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La transgresión

Las comparaciones son odiosas, pero en este caso es el talento el que impone honestidad cuando generalmente quien transgrede entra en tierra de nadie. “Chango” Farías Gómez ha sido un transgresor para superar la mediocridad.

Por Adalberto Balduino

Especial para El Litoral

Dicho “permiso” o “per saltum” que los argentinos nos permitimos por aquello de la “ciencia de lo posible”: la política, que todo lo puede. Ese “recreo” confidente nos permite acceder a lo prohibido sin remordimientos, lo cual después nos lleva al principio de un proyecto de los tantos que nos concedemos sin pedir permiso. La transgresión benigna es aquella que, tomando un atajo bien ganado que es el de la voluntad sin límite, nos permite arribar a cometidos loables y meritorios sin llegar a lo prohibido. Es decir que transgredimos los tiempos que acortan el logro de lo posible sin desviarnos. Solamente empleando lo mejor de nosotros: la creatividad, el empeño, la perseverancia, pero más que nada el criterio de la calidad, de la excelencia, guardando la ética y estética que embellecen una obra.

En la música como otras disciplinas que guardan las artes, los argentinos tienen la capacidad nata de lograrlo con creces, provenga del género que provenga, asumiendo lo ajeno pero con la vitalidad y el respetuoso homenaje para enaltecerla. Uno de esos talentosos ha sido sin duda el “Chango” Farías Gómez, o sea Juan Enrique Farías Gómez, nacido en Buenos Aires, hijo de padre santiagueño. 

El “Chango” siempre dio muestras de una creatividad increíble, rompiendo lo cotidiano pero enriqueciéndolo con obras maestras que han sido verdaderas ofrendas a sus creadores. Siempre se le animó al reto de componer arreglos de gran belleza para que el canto alcance su mejor expresión en algo tan nuestro como lo es el folclore en su máxima expresión, sin importar los caminos cuando su objetivo siempre fue establecer un homenaje de cada obra emprendida.

Su haber da cuenta de proyectos excepcionales: Los Huanca Hua, que en 1960 se da el gusto de emplear onomatopeya, polifonía y fonemas, que le confieren un sonido y una personalidad únicos. Esa primera aventura estuvo acompañada por grandes amigos que corporizaron el quinteto vocal: Pedro Farías Gómez, Hernán Figueroa Reyes, Carlos “Coco” del Franco Terrero, Guillermo Urién y el propio “Chango” Farías Gómez. Le preguntó Lalo Mir qué le sirvió de inspiración además de sus ganas para innovar el trabajo de las voces, y él le respondió que los Mills Brothers, famoso grupo vocal. Un juego de voces donde el canto central conducía el tema, mientras el resto con fonemas y onomatopeyas por su similitud, cubrían un ritmo repleto de swing, es decir de pasión. Esa transgresión que significó una bisagra para el canto argentino, de ninguna manera faltó respeto sino, por el contrario, adquirió nueva dimensión que lo jerarquizaba originalmente, sin dejar de ser folclore.

Mucho trabajo constituyó su vida artística. Siempre con nuevos proyectos, armando y desarmando con la valentía e idoneidad que le confería animarse a establecer y probar que no modificaba la bondad de cada obra, sino que eran descubrimientos de probada jerarquía. Es decir, música con vigencia propia que no esperaba el éxito fácil, sino el reconocimiento de futuras generaciones.

Otro proyecto, otro nombre, otro repertorio, nuevos arreglos, nuevas voces, le permiten inaugurar en 1966 el Grupo Vocal Argentino, integrado por Jorge Raúl Batallé, Luis María Batallé, Galo Hugo García, Amílcar Daniel Scalisi y, por supuesto, por el propio “Chango” Farías Gómez. Se basó muy especialmente en un estilo de avanzada, original en la forma de interpretar la raíz folclórica, pero muy especialmente en el uso de la polifonía. Arrancaron con una obra de Los Hermanos Abalos: “Zamba de los yuyos”. Hicieron famoso “El gatito de Tchaikovsky”, de Adolfo Abalos.

En 1982 hay una experiencia muy saludable por ordenar un compilado de canciones con nombres prominentes: su hermana Marian -que integró también Los Huanca Hua después de que saliera Hernán Figueroa Reyes-, el gran pianista “Manolo” Juárez, el “Chango”, Marilina Ross, donde se incluyen éxitos como “María va” de Antonio Tarragó Ros; “Como la cigarra” de María Elena Walsh, todo bajo el título general de la obra: “Contraflor al resto”.

Músicos Populares Argentinos (MPA) le permitió al “Chango” reunirse con excelentes cultores de gran raigambre que en conjunto transformaban un repertorio rico y vasto. Esto sucedió en 1985, integrándolos a Peteco Carabajal, Rubén “Mono” Insaurralde, Jacinto Piedra, Verónica Condomí, “Chango” Farías Gómez, animándose a incluir batería y bajo eléctrico.

En 1990 surge para este inquieto transgresor una gran realización titulada “La manija”, en que los músicos e instrumentos logran un gran canto latinoamericano, en que se dan cita sus músicos más cercanos: “Mono” Insaurralde, Claudia Romero, Pablo Giménez, Pablo Mamiaro, Cristian Puig y Eduardo Avena, con invitados diversos: Peteco Carabajal en violín, Verónica Condomí, Guillermo Reuter, Héctor Romero, Rafael González, Alfonso de Román Fadre, Osvaldo Avena y María Garay, y María del Carmen Seigo. Nombres memorables como “Los ejes de mi carreta” de Yupanqui, que logran un abrazo musical de un “Chango” agradecido, comprende la selección para esta propuesta singular.

Una de las cosas memorables es su idea, la de fundar la Orquesta Popular de Cámara, con arreglos revolucionarios sin apartarse de la base raigal de cada tema. Fue, dado el gran inventario de su grandiosa obra, la última tarea para con el folclore que el “Chango” Farías Gómez encaró con la fuerza de siempre, dispuesto a “saltar” todas las barreras que supo instalar al folclore argentino y a su propia vida. Esa transgresión positiva que le fue tan característica, con mucho trabajo pero sin dejar de cumplir con todos los principios que hacen de una persona creativa, única, porque no faltó a nada que lo involucrara con el respeto que como celebración final le concedía a cada idea suya. Este intento con grandes críticas positivas, integró a músicos de gran talento dispuestos a conformar la Orquesta Popular de Cámara: “Mono” Insaurralde, Néstor Gómez, Luis Gurevich, Omar Gómez, Jerónimo Insaurralde, Ricardo Culotta, Cacho Ferreyra, Santiago Martínez, Aleix Durán, Agustín Balbo, Daniel Gómez, Manu Uriona, y el mismo “Chango” de siempre. Trabajador. Claro en sus lineamientos. Lógico en el sentido rítmico. Preocupado por abordar todos los frentes que le permitan “transgredir”, habilitando todas las posibilidades por no ser “un vivo” como el resto de los transgresores. Sino adoptar todos los colores que supo combinar que hicieron de la obra monumental del “Chango” Farías Gómez un monumento de clara visión, apelando a todo lo que fuera necesario por engrandecer la creación primera.

El “Chango” fue un adelantado. Una exquisita combinación de laburante con imaginativo músico en que la voz humana e instrumental fueron el faro de su colosal camino de hacedor, para que la vigencia no tenga tiempos chicos, sino la vida como meta universal.

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