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Ciencia y fe

Por El Litoral

Sabado, 29 de junio de 2019 a las 01:00

Por José Ceschi 

¡Buen día! “La ciencia sin religión es renga, y la religión sin ciencia es ciega”. Esta magistral definición pertenece a un maestro de las ciencias mundialmente conocido: Alberto Einstein. Otro investigador que dejó marcado para siempre su nombre en el campo de la medicina, Luis Pasteur, hizo pública su profesión de fe en Dios y en la ciencia cuando dijo: “Un poco de ciencia me aleja de Dios; más ciencia me acerca a Dios”. Es probable que Pasteur haya transitado las dos aceras: la de poca ciencia, al principio, y la de mucha, después. Es probable, también, que esta frase la haya escrito en esta segunda etapa de su vida, cuando las juveniles ínfulas de los primero tiempos dieron lugar a la madurez de apreciar la ciencia como algo grande, pero siempre relativo.
Por otra parte, el pensamiento de Einstein nos ubica ante la ciencia y la religión como ante dos posibles peligros de desajuste. La ciencia sin religión es renga, porque le falta una dimensión que otorga el sentido más completo al progreso de la ciencia: su trascendencia, superando la dimensión puramente terrenal.
En el otro extremo, por lo demás, la religión sin ciencia es ciega, porque toda religión bien entendida necesita de la ciencia como medio necesario no sólo para que la religión se exprese sino incluso para que ella sea conocida en su verdadera identidad. Desde hace algunas décadas se está abriendo camino la necesidad de que la ciencia vuelva a sentirse  muy conectada a otras disciplinas del saber humano, para evitar que la ciencia se devore a sí misma por girar demasiado en torno a su propio eje. Warren Weaver (quien fuera destacado presidente de la Asociación Norteamericana para el progreso de la Ciencia) llegó a escribir: “A medida que la ciencia avanza, nada parece más necesario que asociarla, en una confraternidad mutuamente provechosa, con el arte, la filosofía y la religión.
Poco a poco estamos aprendiendo que la ciencia tiene que volverse siempre más humana, y que nada hay más humano que la imagen de Dios en el corazón del hombre.

¡Hasta mañana!

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