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Constanza Pérez Ruiz o el resplandor de la ausencia

Nació en Corrientes. Es licenciada en Comunicación Social (Unne).  De larga trayectoria en la televisión correntina y prensa escrita. Realizó la producción y conducción del Noticiero Acontecer (Cablevisión, de 1995 a 2008), los programas “Escrito en el cuerpo”, “Para cuidarte mejor” y el ciclo “En el patio”, entre otros. Publicó los poemarios “Tiene voz” y “Cartón”. Obtuvo el Primer Premio de Poesía. Creadores de la Universidad del Sol, Unne, 2011, y Tercer Premio de Poesía. Concurso CCU-Unne, 2014.

Domingo, 13 de octubre de 2019 a las 01:00

Por Rodrigo Galarza
Especial para El Litoral

Constanza Pérez Ruiz es comunicadora y no sólo porque haya pasado por la Facultad sino porque su vida ha estado abocada a ello. Pasión, profesionalidad y abordajes de diferentes formatos la convierten (con justicia) en una referente del periodismo correntino. 
En este sentido bien podemos traer ahora a Jakobson para recordar su propuesta de “funciones del lenguaje” y, de entre las seis, posicionarnos sobre aquella que el lingüista llama función poética: es decir la que pone atención en el mensaje con un fin estético. 
Si el mensaje es el poema y viceversa, vamos acercándonos al concepto de que la poesía es también comunicación, pero ¿qué tipo de comunicación?, ¿cuáles son sus herramientas, sus alcances y limitaciones? Dice Madariaga en “Lluvia en las Pirquitas”: “Va a seguir siendo mía la lluvia cuando yo muera,/ todo va a seguir siendo mío” (…). 
Esta comunicación desatada y sostenida por un temblor, por una pertenencia a lo humano, no necesita demasiadas explicaciones, simplemente se da, se ofrece epifánica, un temple anímico que podés compartir o  no, pero que súbitamente se adentra, se queda resonando. A estos menesteres de comunicación casi secretos (inútiles para muchos) también se dedica Constanza. 
Hace unos años (acaso siete) recibíamos la publicación de su primer poemario, “Tiene voz”, con las siguientes palabras: “La vida está hecha de contradicciones porque el mundo que habitamos (o dejamos que nos habite) lo está. Ese ser de lejanías que a veces resulta el poeta suele desatar para sí y los demás un pathos casi épico que deviene de enredar sus cabellos en las estrellas mientras hunde sus pies en la tierra. De allí que su cuerpo se convierta en tránsito y altar de sacrificios, que su dolor  sea siempre nuevo e irrepetible en su expansión ya que “uno es, también/ la piel que deja” o bien “un pequeño acto de violencia/ que desata/ los nudos imprecisos/ del destino”. 
Lo que ardió sigue ardiendo, la ausencia es presencia y Constanza Pérez Ruiz se abre al vacío sabiendo que el “el dolor es insomne”. Con ropajes de intemperie construye un asilo, desde allí los rescoldos de su palabra tienden puentes “del otro lado del mundo” hacia otros posibles “…porque no se hace una casa/ para quedarse en ella/ sino para salir al mundo”.
Si en el  primer poemario la voz de Constanza se manifestada decantada, escueta, en los poemas inéditos que ofrecemos aflora un minimalismo aún mayor. Versos breves que buscan la desnudez del nombre (pocos adjetivos); pausas, silencios que desbordan el blanco de la página: “Mi casa/ comunicaba/ con el cielo/ tiene memoria/lo sagrado/hubo de ser allí/ el origen/ y el fin/ el límite preciso/ de los sueños”. Los poemas van esculpiéndose, capa por capa, restos de realidad que hacen de velos van cayéndose uno a uno como residuos de “temples anímicos” hasta llegar al hueso de la resignificación de la desnudez: el corazón mismo de la intemperie, como si el mar o río se secara y pudiéramos ver por fin el cauce, las estrías de tierra reseca, los peces muertos, los animales que lo habitaron: “Este es el lugar/ que más conozco/ donde mis huecos/ duelen/ tienen nombres/ y no existe/ el olvido”. 
¿Cuál es el lenguaje con que habla el dolor? Tal pregunta traspasa y sostiene la poesía de Constanza Pérez Ruiz.

 

 

Muestrario 
mInimo

Broches 

ropa tendida
abracadabra
solo la magia 
de unos broches
te sostiene

qué hay de seguro 
en un broche de ropa
sólo la voluntad 
    [de la mano
que lo usa
que aprieta la tela 
contra la soga

y el viento pelea 
sus posesiones 
de tierra resecada

de vez en cuando
una se escapa
vuela
con una libertad
también precaria

todo está sujeto
a la voluntad 
del viento

Lo sagrado

mi casa
comunicaba 
con el cielo

tiene memoria
lo sagrado

hubo de ser allí
el origen
y el fin

el límite preciso
de los sueños

Casitas-Cositas

pequeños gestos
en la inutilidad del día
el universo 
se organiza

entre cartones 
y deshechos 
mundos fugaces
construyen sus sentidos

sutiles trampas
para crear 
una memoria
de lo que no hay

escritura 
de objetos inservibles

cajas-mundos-poemas
casitas 
cositas

***
cavar la noche
hasta encontrar
en el vacío
la sombra
como prueba
la huella
como testimonio

Huecos

éste es el lugar
que más conozco
donde mis huecos
duelen
tienen nombres

y no existe
el olvido

Balbuceo

no hay palabra
en la sombra
todo dolor es mudo

es preciso aprender
a hablar de nuevo

con una voz distinta

quedar
por fin
a la intemperie

Fui al río

llegaban hasta mí
tus palabras

cómo desenredarlas
para que el mundo
se muestre
con toda su inocencia

el aire húmedo
me mojaba
casi

Hoy

hoy el aire
tiene olor a lluvia

ese olor
tan de agua

de tan clara
tu ausencia
es transparente

Madre

donde quedarán
tus temblores
tu voluntad 
contra la lluvia

quién recogerá 
las migas 
de tus manos
cuando tu voz
se apague

Despedida

te irás
ya nos veremos
donde el paisaje
cierra el círculo

guardaré tu horizonte
como si fuese mío
y ahí estarás
en las aguadas
esperando
 

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