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Fabián Brizuela o la búsqueda del mandala

Néstor Fabián Brizuela nació en Caá Catí en 1975. Ha publicado en diarios y revistas provinciales. Ha participado en la conducción del programa radial cultural Pájaro de tinta durante 11 años. Obtuvo menciones en los certámenes de poesía “Escritores del Taragüí”, (Subsecretaría de Cultura de Corrientes); “Escritores del Sol” (Unne); “Primer Concurso Internacional de Poesía de Viña del Mar” (Círculo de Escritores de la V Región de Chile), en otras. Fue  director de la revista literaria Pájaro de tinta. Actualmente coordina la organización de la Feria del Libro de la Biblioteca Popular de Caá Catí. Su poemario “Metamorfosis de las sombras” permanece aún inédito.

Por Rodrigo Galarza

Especial para El Litoral

Fabián Brizuela es co-fundador (junto con el inolvidable José Alarcón y quien escribe esta nota) del grupo literario Pájaro de tinta. Un grupo nacido a comienzos de los noventa con el denominador común de amar a la poesía y no sólo eso, sino de escribirla, compartirla y difundirla por todos los medios que se pusieran al alcance. Tras la muerte de Alarcón el grupo literario se vio mermado en sus actividades, pero cuando la herida de la pérdida se pudo convertir en “faro”, Brizuela y otros siguieron en su empeño quijotesco de seguir apostando por la difusión de la cultura. Tal es así que las nuevas generaciones de Caá Catí han tomado el relevo creando a su vez otro grupo cultural llamado Nativo. Hoy en día el pequeño pueblo sabe, disfruta y asiste a las muchas propuestas culturales que se van dando durante todo el año cuyo punto más alto es la ya consolidada Feria del Libro nacida con el fundamental aporte de la Biblioteca pública, el Municipio y la colaboración especial de Carlos Lezcano y otros.

Es imposible presentar al poeta Brizuela sin mencionar su brillante activismo cultural; de hecho quizá haya sido este darse “al otro” lo que ha pospuesto la aparición de su primer poemario. 

En “Metamorfosis de la sombras” confluyen dos voces con acentos muy distintos aunque no opuestos. Puede decirse que estas voces que propone el poeta configuran una sola agonía (estricto sensu) cuyos refucilos (para adentro o hacia afuera) intentan allanar un camino (eje) identitario que no siempre reconoce o acepta el propio poeta. La primera de las voces se manifiesta como una búsqueda “hacia afuera”, pero esa búsqueda está cargada de un fuerte consustanciamiento con el paisaje que es capaz de devolver ecos y espectros modificando o enfatizando el estar en el mundo del sujeto. Brizuela se entrega a un espacio mítico propio, hace suyo el arquetipo del ónfalo, cuzco, o del puru’a (entre los guaraníes), es decir la búsqueda del centro en este caso no con sentido religioso sino de encuentro consigo mismo: “El agua me llama a su centro./ Un canto de chicharras se instala en la piel/ de unos ojos que no ven./ Un vacío/ crece en la boca del tiempo/ y me reclama”. 

En la segunda voz la agonía se da en el sentido inverso: de afuera hacia adentro. El afuera es el mundo, la otredad, ¿de qué modo, se acomoda adentro lo cotidiano? La lucha prosaica del día a día, ¿no son acaso los mismos sueños los que conspiran contra nosotros mismos cuando los vemos hacerse trizas en las postergaciones, en las imposibilidades? El poeta sabe que se han esfumado los espacios y tiempos míticos, ahora el centro está sostenido por actos ordinarios: “En mi plato hay una sopa humeante de rostros,/ la cuchara se hunde en la carne del caldo y levanto sueños,/ sorbo lento voces del pasado, risas antiguas y rabias presentes./ Tengo más hambre de todo”.

Ojalá este poemario intenso vea pronto la luz para confirmar una vez más a “Caá Catí, cuna de poetas”.

Muestrario mInimo

III

Un vuelo de garzas 

  r 

    u 

      z 

        a el   a 

                  m 

                     a 

                      n 

                        e 

                          c 

                           e 

                             r, 

encerrado en mis pasos canta. 

 

Es el lenguaje de la sangre 

que nutre las almas 

y se repite… 

                   

XII 

El camino me atrae. 

El cielo me eleva. 

El agua me llama a su centro. 

 

Un canto de chicharras 

se instala en la piel 

de unos ojos que no ven. 

 

Un vacío 

crece en la boca del tiempo 

y me reclama. 

