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Nuestros hijos y los límites

Los niños no poseen aún la capacidad de decidir sobre las cosas de la vida cotidiana, sólo con el correr de los años pueden empezar a comprender las razones de los adultos. Sin embargo, es importante desde la primera infancia incorporar dos términos fundamentales de la vida: el sí y el no.  

Por Bernardo Stamateas

Colaboración Especial

Cuando nuestros hijos son pequeños, somos los padres quienes debemos ponerles límites. Esto es así porque una criatura no posee aún la capacidad de decidir sobre las cosas de la vida cotidiana como qué comida comer, qué ropa usar o a qué lugares ir. Por lo general, son los adultos los que se ocupan de esas cuestiones.

A medida que pasa el tiempo y los chicos van creciendo, podemos explicarles por qué motivo les decimos que sí a algunas cosas y que no a otras. Fijarles los límites a los niños no significa lograr que se porten bien sino, más bien, que incorporen dos términos fundamentales para la vida: sí y no. Sí a lo que es bueno y provechoso para ellos y no a lo que es malo y perjudicial para ellos.

A algunos padres les resulta difícil decirles “no” a sus hijos y, si alguna vez lo hacen, sienten culpa. En el fondo sienten que los están castigando cuando, en realidad, están podando la planta, al igual que un jardinero, para asegurarles un crecimiento sano. 

¿Qué ocurre en la 

adolescencia? 

Es la etapa de la “lucha de poder” entre padres e hijos. Estos últimos buscan desafiar a los adultos para decidir quién es el que establece el modelo a seguir. Es durante estos años que los mayores deben negociar para ponerles límites a sus hijos adolescentes. Ellos se encuentran construyendo su futuro y en medio de una transición (que suele ser problemática) del “yo infantil” y dependiente al “yo adulto” y autónomo. 

Un artista pinta su cuadro dentro de la tela, lo cual implica que esta es su límite. Pero dicho límite no lo limita, lo convierte en alguien ilimitado porque lo conecta con su creatividad y potencialidad interiores. Los padres deberíamos transmitirles a nuestros hijos el siguiente mensaje: “Los límites son un marco que nos permiten crear y activan nuestras capacidades”. También es tarea de los padres enseñarles a sus hijos a ponerles límites a los demás. Esto es importante porque hoy en día, con el avance de la tecnología y las redes sociales, mucha gente pretende inmiscuirse en la vida de los demás. Se trata de personas sin límites propios que no saben respetar los límites de otros. 

Para ser capaz de ponerle límites a alguien más, primero tengo que ponerme límites a mí mismo.

Nuestros hijos deben saber desde la temprana infancia qué cosas van a permitir y aceptar y qué cosas no van a permitir y aceptar en sus vidas. Esto los ayudará a decir un “no” a tiempo (“no puedo”, “no sé”, “no tengo”), toda vez que sea necesario frente al avance de quienes no saben respetar el espacio ajeno y buscan invadirlo. 

Tristemente en los tiempos que corren es moneda corriente la falta de respeto a las ideas u opiniones distintas. “Si el otro no piensa como yo, es mi enemigo”, es el mensaje que entregan quienes no respetan un límite. Por eso, es primordial saber poner límites sanos a través de un “no”. Pero recordemos que, para poder hacerlo con los demás, primero tenemos que ponernos límites a nosotros mismos. Y eso se aprende en casa, desde chicos.

 

 

¿Quiénes ejercen las funciones de crianza?

Culturalmente, las funciones afectivas estuvieron ligadas a las mujeres y a los hombres las normativas. Sin embargo pueden ser ejercidas por ambos cuidadores. Es muy importante que los cuidadores si son dos o más, estén de acuerdo entre sí sobre los lineamientos a seguir en la crianza. No solo superficialmente sino que hagan reales acuerdos sobre estas cuestiones.

¿Por qué es importante poner “límites”?

Los “límites” son barreras protectoras, acolchados amortiguadores, filtros para disminuir los riesgos, defensas. Las amenazas, los castigos o exageraciones de los peligros no son útiles en el camino que atraviesa un niño para cuando va conociendo su entorno.

Los caprichos infantiles se presentan cuando quienes los cuidan no pueden contener, enfrentar las manifestaciones de disgusto de un niño que no tolera ser frustrado y entonces no sostienen lo que han dicho.

Los adultos que suponen que los niños no deben sufrir una frustración no lo benefician. Así el niño aprende que puede conseguir lo que quiere con sus caprichos y su llanto. La situación se agrava y entonces se recurre a soluciones polares, negativa irracional, castigo, retos, negociaciones muchas veces inadecuadas. El límite necesario llegará, pero tarde y será inadecuado.

¿Cuál es el equilibrio en la imposición de límites?

Los niños pueden incorporar de a poco que no pueden conseguir todo y en el momento, los límites a tiempo y durante toda la crianza dependen de adultos que puedan tolerar los reclamos del niño, acompañarlos en su formación y no ceder ante sus propias inseguridades.

La forma en que adquiere la educación será importante para toda la vida. Tampoco debemos someterlos a una educación muy severa ni despótica, el niño no debe pensar que la fuerza es más importante que el razonamiento.

¿Cómo comprobamos si pusimos bien 

los límites?

En la adolescencia comprobamos si lo que hicimos en materia de límites, en relación con la posibilidad de nuestros niños de cuidarse por ellos mismos, fue adecuado. Es una etapa de contactarse con todo lo adquirido y con la idea acerca de sí mismos y de sus padres o cuidadores. Entonces elegirán lo que les conviene y sería lo mejor que podamos estar en sus decisiones con cariño y tolerancia. Pueden surgir problemáticas de todo tipo, que como toda crisis, supone una oportunidad para rehacer lo que no se ha podido antes hacer adecuadamente o puede ser una pérdida de esta oportunidad.

Más info en www.sap.org.ar

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COHERENCIA 

Para educar de manera eficaz a nuestros hijos debemos marcar las reglas en casa con el objetivo de cumplirlas. El secreto es hacerlo de manera coherente y con firmeza. Una de las consecuencias educativas de una falta de habilidad a la hora de establecer las normas y de marcar los límites puede ser la falta de respeto, que se produce cuando hablamos demasiado, exageramos en la emoción, y en muchos casos, nos equivocamos en nuestra forma de expresar con claridad lo que queremos o lo hacemos con demasiada autoridad.