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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

Pompeya, la ciudad sepultada por el Vesubio

La próspera ciudad romana estaba a pocos kilómetros de la actual Nápoles. Al mediodía del 24 de agosto del año 79 de la era cristiana, el volcán estalló con toda su potencia y durante cuatro días arrojó una lluvia de lava y cenizas que tapó prácticamente a la ciudad. Herculano y Stabia, dos ciudades cercanas, también fueron arrasadas por la lava.
Hallazgo. Así fueron encontrados los cuerpos, petrificados.

Por Francisco Villagrán

villagranmail@gmail.com

Especial para El Litoral

Comerciantes, terratenientes, funcionarios y aristócratas se asentaron en la ciudad romana de Pompeya, que había nacido posiblemente unos 200 años antes, iniciándose con pequeños caseríos de pescadores y labriegos, que encontraron en la región un lugar fortificado y seguro. Ricos palacios, templos, vastos parques, mercados, termas y lujosas fincas y residencias se alineaban a lo largo de amplias calles empedradas. El lujo, la riqueza y el desarrollo social de Pompeya, la convertían con sus casi 20.000 habitantes, en una de las perlas arquitectónicas del imperio romano. Pero el destino de Pompeya estaba signado por la tragedia. El Vesubio es un volcán de 1.280 metros de altura. Actualmente los científicos y vulcanólogos monitorean su posible vuelta a la actividad, debido a temblores y ruidos internos captados por los sensores instalados allí. 

En agosto del año 79 d. C., justo al mediodía, entró en erupción el Vesubio, arrojando una tormenta de lava y cenizas que en poco más de cuatro días terminaron con la existencia de Pompeya, Herculano y Stabia (villas costeras de veraneo). Aunque el destino final de las tres fue diferente. Mientras Herculano y Stabia fueron virtualmente arrasadas por ríos de lava, Pompeya fue cubierta por una capa de seis metros de cenizas que cayeron durante los cuatro días. Dos mil personas murieron asfixiadas al no poder escapar de la furia del volcán. Lo que pasó ese día se conoce a través de la historia por dos cartas que Plinio el Joven envió a Tácito. Nadie sabía con exactitud la ubicación de esta ciudad. Recién con la construcción de un canal entre 1594 y 1600, y gracias a otras excavaciones realizadas en 1748, se hallaron los primeros objetos pertenecientes a la ciudad, pero nadie pensó que habían pertenecido a Pompeya. Es decir que pasaron más de 1.500 años antes de que alguien encontrara la primera pista de la ciudad desaparecida. Cálculos realizados por expertos determinaron que el volcán expulsó 10.000 toneladas de materia por minuto, entre lava, cenizas y restos volcánicos, y se cree que la columna eruptiva pudo llegar hasta unos 32 kilómetros de altura. Se demoró unos 250 años en desenterrarla totalmente desde que fue redescubierta, porque fue olvidada mucho tiempo. 

A principios del siglo XIX el flamante reino de Italia encomendó a José Fiorelli una tarea profunda para dejar al descubierto a la legendaria ciudad. Fiorelli fue el primero que aplicó métodos científicos para esa labor. A medida que avanzaban los trabajos, los resultados se fueron volviendo cada vez más sorprendentes. Conservados por las capas de ceniza que cubrieron y preservaron la mayor parte de la ciudad, monumentos y casas salieron a la luz casi intactos, como estaban dos mil años atrás. Documentos escritos descubiertos en edificios públicos dieron cuenta de cómo era el desarrollo de la sociedad pompeyana. El 40% de la población era de esclavos y el resto eran las clases altas y ricas. Se calcula, de acuerdo a los estudios realizados sobre los restos y cuerpos encontrados, que el promedio de vida de la población de esa época era de 48 a 50 años. El Vesubio entró en erupción desde que se tiene noticias, unas 30 veces en los últimos 2.000 años, siendo la más reciente la ocurrida en 1944. 

Un estudio realizado en 2010 por un grupo de investigadores de la Universidad Federico II de Nápoles, concluyó que los habitantes de Pompeya no murieron asfixiados por la lluvia de cenizas. A partir del análisis de los depósitos volcánicos, la estructura de las cenizas y el ADN de las víctimas, sostienen que la causa de muerte de esas personas fue la exposición a altas temperaturas, de entre 300 y 600 grados centígrados. 

Valiosos detalles 

Pinturas y utensilios reflejaron con claridad el contenido intelectual y el confort de la sociedad romana de aquella época. También las termas, finamente decoradas y hábilmente construidas, trazaron el ámbito en el que los más afortunados vivían sus mejores días. Pompeya descubrió al mundo un verdadero manual sobre la sociedad romana, sus costumbres y su nivel de vida. Las casas de Pompeya tenían cañerías de plomo para llevar el agua de un ambiente a otro.

Las termas contaban con baños turcos con un ingenioso sistema de calefacción. Las tabernas disponían de mostradores con recipientes especiales para conservar las bebidas frescas. Un mercado de alimentos y artesanías, muy parecido a los actuales, concentraba la actividad comercial de toda la ciudad. Allí se encontraron panes y verduras petrificadas. 

Los templos y el capitolio eran el centro geográfico y desde allí decenas de calles rectilíneas cuadriculaban la ciudad entre magníficos jardines y plazas. Bellas pinturas y frisos de brillantes colores decoraban las paredes de las casas. También quedó al descubierto el testimonio de aquel día del estallido del Vesubio, al encontrarse los cuerpos petrificados de muchos ciudadanos que no pudieron escapar a tiempo de la erupción y murieron asfixiados por las cenizas. También fueron hallados los cuerpos de algunos animales, especialmente perros, que murieron al lado de sus amos. Pompeya podía considerarse una ciudad exclusiva. Sus calles de piedra, el anfiteatro y los centros de esparcimiento develaban un particular estilo de vida, caracterizado por el bienestar y los agasajos con un nivel de confort que habla de una sociedad que transitaba por un gran momento. 

Y como si todo esto fuera poco, las pasiones, el amor poético, el sexo, la homosexualidad y la prostitución eran prácticas cotidianas y vividas sin prejuicios y muchas de estas instancias están reflejadas en las pinturas y decoraciones eróticas de algunas casas. El lupanar era una casa de placer o burdel, donde trabajaban las prostitutas conocidas como Lupa (loba), de allí deriva el término lupanar que se usa hasta la actualidad.

Cabe señalar que actualmente las ruinas de la ciudad de Pompeya constituyen uno de los conjuntos arqueológicos más notables rescatados del pasado. Más de 10.000 personas visitan diariamente las ruinas de este importante centro de principios de la era cristiana.

El interés de los turistas por ver las ruinas es cada año mayor, llegan contingentes de todo el mundo, en especial del continente europeo. Para acceder al predio de la ciudad destruida por el volcán, se debe abonar 15 euros, lo cual le da derecho al visitante de recorrer todos los edificios y ruinas en un tour que puede durar unas tres horas. Si se desea, se puede contratar los servicios de un guía, que es lo más aconsejable, ya que va contando la historia de Pompeya y cómo era allí la vida en esa época remota.

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