         

XVII 

Callado  

duende de mis ocios que mira 

 

mis párpados 

son sus límites 

 

lee mis abismos 

y mi mano 

dibuja el grito 

 

llora con mis ojos 

como ayer 

hoy esperamos 

 

mañana ha de venir 

el viento 

ha hurgar mi cara 

 

           y 

 

quién sabe 

si me dé cuenta. 

A veces vuelo poco. Mucho. 

Vuelo para rozar el aire y a veces  

    [acaricio la tormenta. 

Mi cara galopa la lluvia como una 

    [esfinge con su mentón 

    [contra el tiempo. 

Me alimento lentamente. 

    [Insaciable. 

En mi plato hay una sopa 

    [humeante de rostros, 

la cuchara se hunde en la carne         [del caldo y levanto sueños, 

sorbo lento voces del pasado, 

    [risas antiguas y 

    [rabias presentes. 

Tengo más hambre de todo. 

 

Mis pómulos derraman sales.  

Nacen de mi frente, 

    [se filtran por las cejas 

hasta quemar mis ojos y 

    [todo el sudor 

    [duele en las manos. 

 

Hoy todas mis horas desembocan 

    [en las páginas de un libro 

    [que se llama sombras. 

Luces mortecinas que vislumbran 

    [las formas que rodean         [mis lados  

y son la cruz que me tiene 

    [en su centro. 

 

Atajo por un instante los segundos  

    [y acaricio la inocencia 

    [de un niño que se pareció     [a mí, pero en otra vida. 

 

Tallo mi presente y la incomodidad 

    [de los zapatos encajados     [en las nubes del camino         [me rescatan. 

Tengo arcadas y vomito poesía. 

    [Me chorrea bilis     en la 

    [comisura de los labios. 

Tengo sucia las solapas 

    [de versos acuosos. 

    [El poeta agoniza 

    [en su nido de sauces.  

 

Sigo acunando en la esencia, 

    [la simiente de todas  

    [las muertes que 

    [me condenan. 

Las llevo en mí y caminan 

    [hasta el desolado 

    [vértice de mis ojos 

y es que aprendí a llorar soles de 

    [México como “Fuentes” 

Antes fui un roedor desorientado 

    [que buscaba carcomer 

    [las ruinas del hombre. 

Un ser casi tronco, reseco y hueco 

    [escupiendo versos 

    [al pie de la tormenta, 

lanzando cruces en la suerte 

    [de mi retina desprendida     [sobre mi juicio 

    [de valores ciegos. 

Hoy y desde aquel tiempo descubrí 

    [la crueldad de los dones. 

La verdadera medida del sol en 

    [pedacitos alumbrándome 

    [las llagas.  

Solo entonces pude pensar  

    [en esa tarde breve 

    [que abarcó mi niñez, 

la de las lunas enanas 

    [y bagres dorados que con 

    [mi línea pescaba en los 

    [puentes de carandaity. 

En los destellos cristalinos de las 

    [bolitas que con pulso 

    [audaz buscaban cauces 

    [sobre una arena aún más 

    [brillante y que era el 

    [regazo preferido 

    [de la siesta.  

Mañana, las luces del nuevo día 

    [engendrarán más ríos de     [soledad en los surcos 

    [que invaden la sien.  

El salitre negado al cáliz sagrado 

    [de mis horas, será la sed 

    [crecida con forma 

    [de uvas que alimentará 

    [la copa de los otros. 

Y yo seguiré en el recodo del camino,  

    [cruz anónima haciendo 

    [reverencias al viento 

    [y a las lluvias, 

    [casi besando la tierra 

    [antes de caerse. 

                                          3 

El vuelo de la tarde no es otra cosa 

    [que desechar las horas, 

tomar los pétalos renuentes de las 

    [lilas y arrojarlos al vacío, 

porque no es el vuelo la ocasión 

    [del pájaro, sino el nido  

    [que cobija sus alas  

El poema exacto que contiene 

    [la herida que desagua 

    [mi alma mutilada. 

El viento y las nubes no me salvan 

    [de la podredumbre 

    [que acorrala mi pulso.  

Estoy hundido entre tanta 

    [jauría terrestre,  

la de los cimarrones hambrientos 

    [que nacen con las 

    [últimas luces del día,  

que afilan el brillo de sus dientes 

    [para infundir más 

    [muerte a mi yelmo 

    [plexo cáscara latente. 

Entonces me desangro en 

    [vendavales mientras se         [mutilan mis pasos y 

    [muero mil veces muero 

    [y con el día vuelven 

    [a florecer mis piernas 

    [y camino y me llamo 

    [Prometeo. 

 

 

 

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