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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

Constanza Pérez Ruiz o el resplandor de la ausencia

Nació en Corrientes. Es licenciada en Comunicación Social (Unne).  De larga trayectoria en la televisión correntina y prensa escrita. Realizó la producción y conducción del Noticiero Acontecer (Cablevisión, de 1995 a 2008), los programas “Escrito en el cuerpo”, “Para cuidarte mejor” y el ciclo “En el patio”, entre otros. Publicó los poemarios “Tiene voz” y “Cartón”. Obtuvo el Primer Premio de Poesía. Creadores de la Universidad del Sol, Unne, 2011, y Tercer Premio de Poesía. Concurso CCU-Unne, 2014.

Por Rodrigo Galarza

Especial para El Litoral

Constanza Pérez Ruiz es comunicadora y no sólo porque haya pasado por la Facultad sino porque su vida ha estado abocada a ello. Pasión, profesionalidad y abordajes de diferentes formatos la convierten (con justicia) en una referente del periodismo correntino. 

En este sentido bien podemos traer ahora a Jakobson para recordar su propuesta de “funciones del lenguaje” y, de entre las seis, posicionarnos sobre aquella que el lingüista llama función poética: es decir la que pone atención en el mensaje con un fin estético. 

Si el mensaje es el poema y viceversa, vamos acercándonos al concepto de que la poesía es también comunicación, pero ¿qué tipo de comunicación?, ¿cuáles son sus herramientas, sus alcances y limitaciones? Dice Madariaga en “Lluvia en las Pirquitas”: “Va a seguir siendo mía la lluvia cuando yo muera,/ todo va a seguir siendo mío” (…). 

Esta comunicación desatada y sostenida por un temblor, por una pertenencia a lo humano, no necesita demasiadas explicaciones, simplemente se da, se ofrece epifánica, un temple anímico que podés compartir o  no, pero que súbitamente se adentra, se queda resonando. A estos menesteres de comunicación casi secretos (inútiles para muchos) también se dedica Constanza. 

Hace unos años (acaso siete) recibíamos la publicación de su primer poemario, “Tiene voz”, con las siguientes palabras: “La vida está hecha de contradicciones porque el mundo que habitamos (o dejamos que nos habite) lo está. Ese ser de lejanías que a veces resulta el poeta suele desatar para sí y los demás un pathos casi épico que deviene de enredar sus cabellos en las estrellas mientras hunde sus pies en la tierra. De allí que su cuerpo se convierta en tránsito y altar de sacrificios, que su dolor  sea siempre nuevo e irrepetible en su expansión ya que “uno es, también/ la piel que deja” o bien “un pequeño acto de violencia/ que desata/ los nudos imprecisos/ del destino”. 

Lo que ardió sigue ardiendo, la ausencia es presencia y Constanza Pérez Ruiz se abre al vacío sabiendo que el “el dolor es insomne”. Con ropajes de intemperie construye un asilo, desde allí los rescoldos de su palabra tienden puentes “del otro lado del mundo” hacia otros posibles “…porque no se hace una casa/ para quedarse en ella/ sino para salir al mundo”.

Si en el  primer poemario la voz de Constanza se manifestada decantada, escueta, en los poemas inéditos que ofrecemos aflora un minimalismo aún mayor. Versos breves que buscan la desnudez del nombre (pocos adjetivos); pausas, silencios que desbordan el blanco de la página: “Mi casa/ comunicaba/ con el cielo/ tiene memoria/lo sagrado/hubo de ser allí/ el origen/ y el fin/ el límite preciso/ de los sueños”. Los poemas van esculpiéndose, capa por capa, restos de realidad que hacen de velos van cayéndose uno a uno como residuos de “temples anímicos” hasta llegar al hueso de la resignificación de la desnudez: el corazón mismo de la intemperie, como si el mar o río se secara y pudiéramos ver por fin el cauce, las estrías de tierra reseca, los peces muertos, los animales que lo habitaron: “Este es el lugar/ que más conozco/ donde mis huecos/ duelen/ tienen nombres/ y no existe/ el olvido”. 

¿Cuál es el lenguaje con que habla el dolor? Tal pregunta traspasa y sostiene la poesía de Constanza Pérez Ruiz.

 

 

Muestrario 

mInimo

Broches 

ropa tendida

abracadabra

solo la magia 

de unos broches

te sostiene

qué hay de seguro 

en un broche de ropa

sólo la voluntad 

    [de la mano

que lo usa

que aprieta la tela 

contra la soga

y el viento pelea 

sus posesiones 

de tierra resecada

de vez en cuando

una se escapa

vuela

con una libertad

también precaria

todo está sujeto

a la voluntad 

del viento

Lo sagrado

mi casa

comunicaba 

con el cielo

tiene memoria

lo sagrado

hubo de ser allí

el origen

y el fin

el límite preciso

de los sueños

Casitas-Cositas

pequeños gestos

en la inutilidad del día

el universo 

se organiza

entre cartones 

y deshechos 

mundos fugaces

construyen sus sentidos

sutiles trampas

para crear 

una memoria

de lo que no hay

escritura 

de objetos inservibles

cajas-mundos-poemas

casitas 

cositas

***

cavar la noche

hasta encontrar

en el vacío

la sombra

como prueba

la huella

como testimonio

Huecos

éste es el lugar

que más conozco

donde mis huecos

duelen

tienen nombres

y no existe

el olvido

Balbuceo

no hay palabra

en la sombra

todo dolor es mudo

es preciso aprender

a hablar de nuevo

con una voz distinta

quedar

por fin

a la intemperie

Fui al río

llegaban hasta mí

tus palabras

cómo desenredarlas

para que el mundo

se muestre

con toda su inocencia

el aire húmedo

me mojaba

casi

Hoy

hoy el aire

tiene olor a lluvia

ese olor

tan de agua

de tan clara

tu ausencia

es transparente

Madre

donde quedarán

tus temblores

tu voluntad 

contra la lluvia

quién recogerá 

las migas 

de tus manos

cuando tu voz

se apague

Despedida

te irás

ya nos veremos

donde el paisaje

cierra el círculo

guardaré tu horizonte

como si fuese mío

y ahí estarás

en las aguadas

esperando

 

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