En la primera semana de enero, el general francés retirado Pierre de Villiers se reunía con un grupo de corresponsales extranjeros acreditados en su país. Las protestas de los “chalecos amarillos” llevaban casi dos meses y algunos de sus líderes más elocuentes habían dicho que él podría ser una solución para la crisis que enfrenta Francia.
No es el inicio de una historia, sino el resultado de ella.
Se trata de un militar destacado, de prestigio entre sus pares, y en especial entre sus subordinados, que al llegar al poder Macron ocupaba el máximo cargo en la jerarquía militar: Jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas.
Macron asumió a mediados de 2017. En una actitud típica de su estilo, que contenía una fuerte contradicción, ampliaba las misiones militares de Francia, entre ellas, los despliegues en las ex colonias africanas, pero, al mismo tiempo, reducía el presupuesto de Defensa
Motivado por esta decisión presidencial, De Villiers (perteneciente a una familia aristocrática católica, con padre y hermano que han militado en la derecha) se presentó ante la Comisión de Defensa de la Asamblea Nacional y sostuvo que limitar el gasto en Defensa al 1,6 del PBI era claramente insuficiente, dado que para cumplir las misiones impartidas se requeriría casi el doble, 3%.
Macron, con pocas semanas como Presidente, respondió con un “Yo soy el jefe” y el militar optó por el retiro. Su último acto de servicio fue acompañarlo a presidir el desfile del 14 de julio en los Campos Eliseos, al que asistió Donald Trump. Cinco días después el retiro se hacía efectivo.
La situación hizo que, en los primera meses de 2018, Macron diera la razón a de Villiers, al dejar sin efecto gran parte de los recortes que había anunciado. Fue el momento en que manifestaba “Francia es y seguirá siendo la potencia militar de Europa”.
El General retirado organizó una empresa de consultoría en temas estratégicos y, antes de finalizar el año, la editorial Fayard (la más importante luego de Galimard) publicó su libro “Servir”. Avanzado el 2018, un par de meses antes que emergieran “los chalecos amarillos”, apareció otro libro suyo, “Qué es ser jefe”, un compendio de lecciones sobre el liderazgo. Ya desde el titulo fue interpretado por algunos comentaristas como una crítica a la forma como Macron ejerce el poder. El primer libro fue el de un General retirado. El segundo, el de alguien que está mirando los problemas del país y su sociedad.
La presentación en distintos lugares del interior de Francia, de donde surgió el movimiento contestatario y de donde es oriundo el General, fue dándose a través de conferencias, que llegaron a reunir en algunos lugares hasta 700 personas. Fue el tercer libro más vendido de no ficción en Francia, solo detrás de “Becomingo” de Michelle Obama y “Lambeau” de Philippe Lancon, y por delante de “21 lecciones para el siglo XXI” de Yuval Harari.
De Villiers dice no tener rencores personales con Macron, aunque reprueba su estilo de liderazgo, tema central de su segundo libro. Pero no elude la crítica a la situación política que vive el país, diciendo “Ya no hay vínculo de confianza entre los que nos dirigen y el pueblo. No es algo nuevo” y agrega que eso sucede cuando los líderes olvidan a “los más pequeños, los más frágiles”. En sus lecciones de liderazgo, quizás inspirándose en la tradición napoleónica, dice que el líder debe ser “amado” y ocuparse de hasta del último de su subordinados.
El periodista español Luis Bassets, quien participó de un reciente encuentro con corresponsales, piensa que es poco probable que el General pueda tener un salto exitoso a la política, pero reconoce que las repercusiones alrededor de su nombre muestran la amplitud de la crisis política de vive Francia.
El 29 de enero dio una Conferencia en la Universidad 2 de París, con una asistencia multitudinaria. Mañana hablará en Estrasburgo, el 11 en París y el 28 en Eurville Bienville. Si De Villiers prosperara, se vincularía con la tradición político-militar establecida por De Gaulle en la V República.
Desde la perspectiva política, el nacionalismo francés que insinúa tiene mucho que ver el del líder de la Francia Libre y una clara diferencia con el de Marie Le Pen. Es que ella es ante todo una líder populista y De Villiers como De Gaulle, de acuerdo con su origen militar, dan prioridad al orden y la jerarquía.
Se trata de un liderazgo más consecuencia de la necesidad que del deseo. ¿Un nuevo De Gaulle para Francia? Solo el tiempo, y el electorado, lo dirá.