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La verdadera historia de Drácula

Vlad Dracul o Vlad Tepes fue un noble de la Rumania del siglo XV, famoso por su maldad y crueldad, que aterró a la región de Transilvania, especialmente cuando debió defender a su país de la invasión de los turcos, a quienes torturaba hasta la muerte. Existió realmente y su historia fue conocida por el escritor irlandés Bram Stoker y lo inspiró para crear su personaje, el Conde Drácula, mezcla de realidad y ficción que se hizo famoso en todo el mundo.
Icono. El actor británico Christopher Lee en su caracterización de Drácula.

Por Francisco Villagrán

Especial para El Litoral

Hacer mención de Drácula, ya de por sí desata el miedo, y el temor a lo desconocido, su sólo nombre trae a la memoria los casos de vampirismo que menciona la historia. Vlad III o Vlad Dracul era conocido en la Transilvania del siglo XV también como Vlad, El Empalador, un príncipe de Valaquia, cuya sangrienta historia estremeció a Europa Central por las increíbles cosas que se contaban sobre él, reconocido por su crueldad y sanguinario sadismo, algunos lo llamaban “el hijo del Diablo”. Drac, en rumano quiere decir diablo. Cuando el escritor Bram Stoker conoció sus sangrientos antecedentes, se inspiró en él para escribir la novela Drácula, un relato de terror de un conde de Transilvania que, dotado de poderes sobrenaturales, recuperaba su lozanía y juventud, cuando bebía la sangre de sus víctimas, sembrando el terror por doquier.

La realidad es que Valaquia era una región que a mediados del siglo XVI se extendía entre los montes Cárpatos y el Danubio, era una zona inestable, con muchas guerras internas, donde Vlad Dracul se hizo famoso por sus sangrientas historias, algunas un poco exageradas y otras no tanto. Para algunos rumanos, el conde Drácula fue un héroe porque combatió contra los turcos, librando a esta región de la invasión otomana. A veces se mezcla la historia verdadera con las tradiciones de la época y leyendas, que afirmaban que el conde era un vampiro humano, un ser que había hecho un pacto con el infierno, es decir con el mismo Diablo.

De acuerdo con la descripción que de él hicieron muchos historiadores de la época, era un hombre alto y delgado, de piel muy pálida y mirada penetrante, siempre vestido de negro y con una presencia que impresionaba. Uno de los actores que mejor lo personificó en la pantalla fue Christopher Lee, quien a tal punto se identificó con el personaje que en sus últimos días, luego de haber dejado la actuación, se comportó como el conde de la ficción que tantas veces había interpretado, llegando a dormir todas las noches en un ataúd, muriendo en un psiquiátrico, totalmente enajenado y según lo que sugirieron algunos, víctima de la “maldición del vampiro”. 

Uno de los primeros Drácula en la historia de la cinematografía fue Bela Lugosi, que lo interpretó a fines de la década del 30 y comienzos del 40. Pero ¿cuánto hay de cierto y de fantasía en toda esta historia? La verdad es que Vlad Dracul fue un príncipe valaco que dio sobradas pruebas de maldad en la Transilvania del siglo XV y si bien no hay datos ciertos de que Dracul bebiera sangre humana, la historia retrata su costumbre de celebrar banquetes festejando sus victorias contra los turcos, ante sus víctimas empaladas.

El empalamiento era un terrible modo de ejecución que consistía en atravesar el cuerpo de la víctima introduciéndole una estaca afilada y engrasada, por el recto, o atravesándole un costado. Luego, era alzado en alto y clavado en el suelo y el cuerpo se deslizaba por el palo a medida que se movía, lentamente, entre dolores inhumanos e indescriptibles hasta que la punta del palo aparecía por la boca o el pecho. Así, la agonía podía durar días, sobre todo si el palo tenía la punta redondeada, era una manera tremenda, sangrienta y cruel que tenía el conde Drácula para deshacerse de sus enemigos.

En la guerra era sumamente despiadado contra turcos y búlgaros y acostumbraba a mandar en bolsas las cabezas seccionadas y narices a los reyes de donde provenían los soldados invasores.

Verdad y mentira

Las leyendas alemanas y húngaras del siglo XVI describen a Vlad Dracul como un bárbaro y un tirano, pero no le atribuyen ninguna de las características de un vampiro. No sería hasta la aparición en Londres en 1897 de la novela Drácula, del irlandés Bram Stoker, cuando comenzó a relacionarse a Vlad con un vampiro. Se creía, según la novela, que la única manera de matar a un vampiro era con agua bendita, con una cruz, con una estaca en el corazón, con ajos, con una bala de plata o con la decapitación. Además, se afirmaba que estos seres no se reflejaban en los espejos, no salían de su tumba durante el día y odiaban la luz del sol, que los destruía. Todo esto según la tradición y ficción, entremezclados, que muchos tomaron como referencia.

Se calcula que durante el reinado de terror de Vlad Dracul, este habría matado a unas cien mil personas y de a poco fueron surgiendo enemigos poderosos que ponían precio a su cabeza, como los sultanes y reyes, cuyos ejércitos fueron víctimas de la crueldad y sadismo de Vlad. No existen muchos datos sobre su muerte, aunque todo indica que fue víctima de una traición poco después de que, en noviembre de 1476, ocupara por tercera vez el trono de Valaquia. Su reinado debió enfrentar la presión de los ejércitos turcos sobre las fronteras de Hungría.

De acuerdo con las leyendas numerosas que envuelven a Vlad Dracul, él y su guardia cayeron en una emboscada turca, cerca de Bucarest. Una vez abatido, sus enemigos le habrían seccionado la cabeza y la enterraron separada del cuerpo, para que no pueda volver de la tumba, según la leyenda en torno a él que decía era un vampiro y podría regresar al mundo de los vivos. Tradicionalmente, se creía que los restos de Vlad se encontraban en el monasterio de Snagow, cerca de Bucarest.

Pero luego se descubrió una segunda fosa, en la capilla del convento, donde encontraron el esqueleto de un hombre decapitado, una capa de color púrpura y negra, una espada, una corona y una medalla identificatoria de Vlad, de la orden del Dragón. Los científicos y arqueólogos confirmaron finalmente que esta sería definitivamente la tumba de Vlad Dracul, uno de los asesinos más sangrientos y brutales de la historia. “La fuerza del vampiro radica en que nadie cree en su existencia”, decía Stoker en su novela. En la actualidad, el castillo de Drácula es uno de los mayores atractivos turísticos de los Montes Cárpatos, en Rumania y el lugar más solicitado para ver por los visitantes.

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