniciativas provocaron estupor. El Presidente, recién consagrado, recibió de modo oficial a cada uno de sus rivales y desarrolló con ellos una charla enfocada en la recíproca colaboración. Fue un gesto que los jóvenes argentinos desconocían. A renglón seguido llegó el turno de los gobernadores, a quienes calificó de socios (para las buenas y para las malas). Los gobernadores fueron los primeros en sorprenderse, porque ya se habían resignado, tras la década del saqueo, a ser ignorados. La anterior jefa del Estado se limitaba a saludarlos desde lejos con un leve movimiento de mano, bastante despectiva.
Pero ocurre que hemos reingresado en los sanos rieles de la República. ¡Bienvenida, deseada República! Es lógico que el nuevo Presidente converse con sus rivales. Es bueno que agasaje y respete a los gobernadores, porque expresan el carácter federal de la Argentina. Es bueno que los medios de comunicación llamados “públicos” vuelvan a ser públicos y dejen de ser abusivos instrumentos de propaganda gubernamental pagados por la sociedad en su conjunto. Es bueno que se mantengan los disensos, pero que se apoyen en la seriedad y en la lógica. Nuestro país emerge de un modelo populista devastador. Y debe comenzar a inhalar el oxígeno de su reinserción en el mundo.
Sin contar con una sobreabundancia de recursos humanos, el nuevo Gobierno, ¡en sólo pocos días!, unificó exitosamente el mercado de cambios. Dio un paso que era motivo de especulaciones llenas de angustia. De ese modo puso en orden el caos de la divisa extranjera y desactivó, aunque de un modo heterodoxo, la bomba de tiempo que significaba. Como suele ocurrir con algunos medicamentos, al principio pueden generar una reacción desagradable, pero si el remedio es correcto, pronto se iluminará la mejoría. Igual pasó con la quita o la baja de las retenciones agropecuarias e industriales, lo que no sólo se tradujo en alivio, sino en un estímulo poderoso para seguir invirtiendo, que es lo que el país necesita. Con igual propósito se eliminaron las declaraciones juradas para importar. Y, sin medidas forzadas, el Banco Central cambió su desinversión imparable por una creciente llegada de dólares.
Otra novedad robusta sucedió en política exterior. No sólo se dejó atrás una alianza con la dictadura que hunde a Venezuela, sino que la Argentina ahora es observada con esperanza en el mundo. En numerosos medios de Europa y Asia se afirma que el triunfo de Cambiemos influirá en toda América Latina. No sólo por razones políticas, sino también económicas. En efecto, la manifestación de incorporarse a la Alianza del Pacífico implica un reacomodamiento del tablero mundial. La Argentina, de ser un país austral que había elegido segregarse bajo una conducción autoritaria, se coloca en un sitio notable y puede llegar a convertirse en el piloto de una América Latina que transforma el continente. En otras palabras, un continente donde reine una cabal democracia, donde se combata con decisión el narcotráfico, donde se luche de modo firme contra la corrupción y donde los ciudadanos sientan previsibilidad y esperanza.
¡Bienvenida, ansiada República! Donde caben las críticas y también los elogios. Pero donde prevalecerá la verdad sobre la ceguera, y la lógica sobre el fanatismo.

(*) Nota publicada en el diario La Nacion.

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