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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

El ECO de una victoria

El oficialismo obtuvo el domingo pasado una clara victoria en las legislativas. Con los 2/3 en ambas cámaras y un Poder Judicial con jueces designados en un 100% por el radicalismo, Gustavo Valdés gobernará los dos últimos años de su mandato con un enorme  poder público.

Por Jorge Eduardo Simonetti

Jorgesimonetti.com

Especial para El Litoral

“Yo aprendí que en la vida no existe una respuesta correcta o equivocada. Aprendí que en la vida tendemos a hacer elecciones, y que cada elección tiene una consecuencia”.

“Niño rico, niño pobre” 

Robert Kiyosaki (2001)

Para el oficialismo once diputados de quince y cuatro senadores de cinco. Un resultado esperado, casi cantado, teniendo en cuenta las acciones de gobierno y los formatos electorales.

Después de tantas malas, una buena para Macri en Corrientes. Sin embargo, así cómo en las restantes jurisdicciones, los triunfos provinciales no generarán necesariamente un efecto espejo en la elección nacional, tampoco este triunfo radical puede tomarse como un cambio en la tendencia electoral a nivel país.

En nuestro caso, los resultados tienen necesariamente condimentos locales en dosis decisivas. Ganaron los que mejor hicieron las cosas en la provincia, y perdieron los que las hicieron decididamente mal.

Para una mejor comprensión, me gustaría diversificar los tópicos bajo análisis:

Aspectos socioeconómicos: El pueblo correntino no se suicida con un salto al vacío. Ha votado sobre seguro a un signo político que durante casi dos décadas le garantizó aquello que resulta básico en una provincia altamente dependiente del aparato estatal: el pago en término de los salarios de los agentes del estado. Vaz Torres, un símbolo del equilibrio de caja, encabezó la oferta electoral.

Que los correntinos somos conformistas, sí es verdad. Que el amperímetro de la pobreza y la marginalidad se mueve poco en Corrientes, también. Pero no es poca cosa que el sector político oficialista ofrezca y demuestre previsibilidad, y como contrapartida haya una oposición incapaz de enhebrar siquiera un discurso unificado.  

Es cierto que el presidente Macri mejoró sustancialmente la distribución de recursos en beneficio de todas las provincias sin distinción de signo político, pero también lo es que el equilibrio presupuestario de la administración radical correntina viene ya desde los tiempos kirchneristas, en los que el manejo de los recursos nacionales se realizó en función de aquella máxima peronista: a los amigos, obras y recursos; “a los enemigos, ni justicia”.

Aspectos electorales: El condimento localista fue clave para inclinar de manera contundente la balanza hacia el oficialismo. Este se presentó con una organización política sin fisuras, que aprovechó al centímetro el sistema electoral vetusto que rige por estos lares, sumó partidos, partiditos y sellos de goma, multiplicó boletas en el cuarto oscuro que inconscientemente atraían la voluntad del elector hacia alguna de sus opciones.

En este turno electoral se notó demasiado el grado de coherencia y solidez de la oferta electoral. ECO fue una alianza sin fisuras, donde las quejas quedaron puertas adentro.

La oposición fue todo lo contrario, dividida en mil pedazos, nadie en sus cabales, salvo los partidarios, confiaría en dirigentes que ni siquiera fueron capaces de presentar en la contienda electoral el sello del partido político al que pertenecen. Parece ser el karma que persigue al peronismo correntino, que nunca termina por aggiornar una oferta electoral a un nivel verdaderamente competitivo. Seguramente tendrá que replantearse muchas cosas si quiere ser una opción atractiva para el próximo turno.

Aspectos político partidarios: En una democracia donde los partidos van paulatinamente perdiendo peso específico, el radicalismo correntino es casi una excepción. Sin ser nada extraordinario, es el único partido que se presenta con una institucionalidad sólida, con el funcionamiento de su estructura como en otros tiempos de la política argentina.

No sucedió lo propio con el justicialismo local, que desde un pasado con internas verdaderas, hoy sus dirigentes se vanaglorian de sus desempeños personales en los comicios, sin tributar a la organización partidaria ausente.

Los partidos provinciales, ya lo sabemos, en este siglo juegan apenas como apéndices garroneros de lugares en las listas, a costa de la pérdida absoluta de mensaje político diferencial.

El Gobernador de la provincia es, por su juventud y dinamismo, una figura taquillera desde el punto de vista electoral. Pero, según mi criterio, sigue funcionando bajo la mecánica ideada y conducida por quien, hoy con más astucia que egocentrismo, supo mantener un sabio segundo plano, que es la mejor manera de preservarse para luego intentarlo de nuevo. De cualquier modo, Ricardo Colombi -de él estamos hablando- sigue sumando alfiles en el ámbito legislativo, un reaseguro para futuras instancias.

Aspectos institucionales: Seguramente, el rumbo gubernamental seguirá tal cual.

Sin embargo, al confirmarse los guarismos provisorios, el oficialismo consagrará a partir del próximo 10 de diciembre una Legislatura con mayoría calificada en ambas cámaras, con el 2/3 en Diputados y en Senadores. Y ello, en sí mismo, constituye una señal de alerta que la ciudadanía no debe pasar por alto.

Ante los resultados, ha dicho el gobernador Valdés que son democráticos y que por ello no construirán una autocracia. Y si lo dijo es por algo: sabe que tendrá las mayorías para hacerlo y además que depende exclusivamente de él una cosa u otra.

Pero los discursos no siempre coinciden con los hechos, o casi nunca. La democracia y la república se consolidan con el funcionamiento de las instituciones.

Y las instituciones están funcionando con un Poder Legislativo que es más una agencia de cultura que caja de resonancia de los principales temas provinciales; un Poder Judicial integrado en un 100% por jueces designados por el radicalismo; organismos técnicos y de control de escasa visibilidad; entes descentralizados que manejan fortunas de recursos públicos, intervenidos “in aeternum”.

Obviamente que, con las nuevas mayorías conseguidas, se rumbea más hacia una mayor concentración del poder que a su división.

Durante los últimos años, un poder tan importante como el Legislativo, por omisión estuvo al margen de las decisiones que pesan. Los oficialistas, cómodos; los opositores, impotentes.

Pero ahora, con mayorías calificadas, la Legislatura podrá oficiar de escribanía a los propósitos del Ejecutivo, ya no por omisión sino por comisión. Con 2/3 de los votos pueden aprobar empréstitos, dominar la integración del Consejo de la Magistratura para la designación de jueces y el Jury de Enjuiciamiento para su remoción, y lo que es más determinante, pueden reformar la Constitución, y con ella definitivamente consolidar el poder dominante hace casi dos décadas.

Y esto no es una mera especulación, porque además de la importante reforma constitucional de 2007, hubo dos intentos fallidos de sendos gobiernos radicales, que con livianos argumentos de temas secundarios, apuntaron a un continuismo ajeno al sistema democrático.

Si no se observa en el oficialismo una actitud proactiva hacia la práctica de una democracia consensual, estaríamos en serios problemas, porque han acumulado suficiente poder de fuego como para tener el monopolio de nuestro destino institucional.

Como aquí, en el país los oficialismos provinciales ganan las elecciones. Sea del palo político que fuere, el poder en todas las jurisdicciones tiende a concentrarse y los dirigentes a eternizarse en los cargos.

No es para nada bueno el monopolio político. Valdés es consciente del poder que acumula, esperemos sepa utilizarlo de manera republicana.

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